La maestría de Steven Spielberg como narrador visual y cineasta todoterreno es evidente, una vez más, en los primeros minutos de esta película rodada con la técnica del “motion capture” y la imagen en 3D: durante los créditos y el prólogo es capaz de resumir todo el universo de Hergé y las señas de identidad de los tebeos, desde el flujo de viñetas que caen en la pantalla hasta los recortes de periódico que dan noticia de los éxitos del reportero, pasando por los dibujos originales, algunas de las cubiertas que adapta la película y demás iconos que harán sonreír a los lectores habituales de Tintín, entre los que me cuento (en los últimos meses, ya lo dije, he releído todos los cómics).
Los guionistas y el propio Spielberg, con mucha habilidad, han construido un guión que abarca varios títulos: El secreto del Unicornio, El cangrejo de las pinzas de oro, El tesoro de Rackham el Rojo, entre otros. De ahí que, en el último tercio del filme, se tomen ciertas licencias: pasajes inventados, extensión del personaje de Sakharine, aparición de Bianca Castafiore donde menos la esperábamos… Y en esa última parte destaca una de las mejores persecuciones filmadas por Spielberg, un prodigio de movimientos de cámara, virtuosismo, ritmo trepidante y velocidad, y con la que el director se desquita de aquella lamentable persecución por la jungla de la última entrega de Indiana Jones (película, por cierto, que a mí me gusta: pero reconozco que la secuencia de marras daba vergüenza ajena); parece hecha a propósito para resarcirse y resarcirnos de su error.
Aunque falta el Profesor Tornasol, están Hernández y Fernández, la ya citada Castafiore y el hombre que acabará siendo el mayordomo del Capitán Haddock, quien tiene casi tanto protagonismo como Tintín, lo que indica que tal vez sea el personaje favorito de Spielberg. Con estos elementos, un reparto sólido (Jamie Bell, Daniel Craig, Andy Serkis, Simon Pegg y Nick Frost), la música de John Williams y un guión eficaz, Spielberg ha logrado una película redonda de aventuras y misterios, casi dos horas de diversión, para disfrutar como cuando éramos niños y vivíamos las matinales. Sólo habría que reprocharle algo… y es que la técnica del “motion capture”, que oculta a los actores aunque saca partido de sus rasgos (los ojos, las sonrisas, etc.), evita sin embargo que uno se emocione como, por ejemplo, nos ocurre cuando vemos a Harrison Ford salir vivo de un peligro o besar a la chica.