miércoles, marzo 30, 2016

En Playtime: Renata Adler


Oscuridad total: aquí.

Cartel de Immigration Game


Próximamente: Astronautas


De Stanislaw Lem. En Impedimenta.

Oscuridad total, de Renata Adler


Unos extractos de esta novela, que hoy recomiendo en Playtime:

¿Crees que hubo algo que hice, o podría haber hecho, te lo pregunto, algo que no hice y podría haber hecho, que podría haber hecho que te quedaras a mi lado un poco más?

**

Ésta es la era del crimen. Estoy segura de que todos estamos de acuerdo. Por supuesto, también es la era de otras cosas. De las buenas oportunidades, por ejemplo, y de la pérdida de fe, o del burócrata y de la tecnología. Pero desde las cuestiones públicas más elevadas hasta los actos privados más pequeños, el atracador, el desfalcador, el ladrón, el perjuro, el evasor de impuestos, asesino, matón, espía, presidente del partido, vendedor, comisario, mecánico o técnico de televisión, autoridades del sindicato, autoridades de la corporación, el arzobispo, el que lleva los números, el delincuente, el policía; desde el callejón al parlamento, detrás de la ventana oscurecida o el escritorio; ésta es la era del crimen.

**

Igual que ésta es la era del crimen, al fin y al cabo, éste es el siglo del desplazamiento. No sólo para periodistas o refugiados, sino para todos. Yo no era ni mucho menos el primer miembro de mi familia en tener motivos para temer la ley de una nación o para intentar escapar furtivamente de su jurisdicción y su policía. Pero hacía frío. Estaba sola, y estaba oscuro. Pensé que me había perdido y entonces miré el nivel de gasolina. Un cuarto de depósito. Tendría que buscar gasolineras, y no recordaba haber pasado ninguna abierta. En la autopista a Dublín, seguramente, habría una. Si es que encontraba la autopista.

**

Dijiste: Podemos vivir así. Dijiste todas esas otras cosas. Vivimos así. Sólo necesitamos algo que nos saque del pozo, del pozo diario de no saber si uno o el otro va a irse. Pero volviste a decir: Kate, cambiaré cosas, si es lo que quieres. Y con esa voz: En cierto modo es una carta de amor. Y yo dije: ¿Qué otra cosa es? Así que aquí estamos.


[Sexto Piso. Traducción de Javier Guerrero]

Lights Out: primer cartel


Cartel de Tempest Storm


The Preppie Connection: 2º cartel


lunes, marzo 28, 2016

Indian Country, de Dorothy M. Johnson


Meses atrás recomendé dos novelas sobre el western reunidas en un único volumen y escritas por Elmore Leonard: Hombre / Que viene Valdez. Como diría Umbral: no me voy a levantar ahora a mirarlo, pero juraría que entonces dije que las novelas del Oeste suelen ser menospreciadas en España. Como suele suceder con todo aquello que se aleje del realismo y de la guerra civil: aquí se ha denostado durante años la ciencia ficción, así como el terror, el fantástico y el western. Todo eso lo explica Alfredo Lara en el texto de presentación de Indian Country, primer número de la maravillosa colección Frontera de la Editorial Valdemar (colección que estoy decidido a completar, y de la que ya me he pillado unos seis títulos). Lo que Lara viene a decir es que el western literario fue infravalorado durante años en este país (al contrario que en Estados Unidos), y que ellos se proponen devolverle su brillo y su prestigio con nuevas traducciones, con edición de inéditos, con textos íntegros, con ediciones de lujo (y lo son: tapa dura, pinturas de afamados artistas en las cubiertas, etc).

El gancho para el lector, en el caso de Indian Country, es informarle ya en la portada de que dos de los relatos de su autora, Dorothy M. Johnson, probablemente la escritora más celebrada del género, sirvieron de base para dos clásicos como El hombre que mató a Liberty Valance y Un hombre llamado Caballo. Y son dos relatos magníficos, que los guionistas supieron ampliar y convertir en historias largas sin perder la esencia de los originales; pero la sorpresa del lector es descubrir que hay otros cuentos, nada conocidos, que resultan igual de fascinantes o más. Por ejemplo, el que quizá sea mi favorito: "Marcas de honor", una especie de homenaje a las tradiciones perdidas, que cuenta la historia de cómo unos cuantos jóvenes indios, ya adaptados a las costumbres y a las indumentarias de los blancos, le piden a un antiguo anciano guerrero que les guíe en el ceremonial de tener visiones (lo que ellos llaman "soñar la buena medicina"). Hay un momento del cuento en el que se dice: Hubo un tiempo en que era una buena cosa ser indio y viejo. Pero Charlie se vio burlado (casi) de sus prerrogativas porque vivía en la época equivocada.

Antes de leer otro de los mejores, "Un hombre llamado Caballo", todos recordamos a Richard Harris colgado de un poste con correas de cuero enganchadas en la carne del pecho. Esa ceremonia tradicional no aparece en el relato: pero sí aparece en el citado "Marcas de honor", donde uno de los indios de la tribu cheyenne se somete a esa tortura. Es evidente que el guionista de la película se inspiró en el relato que dio título a la película, pero tomando elementos de otras historias.

Una de las virtudes de Dorothy Johnson como escritora es que manifiesta el mismo respeto por los blancos (sean civiles, soldados, forajidos o exploradores) que por los indios (sean de la tribu que sean). Es decir, aquí no encontraremos el maniqueísmo propio de algunas películas antiguas del western: indios malos y soldados buenos. De hecho, a veces la autora centra sus historias sólo en personajes indios, y otras sólo en blancos; pero no faltan los relatos donde unos y otros se han mezclado (en "Un hombre llamado Caballo" hay un blanco que se adapta a vivir con los crows; en "El incrédulo" tenemos a un viejo que convivió durante años con una tribu y, cuando vuelve a reencontrarse con ellos, valora si volver a vivir en su compañía; en "Marcas de honor" hay indios que se han adaptado tanto que incluso se alistan para ir a la guerra). Otra de las virtudes, como señala Alfredo Lara en el introito, es la siguiente: consigue transmitirle al lector que lo que le está contando es verdad, que su recreación de la vida en la frontera es la más creíble que uno haya podido leer nunca.

Indian Country recoge 11 cuentos. Si te gustan los buenos relatos, independientemente del género, no debes perderte a Dorothy M. Johnson, de la que Valdemar ha publicado otro libro de cuentos que iré a comprar un rato de éstos. Un extracto de "La camisa de guerra":

Después de que Rige Sus Caballos hubo empaquetado los regalos en la manta y los hubo amarrado a uno de los caballos, el viejo guerrero volvió a hablar:
-No puedo entender a los blancos y no quiero verlos nunca más. Matan a los búfalos y mi pueblo pasa hambre. Disparan a nuestros jóvenes y las muchachas lloran en las tiendas. Nuestros niños no tienen padres que les traigan carne. No quiero ver a los hombres blancos. Los combatiré hasta que muera.
»Mason debería volver a su propia casa y llorar a su hermano. Creo que los pawnees mataron a ese hombre cuando era joven. Yo nací Cheyenne. Mi padre fue Hombre Toro y mi madre, Ella Canta.
»He ido a la guerra muchas veces. Solía ir al combate con solo una lanza, para demostrar que no tenía miedo a morir. Pero ahora voy con rifles, porque temo que mi pueblo muera.


[Valdemar. Traducción de José Menéndez-Manjón]

Jim Harrison (1937 - 2016)


Money Monster: 2 carteles



The Founder: primer cartel


Garry Shandling (1949 - 2016)


The Nice Guys: 2º cartel


War Dogs: primer cartel


Cartel de Papa: Hemingway in Cuba


viernes, marzo 18, 2016

10:04, de Ben Lerner


Éste fue uno de los mejores libros que leí el año pasado. Superior a su anterior novela, Saliendo de la estación de Atocha (que ya recomendé por aquí). Magistral en su composición y en su talentosa mezcla de realidades y ficciones. 10:04, el título, alude a uno de los relojes de Regreso al futuro, referencia con la que, ya de entrada, Ben Lerner me ganó. Dado que lo leí hace meses y fui posponiendo mis comentarios porque quería copiar primero bastantes fragmentos del libro, ahora me encuentro con que me da pereza analizarlo en condiciones. Es una extraordinaria obra sobre cómo el cine y la literatura pueden inmiscuirse en nuestras vidas y cómo puede suceder también al revés. No os la perdáis. Unos extractos:

Mientras lo leía experimenté una sensación que comenzaba a resultarme familiar: el mundo se reordenada a mi alrededor mientras yo procesaba palabras de una pantalla de cristal líquido. Tantas de las noticias personales más importantes que había recibido en los últimos años me habían llegado a través de un Smartphone mientras estaba en una ciudad extranjera que podía trazar un mapa, podía representar espacialmente los acontecimientos principales, por así decir, de mis treinta y pocos años.

**

Bernard y Natali estaban siempre trabajando y nunca trabajaban, es decir, estaban siempre leyendo y escribiendo cuando no estaban presentando a otros escritores; no existía división alguna entre trabajo y placer; sus días no se estructuraban de manera convencional; la casa no estaba sujeta a los ritmos cotidianos sino a la peculiar duración de lo literario.

**

Es siempre una proyección al pasado la idea de que existió un momento concreto en que decidiste convertirte en escritor, o la idea de que un escritor o escritora está en posición de saber cómo o por qué se convirtió en escritor, si es que tiene sentido pensarlo como decisión, pero por eso puede resultar una cuestión interesante, porque es una forma de pedirle a un escritor que escriba la ficción de sus orígenes, de pedirle al poeta que cante la canción de los orígenes de la canción, que es una de las tareas más viejas del poeta.

**

[…] la prosodia y la gramática son el material con el que construimos el mundo social, una manera de organizar tiempo y significado que no pertenece a nadie en particular, sino que corre por todos nosotros.

**

No deberías escribir sobre falsificar el pasado. Deberías encontrar la manera de vivir el presente.

**

[…] no hay nada en el mundo, pensé para mí, más viejo que lo que era futurista en el pasado.

**

Digamos que fue estando allí de pie cuando decidí reemplazar el libro que había propuesto por el libro que ahora estáis leyendo, una obra que, como un poema, no es ni ficción ni lo contrario, sino un parpadeo entre ambos; decidí alargar mi relato no para convertirlo en una novela sobre el fraude literario, sobre inventarse el pasado, sino en un presente real con múltiples futuros.

**

-¿Quieres que me ponga nostálgica? ¿Ya?
-Podrías prever la nostalgia.
-Podría anhelar la nostalgia. Ansiar el momento en que ansiaré el pasado.
-Me alegro de que no estés triste.
Yo estaba triste.

**

[…] Y ahora gran parte de la información nos entra por la piel. Por los poros. Los poros son los poetas de la piel. ¿Quién lo dijo? Y la gente intenta robarlos, silenciarlos. Supongo que yo también.


[Reservoir Books. Traducción de Cruz Rodríguez Juiz]

Cartel de The Man Who Knew Infinity


The Legend of Tarzan: 2º cartel


Cartel de Almost Holy


jueves, marzo 17, 2016

Próximamente: La maldición de Lono


De Hunter S. Thompson. En Sexto Piso.

Laberinto de hierba, de Izumi Kyoka


Dos extractos de esta novela, que hoy comento en Playtime:

-¿Ha oído usted esa canción alguna vez?
-Mi madre, ya difunta, me la cantaba cuando era pequeño. De hecho, es lo último que recuerdo de ella desde que tengo uso de razón, pero he olvidado la letra. A medida que me iba haciendo mayor, como si se tratase de un amor desgarrador de esos que se leen en las novelas populares, crecían mis ansias por escuchar aquella canción, aquella voz. Esperé con entusiasmo la hora de graduarme en la escuela de Tokio donde estudiaba, para regresar a mi pueblo y encontrar a alguien que pudiera cantármela. Pero por mucho que preguntara, por muchas canciones que me cantaran, no conseguí reconocer la letra que yo tenía en mente.

**

Akira se quedó dormido mientras hablaba. ¿Iba a explicar acaso otro de aquellos fenómenos extraños? El monje sintió lástima de él, puesto que si lo que le había estado contando era cierto, Akira no habría podido pegar ojo durante varios días seguidos. No le extrañaba que ahora se quedara dormido; se sentiría al fin seguro en compañía de alguien con quien pasar la noche. Eso pensaba el monje cuando fijó la mirada en el resplandor ligeramente pálido de la lámpara frente al tokonoma, más allá de la mosquitera. En la pantalla de papel no había ninguna inscripción protectora, por lo que temió que la lámpara empezara a flotar separándose del tatami, o bien que acabara en llamas colándose en el interior de la mosquitera. Al pensarlo, advirtió que la luz de la lámpara no se había avivado, y aun así, el rostro dormido de Akira estaba sospechosamente iluminado.


[Satori Ediciones. Traducción de Iván Díaz Sancho]

Don't Breathe: primer cartel


En Playtime: Izumi Kyōka


Laberinto de hierba: aquí.

They're Watching: 2 carteles



Ben-Hur (2016): primer cartel


miércoles, marzo 16, 2016

El fuego y el relato, de Giorgio Agamben


El germen del que parten estos diez exquisitos ensayos de Giorgio Agamben se encuentra ya en la primera página del libro, cuando el autor refiere una historia relatada por Gershom Scholem en Las grandes tendencias de la mística judía, quien a su vez la tomó de Yosef Agnón. La copio completa:

Cuando el Baal Shem, el fundador del jasidismo, debía resolver una tarea difícil, iba a un determinado punto en el bosque, encendía un fuego, pronunciaba las oraciones y aquello que quería se realizaba. Cuando, una generación después, el Maguid de Mezritch se encontró frente al mismo problema, se dirigió a ese mismo punto en el bosque y dijo: "No sabemos ya encender el fuego, pero podemos pronunciar las oraciones", y todo ocurrió según sus deseos. Una generación  después, Rabi Moshe Leib de Sasov se encontró en la misma situación, fue al bosque y dijo: "No sabemos ya encender el fuego, no sabemos pronunciar las oraciones, pero conocemos el lugar en el bosque, y eso debe ser suficiente". Y, en efecto, fue suficiente. Pero cuando, transcurrida otra generación, Rabi Israel de Rischin tuvo que enfrentarse a la misma tarea, permaneció en su castillo, sentado en su trono dorado, y dijo: "No sabemos ya encender el fuego, no somos capaces de recitar las oraciones y no conocemos siquiera el lugar en el bosque: pero de todo esto podemos contar la historia". Y, una vez más, con eso fue suficiente.

Quedémonos con el final: …pero de todo esto podemos contar la historia. Para Agamben esta historia es una alegoría de la literatura: vamos perdiendo tradiciones, vamos perdiendo costumbres e incluso no sabemos preparar el fuego, pero al menos podemos contar la historia, y eso es la literatura: su misterio, su narrativa, sus procesos para organizar el relato. Dice el filósofo más adelante:

Todo relato –toda la literatura– es, en este sentido, memoria de la pérdida del fuego.

En éste y en los siguientes ensayos, el cometido de Agamben es indagar en los orígenes, en buscar las raíces de las palabras, en desmenuzar cada término y devolvernos su sentido original para que sepamos de dónde proviene todo. En todos los textos hay frases para subrayar (o para copiar en un documento de Word, como es mi costumbre):

El fuego y el relato, el misterio y la historia, son los dos elementos indispensables de la literatura.

Los títulos de los ensayos pueden ofrecer al lector una idea aproximada de los vericuetos por los que se adentra el autor, aunque Agamben siempre sorprende porque retuerce las ideas, le da la vuelta a los conceptos, filosofa sin aburrirnos: "Parábola y reino", "¿Qué es el acto de creación?", "Sobre la dificultad de leer"… Reflexión y meditaciones, ambos necesarios en estos tiempos en los que poca gente reflexiona. Aquí van dos extractos más (y aquí se pueden leer los dos primeros textos):   

El título "¿Qué es el acto de creación?" retoma el de una conferencia que Gilles Deleuze dictó en París en marzo de 1987. Deleuze definía el acto de creación como un "acto de resistencia". Ante todo, resistencia a la muerte, pero también resistencia al paradigma de la información a través del cual el poder se ejerce en aquello que el filósofo, para distinguirla de la sociedad disciplinaria analizada por Foucault, llama "sociedad de control". Cada acto de creación resiste contra algo; por ejemplo, dice Deleuze, la música de Bach es un acto de resistencia contra la separación de lo sagrado y lo profano.

**

Existe otro caso de no lectura del que querría hablarles. Me refiero a los libros que no han encontrado lo que Benjamin llamaba la hora de la legibilidad, que han sido escritos y publicados, pero están –quizá para siempre– a la espera de ser leídos. Podría nombrar, y también cada uno de vosotros, pienso, libros que merecían ser leídos y no lo han sido, o lo han sido sólo por muy pocos lectores. ¿Cuál es el estatuto de esos libros? Pienso que, si estos libros son realmente buenos, no debemos hablar de una espera, sino de una exigencia. Esos libros no esperan, sino que exigen ser leídos, aun si no lo han sido y no lo serán jamás. La exigencia es un concepto muy interesante, que no se refiere al ámbito de los hechos, sino a una esfera superior y más decisiva, cuya naturaleza puede cada uno de vosotros precisar a su gusto.
Pero ahora querría dar un consejo a los editores y a todos aquellos que se ocupan de los libros: dejad de mirar las infames, sí, infames clasificaciones de los libros más vendidos y –presumiblemente– más leídos y, en cambio, tratad de construir en vuestra mente una clasificación de libros que merecen ser leídos. Sólo una editorial fundada en esta clasificación mental podría hacer que el libro saliera de la crisis que –por lo que escucho decir y repetir– está atravesando.   


[Sexto Piso. Traducción de Ernesto Kavi]

Crow: 2 carteles



Cartel de Money Monster


martes, marzo 15, 2016

Próximamente: American Smoke


De Iain Sinclair. En Alpha Decay.

Cartel de Pet


Miss Peregrine's Home for Peculiar Children: primer cartel


lunes, marzo 14, 2016

El aldeano de París, de Louis Aragon


Esta luz reina extrañamente en esa suerte de galerías cubiertas que son numerosas en París en los aledaños de los grandes bulevares y que, de forma inquietante, llamamos "pasajes", como si, en esos pasadizos ocultos a la luz del día, no le estuviera permitido a nadie detenerse más de un instante. Un tenue resplandor glauco, en cierto modo abisal, semejante al súbito claror que irradia una pierna descubierta al levantarse una falda. La innata tendencia americana a planificar las ciudades que, importada en la capital por un prefecto del Segundo Imperio, aspira ahora a dibujar a cordel el plano de París, pronto va a imposibilitar la conservación de esos acuarios humanos que ya han renunciado a su vida primitiva y que merecen, sin embargo, ser considerados como los depositarios de ciertos mitos modernos; pues sólo ahora, amenazados por la piqueta, se han convertido de hecho en los santuarios de un culto a lo efímero, se han tornado en el paisaje fantasmal de placeres y profesiones malditos; unos lugares incomprensibles ayer y que nadie conocerá el día de mañana.

**

En aquella época tan maravillosa como sórdida, casi siempre prefería consagrarme a las preocupaciones del tiempo antes que a las ocupaciones de mi corazón, vivía al azar, me entregaba a la búsqueda del azar, la única divinidad que había sabido conservar su prestigio.

**

Me enamoré, y lo que estas dos palabras brindan a la imaginación es inimaginable.
La cuestión de cuándo la idea del amor, de este amor, la precisa idea de este amor, afloró en mi mente, es algo a lo que no puedo responder, al mismo tiempo que puedo responder perfectamente. Todo me separaba de aquella mujer a quien al principio había tratado de rehuir y a quien, sobre todo, había intentado ahuyentar de lo más íntimo de mi ser. Hay en mi arrebato por las mujeres una cierta arrogancia que es consecuencia de diversos remordimientos, del hecho de haber creído durante mucho tiempo que, en el mejor de los casos, una mujer sólo podría odiarme, de ese horrible sentimiento de fracaso que me conduce siempre a los confines de una sombra mortal.

**

En el fondo, no existe modo alguno de pensar que no sea a través de una imagen.

**

Si la imagen es la ley en el reino de la abstracción, el hecho lo es en el reino de los acontecimientos, y el conocimiento, en el reino de lo concreto. Esta hipótesis nos permite formular un juicio y declarar sucintamente que la imagen es la vía hacia todo conocimiento.

**

No he consagrado mis días a la crítica. Mis días pertenecen a la poesía. Convenceos de una cosa, vosotros que tanto os reís: llevo una vida poética.


[Errata Naturae. Traducción de Vanesa García Cazorla]

Próximamente: La nueva lucha de clases


De Slavoj Žižek. En Anagrama.

Cartel de Men Go to Battle


Cartel de Hunter Gatherer


domingo, marzo 13, 2016

El nombre de los hombres, de Juan Cruz López



VI

La pesadilla es ser
uno más
de los que callan.
La pesadilla es
no merecer el nombre
de los hombres.
La pesadilla es una piel
podrida por el oro
y un corazón de piedra,
los ojos velados
por las cenizas de un fuego
hace tiempo extinto.
La pesadilla es
dormir arropado
por la sábana de la mentira,
despertar, abúlico y solo,
sin memoria del horror
bajo los párpados.
La pesadilla es ver
pasar el tren / con los cautivos
y girar la cabeza
como un cobarde más...
La pesadilla es
perder el nombre
entre los hijos de los hombres,
ser
………..uno menos
de los que siempre fueron menos.

**

XII

No,
yo no sé dónde se encuentra
la palabra
sobre la cual edificar
la casa / nueva del hombre.
Guardo tan pocas
en los bolsillos...
Yo no sé dónde se encuentra,
pero aún me quedan fuerzas
para buscarla.
Al fin y al cabo,
mi vida se alimenta
de esa raíz
tan vieja como el mundo.

**

I

Arrastraba mis pasos
bajo el inclemente sol.
Tarde o temprano
moriría de sed.
Entonces recordé
las llamas
de la palmera ardiente.

Froté mis ojos
y los abrí otra vez.
Las arañas huyeron
por mi rostro abajo.

Se había roto el espejo.


[Baile del Sol]

I Am Not a Serial Killer: 2 carteles



Próximamente: Ciudad Esmeralda


De Jennifer Egan. En Editorial Minúscula.

Otro cartel de Criminal


Captain America: Civil War: cartel oficial


jueves, marzo 10, 2016

Glanbeigh, de Colin Barrett


Unos extractos de este libro de relatos, que hoy comento en Playtime (el enlace figura en otro post, más abajo):

No conoces mi pueblo, pero seguro que te suena.
[…]
Soy joven, y aquí los jóvenes no abundamos, pero es justo decir que somos los dueños del cotarro.
[…]
Nuestra rutina tiene la comodidad de la rutina pero también el misterio de la persistencia de esa rutina.
[…]
Ocurre con frecuencia en este pueblo; pronuncias el nombre de alguien y, como por arte de magia, aparece.

[Del relato "El chico de los Clancy"]

**

-¿Qué tal el pueblo? –pregunta su vieja.
-Bien –gruñe Bat.
-Seguro que sí. ¿A quién has visto?
-A Luke Minion. A unos del trabajo. Hegardy, la chica de los Moonan. Vi al pequeño de Peter Donnelly, Danny Duffy.
-Salió todo el mundo, parece –como Bat no contesta, añade–: ¿Ha ido bien?
-Sigo vivo –dice Bat.

[Del relato "En su propio pellejo"]

**

Me fui de la ciudad tras quemar mis contactos y destruir mis perspectivas, buscando únicamente un sitio donde recogerme y pasar el invierno.
[…]
Yo no estaba bien. Bebía, en exceso y con demasiada frecuencia, y había decidido echar el freno. En la ciudad me había bebido el trabajo, el dinero, un montón de amigos, una mujer, luego otra. Mi gato, un macho principesco y pardo llamado Ruckles, sucumbió de un ataque al corazón tras haberse comido una ampolla de cocaína humedecida que había desenterrado del fondo de mi armario mientras yo pasaba otra noche de juerga. De un modo vago y nostálgico, la muerte de Ruckles me hizo pensar en morir por mi propia mano. Empecé a estudiarme las manos bajo las luces en estrella de los bares –las muñecas frágiles y la piel amarillenta, los cortes y verdugones y las quemaduras rosadas y violáceas de origen desconocido– y caí en la cuenta de que llevaba tiempo embarcado en ese proyecto. O me iba a casa o me moría; irme a casa era un olvido al menos reversible.

[Del relato "Diamantes"]
 

[Sajalín Editores. Traducción de Celia Filipetto]

Próximamente: Tierra hundida


De Patrick Flanery. En Galaxia Gutenberg.

Cartel de In a Valley of Violence


En Playtime: Colin Barrett


Glanbeigh: aquí.

X-Men: Apocalypse: nuevo cartel


Cartel de Bastille Day