Izquierda Unida de Zamora ha emitido un comunicado sobre algunas de las decisiones de la Concejalía de Comercio. Admito que no las conocía, y todas contienen en común lo mismo: el traslado de ciertos negocios a zonas demasiado alejadas de la ciudad. Para alguien que viva en otros lugares, como Barcelona o Madrid, obviamente esas distancias son una nimiedad. Pero estamos hablando de Zamora, no lo olvidemos, donde una de las ventajas de vivir aquí es que uno no necesita el coche, ni el autobús, para moverse. En ese sentido, la distancia se mide por otro rasero. El estadio Ruta de la Plata o Los Llanos son sitios que no caen a mano, precisamente. Comentemos algunas de esas decisiones.
Se ha hablado estos días del traslado del mercadillo al entorno del Ruta de la Plata, lugar al que trata de sacarse todo el partido posible: por el mismo precio damos fútbol, conciertos, mercadillo y lo que ustedes quieran. Hay que aprovechar la zona, así que celebremos o implantemos allí cuantos eventos o negocios se nos ocurran. El mercadillo, años atrás situado en La Horta, ha ido mudándose por problemas y objeciones de distinta índole. Acabaron por convencernos de que no era mal sitio junto a la estación de trenes. Y no era malo: la estación no está en el centro, pero tampoco en las afueras. El problema, a mi entender, es el siguiente: los ciudadanos, en mitad de sus compras matutinas o de sus paseos, decidían acercarse un momento hasta el mercadillo. A pie, y robándole algo de tiempo a la mañana. La estación no caía de paso, pero no era necesario subirse al coche. A partir de ahora el asunto cambia, como cambió cuando decidieron celebrar allí los conciertos: a nadie le interesa esperar al autobús, darse un viaje hasta el Ruta de la Plata aunque sea corto. En Zamora son importantes los lugares de paso, las proximidades, los sitios que no están a trasmano. Otra cosa es que, al ampliar los horizontes de la ciudad mediante el comercio y la construcción, se pretenda acostumbrar al ciudadano a que se mueva en vehículos y abra el compás de las distancias, que aquí es de corto alcance. Una de las ventajas de vivir en esta ciudad, repito, es que no son estrictamente necesarios los transportes. Una abuela que quiera acercarse al mercadillo a comprar alguna prenda a bajo precio lo tiene más crudo con esta decisión: toca aguardar al autobús y viajar. No es tan fácil como parece en una ciudad acostumbrada a las distancias cortas y a utilizar las piernas. Me pregunto si también los carteristas, rateros y choricillos que, en bolso ajeno, metían el dos de bastos para sacar el as de oros, y que actuaban cobijados en el bullicio de compradores, se desplazarán hasta allí para hurtar móviles y carteras.
Leo también que a los circos y a las ferias (o “caballitos”) que recaen de vez en cuando por la ciudad los mandan al Polígono Industrial de Los Llanos, un lugar que los jóvenes utilizaban para hacer prácticas con el coche, con el padre sentado a la diestra. Dicen, como en el caso del mercadillo y del Ruta de la Plata, que van a poner una línea de autobuses para facilitar el trayecto a la gente. Pero es que hay gente que no quiere el autobús ni regalado. Contábamos en Zamora con esa ventaja: le apetecía a un grupo de amigos acercarse, siquiera por mirar, hasta la feria, y comenzaba a andar sin pensárselo demasiado. Dabas un paseo, y punto. Ya la última idea, la de establecer los “caballitos” junto a Ifeza, no supuso un gran acierto. Viviendo en una ciudad más grande, como uno vive, se acostumbra a las grandes distancias. Cuando vuelve a su tierra, lo que menos desea es coger el coche o el autobús para los desplazamientos.