Que, en realidad, será la primera de este año porque en la fecha anterior (9 de junio) cerraron las casetas una hora antes del horario señalado.
"En lo que me concierne, no soy un escritor, soy alguien que escribe…" (Thomas Bernhard)
Que, en realidad, será la primera de este año porque en la fecha anterior (9 de junio) cerraron las casetas una hora antes del horario señalado.
Mi proyecto de fin de carrera giró en torno a las obsesiones de Martin Scorsese en su cine. Desde entonces procuro no perderme los libros que haya escrito él ni aquellos en los que le entrevisten. Éste acaba de salir y no penséis que, por su título, sólo habla de religión (aunque sea el eje central porque parte de su película Silencio). El teólogo italiano Antonio Spadaro se entrevistó con Scorsese a lo largo de los años. Esas charlas se recogen ahora en un libro breve en el que el director habla de las calles de su juventud, de sus películas, de algunas lecturas que fueron importantes para él, del covid y la ansiedad que sufrió en los primeros días... Y concluye con un esbozo de guión en torno a la película que hubiera querido hacer sobre Jesucristo (nada que ver con la que, en teoría, rodará pronto y se basa en un libro de Shûsaku Endô). Unos fragmentos:
No lo sé, pero, ahora mismo, la violencia está ahí. Es algo a lo que nos entregamos. Es importante mostrar eso para que nadie cometa el error de pensar que la violencia la hacen otros, que es una cosa de las “personas violentas” y que “yo jamás podría hacer algo así, qué va”. Pero lo cierto es que sí, podrías. No se puede negar. De ahí que haya personas que se asombran de su propia violencia o incluso que se excitan con ella. Es una auténtica forma de expresión (en circunstancias desesperadas) y, desde luego, no tiene gracia. Hay quienes dicen que Uno de los nuestros es una película graciosa. Las personas son graciosas; la violencia, no. Mucha gente no comprende la violencia porque viene de culturas o, mejor dicho, de subculturas que están muy alejadas de ella. Pero yo me crie en un lugar donde formaba parte de la vida y donde la tuve muy cerca.
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En el cine, cuando montas una imagen junto a otra, haces que en la mente se forme una tercera completamente diferente: una sensación, una impresión, una idea. Por eso, pienso que el entorno que creas es una cosa (y eso depende de la fotografía), pero la unión y la sucesión de imágenes es lo que te atrapa de la película y lo que te interpela. Esto último es cosa del montaje, y es la acción de la propia creación cinematográfica.
[Espasa. Traducciones de Juan Vicente Boo y Albino Santos Mosquera]
Estamos ante un clásico rescatado, una novela del colombiano Mario Escobar Velásquez (1928 - 2007) cuya prosa es una auténtica virguería. Os puede recordar un poco a Juan José Saer, incluso en algunos juegos de palabras a Tirano Banderas. Cuenta la historia de un mono que se escapa de su cautiverio y aprende a desenvolverse mejor en la jungla porque ha aprendido algunos trucos observando a los hombres. A unos metros, el avance de la civilización, que se llevará la naturaleza por delante y acorralará a los marimondas. Hay un marcado contraste entre esos animales que tratan de sobrevivir en libertad y esos hombres que les van comiendo terreno. Puede que un lector alce la ceja al saber que es la historia de unos monos araña, pero lo importante es cómo lo cuenta Escobar: la prosa que utiliza, los giros, esa espesura en el lenguaje que a veces se parece a la frondosidad de la jungla. Una rareza magnífica.
[Muñeca Infinita]
Impresionante, el trabajo que ha afrontado Carlos Tejeda durante años para acercarnos a la obra de Agnès Varda, una cineasta tan vanguardista como escurridiza. Reconozco que he visto poco de su filmografía: sus películas siempre han estado como escondidas, con estrenos minoritarios y pasos fugaces por las carteleras... Pero da igual: Carlos lo cuenta de tal manera que no es imprescindible haberlas visto.
Durante el primer tercio del libro Tejeda rastrea los vínculos literarios que podemos encontrar en la obra de Varda. Los dos tercios restantes analiza los cortos, las series, las películas y los documentales de su filmografía. Una de las sorpresas es la cantidad de fragmentos que introduce, aquí y allá, de las memorias de Varda: es una sorpresa porque están inéditas en España y así podemos acercarnos a su pensamiento, a sus motivaciones, a ideas sobre su cine y detalles sobre su vida. Una obra ineludible para fans de la directora y para quienes quieran adentrarse en su particular mundo. Y, según dicen, marca el cierre definitivo de la colección. Primeras páginas: aquí.
[Cátedra]
Lo nuevo de Mario Crespo (su regreso a los relatos, en los que en seguida se percibe su habilidad narrativa: 3 historias tituladas "Ruta 23", "Happy Friday" y "Ucrania", además de un epílogo, "Cuento sin fin") acaba de salir en Las Quince Letras, una editorial digital cuyos libros se leen en la propia web, lo que permite que, en vez de leerte un pdf, la lectura sea muy diferente: juegan con los tipos de letra, añaden imágenes e ilustraciones y las notas al pie consisten en hipervínculos. Para acceder a la web, que permite leer las primeras páginas, pinchad aquí.
Al igual que, años después, haría en El nivel de aire, Chloe Aridjis se adentra en el territorio de los museos, y el resultado es una novela tan misteriosa como interesante.
En sus páginas se nos cuentan las rutinas y las reflexiones de una guardia de seguridad de la National Gallery de Londres. Que empieza a obsesionarse con las grietas de los cuadros y las cuchilladas de quienes atentan contra las pinturas. Y eso la lleva, inevitablemente, a pensar en el tiempo y sus estragos y en el deterioro de las relaciones humanas y en aquella sufragista que atacó un cuadro de Velázquez en 1914.
[Fondo de Cultura Económica. Traducción de Julio Paredes]
Esta Obra completa es un pelotazo. Diré lo mismo que el prologuista: de chaval yo también vi en el cine una peli inglesa titulada Rita, Sue y también Bob, que era soez, cómica e inmoral, y la había dirigido el polémico Alan Clarke. No supe entonces, o no me fijé, que estaba inspirada en una obra teatral (y temprana) de Andrea Dunbar.
En la Editorial Barrett encontraron un documental sobre la autora y decidieron rescatar su brevísima bibliografía, compuesta por 3 obras de teatro alucinantes (The Arbor, Rita, Sue and Bob Too y Shirley) que reflejan ese mundo anglosajón de los 80 de clase obrera: padres violentos y alcohólicos, maridos que son infieles liándose con menores, hijos que atizan a sus progenitores, madres hartas de ser golpeadas, muchachas que ya fuman y beben y no parecen tener muchos objetivos en la vida... Andrea Dunbar escribió el primero de esos textos a los 15 años y murió joven, con 29.
[Editorial Barrett. Traducción de Ce Santiago]
Éste es uno de los libros de Stephen King que no pude comprar en su momento y luego conseguí de segunda mano una edición de Círculo de Lectores a la que le faltaba la camisa.
De sus libros de relatos quizá sea éste el más infravalorado. Puede que no esté a la altura de El umbral de la noche, pero tiene relatos loquísimos y homenajes a Chandler, Conan Doyle, Lovecraft... Historias sobre dedos cortados que cobran vida, diluvios de sapos, escritores que visitan a sus personajes, un caso resuelto por Watson... y hay zombies, vampiros, misterios, fantasmas, gángsters, detectives monstruos, hombres planeando venganzas, pueblos llenos de muertos famosos... Eso sí, hay que tomarlo con calma y alternarlo con otras lecturas porque tiene unas 860 páginas.
[Círculo de Lectores. Traducción de Bettina Blanch Tyroller]
Prólogo
Por Javier Das
1. José Ángel Barrueco
Se dice que Howard Carter dijo “Veo cosas maravillosas” cuando descubrió la tumba de Tutankhamon. A mí me pareció algo parecido la primera vez que entré en casa de José Ángel Barrueco (sin maldición de por medio, cosa que es de agradecer). La casa de Jab estaba hecha de libros, al menos revestida. Su mesilla de noche podía competir en las mismas ligas que algunas librerías de viejo, y por toda su casa eran varias las filas de libros superpuestas que robaban espacio al oxígeno. Si en la serie Friends, Ross y Joey construyen un fuerte con las cajas de cartón de una mudanza, nosotros podríamos haber hecho algo parecido con todos aquellos libros. Y en lugar de disfrazarnos de indios y vaqueros, habría tenido más sentido convertirnos, por ejemplo, en Cortázar y Bernhard.
Cuando en 2008 edité mi primer libro de poesía y me introduje en el mundillo poético de Madrid, José Ángel Barrueco ya estaba allí. Ya tenía un blog que era una referencia (lo sigue manteniendo actualizado a día de hoy), ya tenía libros editados que sólo se podían conseguir en librerías de viejo, ya formaba parte de esa literatura independiente que estaba a punto de explotar gracias, sobre todo, en nuestro caso, al Bar Bukowski y a una infinidad de editoriales que nacían con la idea de recoger esa vida en ebullición, aunque muchas de ellas cerrasen tras pocos meses, tras descubrir que el trabajo de editor supone un esfuerzo, en muchas ocasiones, titánico.
Recuerdo perfectamente el día que Marcus Versus contaba a David González que estaba pensando montar una editorial, y recuerdo también perfectamente la cara de sorpresa que se nos quedó a todos cuando nos dijo su nombre: Ya lo dijo Casimiro Parker. ¿Quién era Casimiro y qué había dicho?
Los que rodeábamos a Marcus no tardamos en mandarle nuestros manuscritos. Yo lo hice con Sin frío en las manos, y José Ángel Barrueco con Le aplastaré con mis versos. En conversaciones telefónicas nos preguntábamos sobre la respuesta de Marcus, convencidos de que, en caso de que uno de los dos editara con la nueva editorial, lo más normal es que el otro no lo hiciese, por una simple cuestión de probabilidad.
No hay camino al paraíso fue el maravilloso resultado que ninguno de los dos habíamos planeado. Un poemario a dos manos, dos libros independientes pero que se unían en la figura paterna, dos voces con dos mensajes diferentes unidos en un único proyecto.
Durante los meses siguientes compartimos bares, hoteles, cervezas, carreteras, recitales, más cervezas, más recitales, otros tantos bares. Fue allí donde nuestra amistad terminó de fraguarse, donde descubrimos que nos une un sentido del humor parecido, donde cada uno de nosotros se sirvió del otro para contener ese vértigo que supone subirse a un escenario y defender unos poemas frente a gente que no se conoce.
Fue también durante esa época cuando más coincidimos con otro de los nombres propios de la poesía independiente española: David González. Él fue el encargado de escribir el prólogo de nuestro libro, y con él compartimos también varias de esas presentaciones, otros tantos recitales cuando era David el que leía y, de nuevo, muchas cervezas, bares y emails.
2. El lenguaje de la lluvia
José Ángel Barrueco tiene ya 52 años, dos hijos, mucha literatura a sus espaldas, unos cuantos manuscritos inéditos en el cajón y un universo poético propio.
El lenguaje de la lluvia es el resultado de haber juntado todos esos elementos. Es poder ver desde un lugar más calmado que la literatura no te ha dado todo lo que querías, pero que casi todo lo que tienes se lo debes a ella. Es haber recibido el golpe de perder una gran referencia en ese mundo propio, aunque esa referencia fuese en muchas ocasiones una bomba a punto de estallar. Es haber tenido que destinar buena parte de tu tiempo a ser padre y llevar una casa. Es el resultado de sentir que has perdido tantas peleas con la literatura, que ya no sabes si al final te has hecho amigo de ese gran dragón que custodia un tesoro. Pero no os confundáis, El lenguaje de la lluvia no es un libro triste, no es un libro pesimista. Como he indicado, la experiencia y el paso de los años te da una posición más calmada desde la que observar, y desde ese punto de vista José Ángel Barrueco nos habla de aquellas cosas que le importan. Y nosotros tenemos el placer de acompañarle.
El lenguaje de la lluvia está formado por varios capítulos. Su comienzo y su final nos muestran a un José Ángel Barrueco en ese lugar del que hablábamos antes, analizando su presente, rebuscando en sus éxitos y fracasos, convirtiendo su rutina en un mar tranquilo en el que sumergirse. Me gusta mucho Cosas de familia, la última parte del libro. En sus poemas encontramos al José Ángel Barrueco más reflexivo, aquel que nos hace partícipes de su paternidad y de lo que conlleva, que nos invita a entrar con él a su casa y nos comparte sus pensamientos. Aquel con el que, momentos después, buscaríamos un buen lugar donde compartir una cerveza y conversación.
El resto del libro, en realidad el grueso más importante, está dividido en dos nombres propios: Thomas Bernhard y David González. Junto a José Ángel Barrueco y su mujer viajaremos a seguir los pasos del primero, seremos participes en la búsqueda de un escritor que no quería ser encontrado una vez muerto, que probablemente no habría aplaudido todo ese tiempo invertido en llegar a su tumba para rendirle homenaje. Merece la pena leer con tranquilidad esos poemas, buscar en Google los lugares que se nombran, incluso recorrer los mismos con las herramientas que ofrece la tecnología. Merece la pena ser un viajero más con todas sus consecuencias, y pese a hacerlo desde un sillón o una cafetería, llegar a formar en nuestra mente nuestros propios recuerdos, nuestras propias imágenes, dándoles forma con las palabras que José Ángel Barrueco hace también nuestras en sus versos.
Y dejo para el final el episodio, con toda seguridad, más doloroso del libro. En unos pocos poemas (y no hacen falta más), José Ángel Barrueco revive para nosotros lo que supuso para él la muerte de David González, el vértigo de escuchar y tener que asumir la noticia, y el vacío que el paso de los días hace crecer en su interior, sin tener nada con que volver a llenarlo. Si empezaba este prólogo hablando de mi relación con José Ángel Barrueco era en buena medida para poder dar un contexto a esta última parte. Yo tuve el desgraciado privilegio de ser el primero en darle la noticia, y seguro que como a él, a la cabeza me vinieron tantos y tantos momentos compartidos. A José Ángel Barrueco le destroza la muerte del poeta y amigo y lo comparte con nosotros. Y de paso, a su manera, seguramente de la mejor manera que podía hacerlo, con la literatura, le da un abrazo fuerte y solidario. Muchos de nosotros debemos parte de nuestro camino recorrido a gente como David. Te echaremos de menos.
3. Díselo con balas
Quiero acabar este prólogo con una sonrisa, con una de las mejores anécdotas que tuvo nuestro paso por Blanca, en Murcia, para presentar No hay camino al paraíso. Creo que fue la primera y última vez en que se nos pagó el transporte, el hotel e incluso se nos dio algo de dinero por acudir a una feria de literatura. Nos alojábamos juntos en una habitación del hotel La Casa del Conde. El día que tenía lugar la feria, tras la misma y tras pasar por alguno de los bares que ofrecía Blanca, volvimos a la habitación del hotel a eso de las 4 de la madrugada. No recuerdo el motivo pero decidimos encender la televisión (supongo que había que esperar que la habitación dejase de dar vueltas). A esas horas esperábamos anuncios de la teletienda, donde los seres humanos parecen seres retrasados que necesitan cualquier tipo de herramienta para su vida cotidiana. Pero para nuestra alegría y sorpresa, el directivo de alguna cadena de televisión había decidido que era la hora perfecta para emitir un capítulo de El Equipo A, y como si de un poema de Bukowski se tratara, el título del capítulo te obligaba a mantener la atención. Díselo con balas. Aun así el alcohol pesó más que la acción de los 80 y en pocos minutos ambos estábamos roncando.
Gallo Nero continúa publicando libros de relatos del gran Andre Dubus, lo que significa que a muchos sigue haciéndonos felices. Aquí se reúnen 8 cuentos (el primero es prácticamente una novela corta) precedidos por una cita de Santo Tomás Moro de la que extrajo el título para la compilación: "No hay épocas tan malas como para que un hombre bueno no pueda vivir en ellas". Historias de tipos perturbados, de chicas que se equivocaron al elegir marido, de padres que necesitan emborracharse para afrontar la despedida del hijo que abandona el nido, de parejas que atracan para gastar y sin tener plan de futuro... Relatos de un nivel muy alto. Así empieza el primero de la colección, “La chica bonita”:
Hasta que no empuño el hierro no soy persona. Siempre ha sido igual: a veces estoy resfriado o tengo uno de esos días en los que todo se hace cuesta arriba porque te sientes cansado sin ningún motivo, salvo el hecho de vivir, y entonces me pongo a entrenar, y para cuando me meto bajo la ducha ya no me acuerdo de cómo me sentía antes de agarrar las pesas; como si todo lo demás hubiera ocurrido ayer y ahora empezase un nuevo día. O cuando tengo resaca: algunos de mis amigos, y también mi hermano, son de beber hasta que se les pasa, pero yo nunca lo he hecho ni lo haré, porque beber por la mañana te hipoteca el día entero, y además no soporto el olor a alcohol de buena mañana y el estómago me dice que prefiere una Coca-Cola o un batido, nada de tonterías como un chupito de vodka o ni siquiera una cerveza.
[Gallo Nero. Traducción de David Paradela]
Llevaba años tratando de encontrar esta antología de cuentos y he tenido que esperar a que Valdemar la reeditara. Ahora sólo queda que hagan lo mismo con El que abre el camino (del mismo autor). A Robert Bloch le llegó la fama por Psicosis, lo que ha eclipsado su faceta de escritor de relatos de terror, suspense y fantástico.
Aquí reúne 15 historias muy locas (algunas ya las había leído en las adaptaciones de EC Cómics): la de una niña que maneja un muñeco de vudú, una de fantasmas que sólo se ven en los espejos, otra de un tipo que asegura que una criatura vive en su cabeza y le ordena matar gente, la de unas gafas que permiten leer los pensamientos de las personas al que se las pone o la de un chaval perseguido por el gato de una bruja. Quizá mi favorita sea la del hombre que acepta un trato diabólico y recibe un reloj para detener el tiempo eternamente en el momento en que se considere feliz... pero lo va aplazando y haciéndose viejo.
[Valdemar. Traducción de José Luis Moreno Ruiz]