viernes, octubre 30, 2015

La sequía, de J. G. Ballard


J. G. Ballard es uno de mis autores predilectos. Lo considero un genio. Su influencia es notable en muchas novelas, pero sobre todo en el cine: le deben mucho Waterworld, La carretera, la saga de Mad Max (especialmente la cuarta entrega, la apasionante Fury Road), todas las imitaciones posteriores de las películas de George Miller, etc; sin olvidar que, adaptándolo, Steven Spielberg y David Cronenberg lograron dos de sus mejores obras: El imperio del sol y Crash

Lo que me apasiona de Ballard, principalmente, es la importancia que le concede al paisaje en cada ficción. El paisaje es siempre uno de los protagonistas, un entorno que va mutando a medida que avanzamos en la narración, ya sea porque el planeta se inunda de agua y de follaje, sea porque prolifera la degradación de la materia, sea porque los hombres han transformado un edificio en un espacio tan opresivo como una cárcel…

En La sequía, donde el agua se convierte en el elemento más preciado, encontramos paisajes de chatarra, desiertos de sal, almacenes en ruinas, escombros mezclados con espinas de pescado, charcos donde agonizan peces, recovecos donde la basura y la naturaleza crean un paraje irreal, distinto, atractivo en su putrefacción.

La trama no es muy diferente de las películas sobre mundos apocalípticos. De lo que se trata es de sobrevivir y de escapar a la locura, como en Mad Max:

El paisaje de alrededor ya no era sitio para gente cuerda.

En estos escenarios, donde Ballard se muestra como un maestro de las descripciones, plenas de poesía y muy sugerentes, siempre cuenta el modo en que el tiempo se estanca por culpa de las condiciones del entorno:

Las blanqueadas facciones en las que no había dolor ni memoria, como si les hubieran quitado todo el tiempo pasado, le parecieron a Ransom una imagen de su propio futuro. Para Vanessa, como para él, ya no había ayer. De ahora en adelante, tendrían que inventarse un nuevo sentido del tiempo sacándolo del paisaje que emergía a su alrededor.

En algunos pasajes se pueden rastrear esas huellas que los cineastas han ido tomando. Por ejemplo, en las ropas del protagonista, que recuerdan a varias de las películas citadas:

Ransom se estremeció a la luz fría y trató de escurrir el agua de los harapos que llevaba bajo el traje de tiras de goma. Cosidas con tripas de pescado, las tiras se abrían en una docena de sitios.

En La sequía, los hombres se ven obligados a quitarse el agua y conducirla por pequeños canales hasta sus guaridas:

A menos que eligiera vivir de algas secas cinco días de cada seis, Ransom estaba obligado a ir al mar casi todas las mañanas a atrapar y robar un poco de agua.

Una y otra vez Ballard nos deslumbra con sus imágenes casi terroríficas:

La luz del sol brillaba en las planchas curvas de la proa del buque dando a los ojos de buey un aspecto vidrioso y opaco, como si fueran ojos de peces muertos. En verdad, este leviatán encallado, sumergido lejos del mar en una concentración de sal destructiva, se había estropeado como una ballena muerta expuesta diez años al aire de la playa. Ransom entraba a menudo en el casco buscando tuberías o piezas de válvulas, pero la herrumbre había invadido el cuarto de motores y las pasarelas, transformándolos en grotescos jardines colgantes de metal corroído.

En sus novelas, y creo que ya lo apunté antaño, el paisaje natural se va asemejando al paisaje mental de los personajes, de modo que si algo cambia en el entorno exterior, también lo hará en el interior de los hombres. Todo Ballard es fascinante. Acabo con otros tres fragmentos:

Como todos los purgatorios, la playa era una zona de espera, y las interminables extensiones de sal húmeda estaban succionándolos y reduciéndolos al núcleo más duro de ellos mismos. Estos nodos minúsculos de identidad centelleaban a la luz del limbo, la zona de nada que esperaba a que ellos se disolvieran y derritieran como los cristales que se secaban al sol.

**

La playa era una zona sin tiempo, suspendida en un intervalo interminable, tan flácido y resistente como las dunas mismas. […] Las playas resecas, despojadas de toda posible asociación, de todo sentido del tiempo, parecían de algún modo un retrato fotográfico del mundo salino de la costa.

**

La luz invariable y la ausencia de todo movimiento hicieron sentir a Ransom que estaba avanzando por un paisaje interior donde los elementos del futuro se ordenaban alrededor como los objetos de una naturaleza muerta, informes y libres de asociaciones.


[DeBolsillo. Traducción de Luis Domènech]

jueves, octubre 29, 2015

Próximamente: Pinocho en Venecia


De Robert Coover. En Pálido Fuego.

Dirty Grandpa: primer cartel


The World of Kanako: 2 carteles



miércoles, octubre 28, 2015

Próximamente: Nueva York: Historias de dos ciudades


De Varios Autores. En Nórdica Libros.

Cartel de Anomalisa


Creed: 2º cartel


martes, octubre 27, 2015

El sueño de un hippie. Memorias, de Neil Young


Acaba de salir el segundo volumen de memorias de Neil Young y también lo comentaré aquí en unos días. Me interesa Neil Young como personaje y por supuesto como músico. Hace mucho tiempo estuve obsesionado con algunos de sus discos (en concreto: Harvest, Harvest Moon, Unplugged y el directo Weld; y, años después, con su BSO para la película Dead Man). Ahora su música me interesa menos o no la escucho tanto, pero insisto en que el personaje es glorioso, como lo suele ser todo músico norteamericano entrado en la madurez y con una biografía plena de locuras a las espaldas.

Neil Young cuenta lo que le da la gana y nosotros nos lo pasamos en grande porque sabemos que él no es escritor, y que literariamente puede que no sea la hostia, pero lo que nos cuenta nos interesa a unos cuantos. Las memorias de los viejos rockeros siempre son una mina de anécdotas. Suele haber fotografías, suele haber revelaciones, suele haber recuento de famosos con los que andaban a la greña o hacían buenas migas. Entre líneas nos viene a decir que, aunque uno sea famoso y tenga dinero, la vida del músico también lleva aparejadas ciertas servidumbres: la soledad de la carretera, los días alejado de la familia, los hijos con discapacidades… Un extracto:

En la carretera puede pasarte de todo. Si enfermas, tocas igualmente pero el público piensa que no has estado a la altura. Si se han vendido pocas entradas, al público le cuesta conectar. Si tus trabajadores no son buenos, el sonido es una mierda. Si tu equipo no es el mejor, el bolo no sonará tan bien como el anterior o el siguiente. Si olvidas algo, sale en YouTube. Si lo recuerdas todo, sale en YouTube. Si tocas algo nuevo que no has madurado del todo o algo viejo pero la cagas, sale en YouTube. Si te salen mocos por la nariz mientras tocas la armónica y se deslizan por el soporte de la misma hasta caer en la camiseta, sale en YouTube. Si dices una tontería…


[Malpaso Ediciones. Traducción de Abel Debritto]

The Revenant: primer cartel


Joy: 2 trailers


Cartel de Criminal Activities


viernes, octubre 23, 2015

Zeroville, de Steve Erickson


He aquí el que para mí es otro de los libros más apasionantes del año, que quizá sólo comprendamos o gocemos en su totalidad los cinéfilos. Conviene apuntar que es muy posible que sea la novela con más referencias al cine que he leído en mi vida (más incluso que las que figuraban en mi primer libro). Eso, para empezar, ha hecho que disfrutara como un crío en cada párrafo.

Es necesario adentrarse en esta obra de Steve Erickson, que yo quería leer desde que salió en Estados Unidos, con auxilio de la memoria y de IMDb, aunque conviene tener a mano Google y YouTube para encontrar algunos de los guiños más difíciles: porque el autor no siempre lo pone fácil, a veces sólo deja pistas y esboza el argumento de una película sin dar el título o se refiere a una actriz ocultando su nombre artístico o enmascara al personaje con un pseudónimo (caso del director y guionista John Milius, que también inspiró al veterano de Vietnam de El gran Lebowski que interpretaba John Goodman, y que aquí protagoniza algunos de los diálogos más memorables).

Zeroville (alusión a una frase de la película Alphaville, de Godard) cuenta la historia de un tipo que se hace llamar Vikar, que tiene tatuada en el cráneo una escena de Un lugar en el sol donde aparecen Montgomery Clift y Elizabeth Taylor. Vikar pretende dedicarse al cine y para ello se instala en Hollywood, donde conocerá a una galería de personajes extravagantes, cada cual más perturbado (y entre esos personajes los hay inventados y los hay reales, de tal forma que es difícil saber dónde está lo verdadero y dónde está lo ficticio). Durante años, Vikar deambulará por Los Ángeles, Cannes, Madrid… siempre dependiendo del trabajo que le encarguen.

Cualquiera que sea un cinéfilo absoluto (y debo decir que es mi caso), sabe que hay diversas clases de cinefilia. Una de ellas es la que está representada por Vikar en este libro: se trata de un joven que sólo sabe de cine, que sólo habla de cine (también se interesa un poco por algunos libros), cuya vida consiste en ir al cine y ver películas en televisión (la trama empieza en el 69, por lo que no hay dvd's, descargas on line ni redes de intercambio de archivos); todo lo que habla y todo lo que sabe Vikar está relacionado con el cine. Es una especie de freak inadaptado. Y sé de lo que hablo porque en mi infancia y en mi adolescencia yo era más o menos así: el día sólo era bueno si lograba ver al menos una película (en el cine de mis abuelos o en otras salas o en la tele o en el vídeo) antes de irme a dormir, durante los fines de semana salía de un pase para entrar en otro (un sábado perfecto consistía en ver la matinal y luego las tres sesiones habituales de mi ciudad, y alguna más durante la hora de comer, en vídeo), y sólo era capaz de hablar de cine y de relacionarlo todo con las películas y de aprenderme diálogos, y a veces subía a la cabina de proyección para recopilar los pedazos sueltos de celuloide que sobraban de los empalmes entre las bobinas y los guardaba como un tesoro (creo que todavía tengo algunos recopilados por ahí). En mi caso fueron mis amigos de toda la vida los que, en torno a los 15 o 16 años, se obcecaron en que saliera con ellos y fuera a los bares y conociese el mundo exterior y el ambiente nocturno (y, de algún modo, "me salvaron"). Por eso digo que comprendo bien a Vikar. No es un bicho tan raro como parece. Es un ejemplar de una especie común.

En Zeroville dice un personaje refiriéndose a otro: Últimamente ha tenido sueños de películas que nunca ha visto. Películas que ni siquiera conoce. Y eso me sucede a mí de vez en cuando: veo el trailer de Mad Max 4, por ejemplo, y sueño la película antes de verla, y no es broma…

Vikar, por tanto, es un cinéfilo inadaptado, como al parecer lo era el propio autor: alguien a quien le cuesta socializar. Es evidente que, aunque estamos en una ficción, Steve Erickson ha canalizado aquí muchas de sus obsesiones, de sus manías, de sus escenas y frases favoritas de películas. Zeroville viene a ser, además de un manual de cine (de cine clásico, sobre todo), una metáfora sobre el poder de las películas para embrujarnos, para hacernos soñar, para vivir mundos imposibles, para averiguar (como intenta averiguar Vikar) que todas están conectadas por un hilo… Uno de los detalles más exquisitos del libro es que el narrador deja claro que sabe más de cine el ciudadano de a pie que los mandamases de Hollywood o los que pululan por el Festival de Cannes buscando fama; los primeros saben de películas, las conocen y las revisan y se las aprenden, mientras que los otros sólo saben de dinero y de cotilleos y de despilfarros.

Vikar sólo entiende el mundo en términos cinematográficos, y constata que la realidad siempre es más incómoda, más áspera, más peligrosa, y que todo depende del montaje, de cómo estructuremos tanto la realidad como la ficción y que tanto una como otra son o deberían ser fragmentarias. Zeroville no está muy alejada de las películas de Tarantino, en las que, sobre una base real, verídica (guerra, psicópatas, gángsters, ladrones, drogadictos…), construye un mundo que sólo puede existir en la ficción, con un reparto de personajes esculpidos con mano de artesano de la narrativa.

Nota aparte merece la traducción. Supongo que José Luis Amores habrá buscado hasta debajo de las piedras de internet para dar con los títulos españoles de las películas citadas. Tengamos en cuenta que los distribuidores de este país a veces cambiaban la traducción al sacar en alquiler o en venta algunas películas. También están esos filmes que nunca se estrenaron en salas comerciales de aquí, pero que luego se pasaban en televisión o en vídeo y se les ponía un título en español. Y, aparte de eso, creo que ha sabido darle el ritmo que el libro tiene y necesita. Probablemente pronto relea Zeroville

Aquí van unos fragmentos:

-El engaño –dice Dotty– no cabe cuando vas al cine. ¿No lo sabías? Igual que no cabe el engaño en los sueños. En el cine te enamoras de quien quieras, te acuestas con quien quieras, vives por siempre feliz tan a menudo como quieras. Liz –dice– lo entiende. Si alguien lo entiende, esa es Liz.

**

-¿Qué es el cine, señor Vicario?
-¿Qué?
-¿Qué es el cine? El cine –se responde a sí mismo– es metáfora. –Mira a los hombres que le rodean para medir la reverencia con la cual ha sido recibida su reflexión–. El cine es metáfora, y esa es una de las cosas que el cine tiene en común con la política, la cual a menudo es también metáfora. El Generalísimo asesino… ya no se trata de su poder. Está agonizando, y en su agonía ya no tiene verdadero poder ejecutivo. Despacio pero sin pausa el país se arrastra hacia la libertad y la justicia. En Fuencarral, por ejemplo, cerca de su hotel, ¿ha advertido recientemente mujeres de la noche?
-Sí.
-A eso me refiero.
Vikar considera las implicaciones políticas de las mujeres que ha visto en Fuencarral.
-Pero en su improcedente empeño en continuar con vida, el Generalísimo asesino ostenta otra clase de poder sobre las mentes de los ciudadanos que lleva oprimiendo más de treinta y cinco años. ¿Entiende lo que le estoy diciendo?
-No.

**

-No hay nada que te recuerde más el paso del tiempo que un crío.
-No.

**

Todas las películas reflejan lo que aún no ha sucedido, todas las películas anticipan lo que ya ha sucedido. Las películas que aún no han sucedido, han sucedido.

**

-¿No parece extraño –dice Monty– que haya veinticuatro fotogramas por segundo en una película? ¿Que en cada segundo de película haya el número de horas de un día? –Dice–: ¿Qué significa que cada segundo de una película sea un día en la vida de una película secreta que alguien ha estado esperando que descubras en todas las demás películas?    


[Pálido Fuego. Traducción de José Luis Amores]

Jane Got a Gun: 2 carteles



Cartel de Mully


jueves, octubre 22, 2015

Arde Madrid, de Kiko Herrero


Mi madre está enfadada con el universo entero. Mi padre ha muerto sin dejarle más que una humilde pensión. Mi padre, comunista, estaba en contra de los seguros de vida y de la propiedad privada. Contra los bancos y el ahorro. Murió convencido de que sus amigos se ocuparían de su mujer y de sus hijos, que el director del laboratorio socorrería a su familia. Pero éste no tardó en suicidarse estrellando su Rolls contra la pared del túnel de AZCA en Madrid.
Mi familia pasa quince días en Villalba, pueblo de siniestras urbanizaciones al pie de la sierra. Nos han prestado un apartamento con una diminuta piscina comunitaria. Vemos la miseria acercándose como si fuera el invierno. Y un nuevo curso comienza. La vida continúa. Voy a buscar a mi madre al mercado. La busco por la primera planta, pero acabo encontrándola en la de abajo, donde van las viejas y los menesterosos, donde el pescado parece deprimido y las arrugadas berenjenas tiritan de pena.

**

¿Qué le ha pasado al barrio de la Moncloa? ¿Dónde están las campanas, los relojes, los árboles que cantaba Pablo Neruda? ¿Dónde están los perros y los chiquillos? Estoy agotado por tanta tragedia, tantas degradaciones, cansado de tantos trayectos al hospital, a Moncloa, a la Seguridad Social para el papeleo, por tanto ir y venir de París a Madrid, de Madrid a París. Estoy desmoralizado por la visión de un futuro fatal.


[Editorial Sexto Piso. Traducción de Luis Núñez Díaz]

Cartel de Dad's Army


En Playtime: Kiko Herrero


Arde Madrid: aquí.

Cartel de Don Verdean


martes, octubre 20, 2015

Pero hermoso, de Geoff Dyer


Pero hermoso fue el primer libro de Geoff Dyer que publicaron en España (ésta es la reedición de Random House), hace ya algunos años. Sin embargo es el último que he leído. Antaño recomendé Amor en Venecia, muerte en Benarés, Yoga para los que pasan del yoga y Zona. Todos son estupendos, aunque tengo debilidad por éste último, esa Zona que habla de un libro y de una película y de las filias del autor. Y quiero leer más libros suyos; por lo que sé, en 2016 Random publicará otra de sus obras. Admiro de Dyer, además de su prosa, su habilidad para mezclar ficción y no ficción, sea en forma de novela, de crónicas y ensayos o de retratos imaginados sobre músicos de jazz. Esto último es lo que hace en Pero hermoso, donde parte de datos y anécdotas reales de varios artistas (Duke Ellington, Lester Young, Thelonius Monk…) para elaborar historias sobre sus vidas, en las que la falta de datos concretos a veces es suplida por la fabulación o por la imaginación.

Aunque prefiero Zona, puede que Pero hermoso sea, valga la redundancia, su libro más hermoso, donde nos transmite de manera ejemplar y mediante la prosa lo que significa la tristeza propia del jazz, esa melancolía que acompañaba a tantos músicos.

Hacia el final, en un párrafo, Dyer hace un breve recorrido por las muertes y las vidas trágicas de los músicos de jazz: discriminación racial, malos tratos, alcoholismo, adicción a la heroína, cárcel, pabellones psiquiátricos, suicidios… Incluso aunque no sepas mucho de este género musical, Dyer logra que vayas aprendiendo. Aquí va un fragmento sobre Chet Baker, uno de mis personajes favoritos:

Era un hombre que daba siempre la impresión de estar yéndose. Quedabas con él y aparecía tres o cuatro horas tarde, o no se presentaba, o desaparecía durante días, semanas incluso, y no dejaba un teléfono ni una explicación. Y lo sorprendente era lo fácil, lo adictivo que resultaba amar a un hombre así, cómo sentías un abandono similar a la compañía: hasta tal punto Chet te acercaba a la soledad con la que todo el mundo carga, la soledad que atisbas en las caras implorantes de los desconocidos en un vagón de metro medio vacío. Incluso después de hacer el amor y de que él saliera de su interior, incluso entonces, minutos después de correrse, ella sentía que lo estaba perdiendo.


[Random House. Traducción de Cruz Rodríguez Juiz]

Trailer de Star Wars: The Force Awakens


The Big Short: primer cartel


lunes, octubre 19, 2015

David Vázquez: El viejo arte de morir


Ya salió de imprenta el nuevo poemario de David Vázquez, para el que escribí el texto de la contracubierta. Más datos: aquí.

Próximamente: El buda de los suburbios (Ed. 25 aniversario)


De Hanif Kureishi. En Anagrama.

Star Wars: Episode VII - The Force Awakens: cartel oficial


sábado, octubre 17, 2015

Exterminad a todos los salvajes, de Sven Lindqvist


Sven Lindqvist es un autor sueco que aún vive y que, pese a su prestigio, en España ha pasado desapercibido. Yo hace tiempo que veía en las librerías de saldo este mismo libro, a un precio casi ridículo. Y nunca lo cogía (aunque me llamaban la atención la cubierta y el título) porque no contaba con ninguna referencia, no había oído hablar de Sven Lindqvist. Durante este verano leí ese bombazo titulado Hambre de realidad, de David Shields, que tengo pendiente de recomendar en este blog: Shields cita, en ese volumen, a Lindqvist, que suele escribir libros de no ficción en los que mezcla apuntes autobiográficos con lecciones de historia, anécdotas literarias y varios aforismos. Su obra, por lo que he podido ver, es una de las más originales de la literatura contemporánea. En castellano sólo hay tres títulos traducidos y los he conseguido todos a precios muy baratos: Exterminad a todos los salvajes, Historia de los bombardeos y El mito de Wu Tao-tzu. Como Lindqvist aún no ha recibido un premio grande ni se ha muerto, pertenece al limbo de esos autores fascinantes que no logran vender más que un puñado de ejemplares.

Y Exterminad a todos los salvajes merece la pena. Un viaje por el Sáhara le sirve al autor para ir desenterrando el origen de los exterminios en la historia de la humanidad. Lo que Lindqvist viene a decirnos es que no todo empieza con Hitler y el Holocausto, sino que hubo otros genocidios mayúsculos, y así el hombre blanco arrasó con los indios, los africanos, los tasmanios… El autor también parte de una frase encontrada en El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad, una frase que pronuncia Kurtz: Exterminad a todos los salvajes (Exterminate all the brutes). Los datos y las historias van acompañados de anécdotas muy interesantes sobre los libros de Joseph Conrad, de Charles Darwin y de H. G. Wells. De tal forma que Lindqvist nos habla desde tres niveles: lo que ve, lo que lee, lo que descubre. Es decir: memoria, literatura e historia. Y todo ello, además, con una estructura fragmentaria que va enlazando e intercalando los diversos temas. A mí me ha gustado mucho. Pronto leeré sus otros dos libros traducidos. Éste empieza así:

Tú ya sabes lo suficiente. Yo también lo sé. No es conocimiento lo que nos falta. Lo que nos hace falta es el coraje para darnos cuenta de lo que sabemos y sacar conclusiones.

**

Es en la espalda que se notan las ausencias.
La parte anterior puede ponerse la máscara. El rostro por lo menos puede encontrarse a sí mismo en el espejo. Es la nuca la que está sola.
Podemos abrazarnos el vientre y acurrucarnos a su alrededor. Pero la espalda permanece sola.
Es por eso que las ninfas de los bosques y los djinnes se representan con una espalda ahuecada: ninguno aprieta su cálido vientre desde atrás contra ellos. Allí, por el contrario, trabaja el cortafrío de la soledad.
No encontramos nunca la soledad. Llega desde atrás y nos alcanza.

**

La característica fundamental en la política de los blancos es la aplicación de la violencia de los fuertes sobre los débiles.
El objetivo es quedarse con su tierra. La forma más imponente de esta práctica ha tenido lugar en Norteamérica. Blancos hambrientos de tierra se introducen entre los débiles y aun, a veces, decadentes poblados indígenas. Esta inmigración violadora de los convenios, que mientras Ratzel está escribiendo continúa aumentando su intensidad, es una de las razones fundamentales de la desaparición de los indios.


[Turner Libros. Traducción de Carlos Kristensen]

Próximamente: La guerra no tiene rostro de mujer


De Svetlana Alexiévich. En Debate.

Cartel de Embers


Mediterránea: 2 carteles



jueves, octubre 15, 2015

Cronomoto, de Kurt Vonnegut


Un poco más abajo está el enlace a mis comentarios en Playtime sobre este libro, del que aquí os dejo unos fragmentos:

Cuando supo que yo había nacido en 1922, el excelente novelista e ilustrador alemán Günter Grass me dijo:
-En Europa no hay varones de tu edad con los que puedas hablar.
Él era un niño durante la guerra de Kilgore Trout, que fue la mía. También eran niños Elie Wiesel, Jerzy Kosinski, Milos Forman y tantos otros. Tuve la suerte de nacer aquí y no allá, de ser un blanco de clase media, de criarme en una casa llena de libros y cuadros, de contar con una familia muy numerosa que ya no existe.

**

Mi tío Alex Vonnegut, un vendedor de seguros educado en Harvard que vivía en la calle North Pennsylvania 5033, me enseñó algo muy importante. Decía que cuando las cosas andan realmente bien debíamos tratar de percibirlo. Hablaba de ocasiones sencillas, no de grandes victorias: beber limonada a la sombra en una tarde calurosa, oler el aroma de una panadería cercana, pescar sin importar si pescamos algo o no, oír a alguien que toca bien el piano en la casa vecina.
Durante esas epifanías, insistía el tío Alex, debemos decir en voz alta: "Si esto no es estupendo, ¿qué cosa lo es?".

**

Cuando nos hayamos ido, no quedará nadie
que se emocione lo bastante con el papel impreso
para comprender su valor.

**

Defino como un santo a quien actúa de forma decente en una sociedad indecente.


[Malpaso Ediciones. Traducción de Carlos Gardini]

Carol: nuevo cartel


En Playtime: Kurt Vonnegut


Cronomoto: aquí.

Trailer de Bone Tomahawk


miércoles, octubre 14, 2015

Ciudad de Caníbales, de Alexander Drake


Aquel lugar era un fiel reflejo de las diferencias sociales de la ciudad. Los clientes que comían allí representaban a los ciudadanos de primera clase. Blancos adinerados que habían hecho fortuna gracias a la industria cinematográfica o a ciertas inversiones en el sector petrolífero. Los camareros eran los ciudadanos de segunda clase. Blancos sin dinero que necesitaban agarrarse a cualquier empleo que les permitiera pagar el alquiler mientras soñaban desesperadamente con que su suerte cambiar algún día. Y los cocineros pertenecían a la tercera clase. Negros y mejicanos ocultos tras las puertas haciendo el trabajo duro y sin ninguna esperanza de que nada fuera a cambiar en sus vidas.
Comí algo rápido y volví a subir a mi despacho. Todavía me quedaban varios asuntos por resolver; y lo más importante; aún tenía pendiente conseguir al director y el reparto para Ciudad de Caníbales.

**

Pensé en aquellos hombres. Crucificados en mitad de la nada. Condenados durante años. Trabajando de sol a sol por una miseria. Lo justo para llegar al día siguiente. Les chupaban hasta la última gota de sangre y luego escupían con desprecio sus cuerpos sin vida. Me fijé en sus caras. No parecían humanas. Habían perdido toda esperanza. Se habían resignado a aceptar su destino; una labor tediosa y sin sentido que les anulaba el cerebro, la voluntad y el alma. Era igual que morir minuto a minuto. Todos esos minutos que no podrían recuperar jamás. Viéndose arrojados día tras día al fondo de la trituradora. Sólo la muerte les libraría de su condena. En ocasiones yo me sentía exactamente igual. Poco después el tráfico volvió a la normalidad. Pisé el acelerador y traté de escapar; pero en realidad no sabía hacia dónde.


[Ediciones Lupercalia]

Próximamente: En movimiento


De Oliver Sacks. En Anagrama.

The Forest: primer cartel


martes, octubre 13, 2015

Más afuera, de Jonathan Franzen


Jonathan Franzen es uno de esos escritores sobre los que parece que hay que estar totalmente a favor o totalmente en contra. Se supone que o lo amas o lo odias. Yo me sitúo en ambos bandos y lo explico a continuación:

Está el Franzen que me gusta, donde podemos incluir sus ensayos Cómo estar solo, Zona fría y Más afuera y la novela Las correcciones (en concreto, el primer y el último libro de los citados me deslumbraron). Es un escritor del que siempre aprendo algo y que construye sus novelas y sus ensayos con una minuciosidad notable, y que a menudo dice/escribe cosas muy coherentes, y que sabe indagar en las relaciones familiares, en los lazos entre padres e hijos y entre los vínculos de amistad.

Está el Franzen que no me gusta, que es el de Libertad, dado que aquella novela, pese a lo bien escrita y estructurada que está, me aburrió mortalmente (y quizá parte de la culpa fue mía porque la leí durante un viaje de vacaciones y sólo podía retomarla a ratos). Pero tampoco me gusta la prepotencia que es evidente en algunos artículos y en algunas entrevistas ni su obsesión algo cansina por las aves. Es el caso típico de tío que cree que cuanto dice sienta cátedra. Y que lo que diga va a misa.

Y está el Franzen que no me interesa, que es el de sus primeras novelas y el de su ensayo sobre Snoopy. Hasta ahora no he sentido el impulso de leerlos.

Por eso aguardo con bastante expectación Pureza, que para unos es maná y para otros es mierda. A mi entender, los posicionamientos tan radicales no favorecen en nada a la literatura (aunque ése es otro asunto…). Como tenía pendientes estos ensayos, los leí durante el verano. Y en ellos se resume el Franzen que me gusta y el que no me gusta: el de los temas interesantes y sociales y literarios y el de las aves que además quiere sentar cátedra. Muy posiblemente gane el primero (el que me gusta) en Más afuera. Porque ya sólo esa crónica en la que cuenta cómo va a una isla a dejar las cenizas de su amigo David Foster Wallace hace que merezca la pena todo el libro. Aquí van unos cuantos extractos:

Nuestras vidas parecen mucho más interesantes cuando las filtramos a través de la interfaz sexy de Facebook. Somos protagonistas de nuestras propias películas, nos fotografiamos incesantemente, basta un clic del ratón y una máquina nos confirma nuestra sensación de dominio. Y como nuestra tecnología sólo es en realidad una prolongación de nosotros, no tenemos que despreciarla por ser tan manipulable, como podría ocurrirnos con las personas reales. Es un bucle enorme e interminable. Nos gusta el espejo y nosotros le gustamos. Hacerse amigo de una persona se reduce a incluir a esa persona en nuestro salón privado de espejos favorecedores.
[Del discurso "El dolor no os matará"]

**

David estaba enfermo, sí, y en cierto sentido la historia de mi amistad con él es sencillamente que yo quería a una persona mentalmente enferma. Después, la persona deprimida se quitó la vida, de un modo calculado para infligir el máximo dolor a aquellos que más lo querían, y nosotros, quienes lo queríamos, nos quedamos con una sensación de rabia y traición. De traición no sólo por el fracaso de nuestra inversión de afecto y cariño, sino por la manera en que su suicidio lo apartó de nosotros y lo convirtió en una leyenda muy pública.
[Del ensayo "Más afuera"]

**

Hoy día, uno, como escritor, está obligado ante sus lectores a imponerse el desafío más difícil que espera poder superar. Con cada libro, debe ahondar al máximo y llegar lo más lejos posible. Y si lo hace, y si logra un libro razonablemente bueno, significa que, la próxima vez que uno intente escribir, tendrá que ahondar aún más y llegar todavía más lejos. O si no, insisto, no merecerá la pena escribirlo. Lo que esto significa en la práctica es que uno debe convertirse en una persona distinta para escribir el siguiente libro. La persona que uno es ya escribió el mejor libro del que era capaz. No hay manera de avanzar si uno mismo no cambia. En otras palabras, si no reelabora la historia de su propia vida. O lo que es igual: su autobiografía.
[De la conferencia "Sobre la ficción autobiográfica"]

**

La intimidad, para mí, no consiste en mantener mi vida oculta a los demás, sino en ahorrarme la intrusión de las vidas privadas de los otros. Por tanto, aunque mis aparatos preferidos potencian de manera activa la intimidad, veo con buenos ojos casi cualquier avance si no me obliga a interactuar con él.
[Del ensayo "Sólo llamo para decirte que te quiero"]


[Ediciones Salamandra. Traducción de Isabel Ferrer]

Trailer de Love


Ingrid Bergman in Her Own Words: trailer y carteles




lunes, octubre 12, 2015

Rwenzori, de Juan Gil Bengoa


Cielo azul mecido entre espigas,
soplo de brisa, colchón de tierra,
lecho eterno de zumbidos aéreos.
Brillo acariciante del sol, canto de chicharras,
vuelo de mirlos y torcaces.

Apenas un suspiro y el cielo
se incendia sobre la alfombra del campo.

Alguien ha dicho que puedo morir esta noche.

**

Deseo que me habite la penumbra.
No quiero familiares a mi lado
ni besos de asco y compromiso.

Sé que en la planta superior hay bebés naciendo,
sorteando sus cabezas rosadas el limbo
para oír nítido el gemido de sus madres.

Tras la cortina, mi vecino purulento e insomne,
de regreso a una infancia de orina y llanto,
se estremece bajo la arruga del tiempo.
Me inquieta su tenebrosa presencia;
si me transfunden sangre, el espejo turbio
de sus ojos me implora cambiar de planta
y saquear la residual placenta.

**

¿Qué es un pulmón manchado?
¿Es de una fábrica la herencia
que se expande como una protesta
o disminuye como un salario?

Algo tan íntimo que alimentas a pesar de todo,
inflamación que ocupa y altera,
caverna móvil en la pantalla de un escáner,
nido vacío, parque desolado.


[Ediciones de La Isla de Siltolá]

Trailer de Hail, Caesar!