domingo, octubre 14, 2007

Invitación al olvido sin culpa

Me he arrancado el corazón
y lo he puesto al trasluz,
así, con mis propias manos,
estaba roto, muy roto, y calvo, claro.
Lo he pesado y lo he medido,
más o menos mi puño
y unos doscientos cincuenta gramos,
es un buen filete, he pensado.
Así que me he hecho un sofrito,
con su aceite, su cebollita, su tomate,
me he apañado una botella de vino
y me lo he merendado.
Me he quitado un peso de encima
y ya no me duele nada ¿saben?,
de modo que pueden olvidarse de mí si quieren,
mentirme, fallarme, dejarme plantada,
decirme que no me quieren ver:
ya no hay nada que puedan romperme.

Carmen Beltrán, La verdadera historia de los hombres