Me alegra ver el modo en que se apoya en Zamora a los jóvenes directores de la tierra que, poco a poco, con mucha ilusión y ganas, sorteando montones de escollos, van rodando sus cortometrajes y forjándose así una filmografía que debería llenar de orgullo a quienes hemos nacido allí. Al menos por el ánimo que le ponen. Aunque no esté presente en esas proyecciones, las sigo por el periódico y procuro leer las entrevistas con sus autores. Quienes están ayudando a que esos cortos se difundan son, principalmente, los dueños de Multicines Zamora, con proyecciones en la sala grande y dos pases hasta completar aforo; la entrada es gratuita. Lanzo la idea: alguien debería abrir una web o un blog en el que se fueran consignando todos los trabajos de estos directores zamoranos; no digo que cuelguen los cortos en internet, sino que la propia página se convierta en espacio de difusión y de punto de encuentro, con las biografías de los responsables y las fichas técnicas y artísticas de cada cortometraje.
El primer paso en una carrera cinematográfica debería ser dirigir un corto, o eso dicen algunos de los directores entrevistados por Stephen Lowenstein en sus dos tomos de “Mi primera película”; dicen que nadie debería dirigir un filme si antes no ha rodado, al menos, un corto, aunque sea amateur, aunque sea con la cámara de su padre, aunque sea tomando planos de los cumpleaños familiares. Rodar un corto es más difícil de lo que creemos. Hay que condensar las ideas en unos minutos, debes expresar mucho con lo mínimo. En este sentido, los cortometrajes no son muy diferentes de los microrrelatos. Luego está la gente que prefiere las novelas y los largometrajes y a la que no terminan de gustarle los microrrelatos y los cortometrajes porque prefieren más páginas, más minutos, más tramas, porque todo lo que sea breve les sabe a poco. Para gustos, los colores. Si resulta complicadísimo reunir al equipo y conseguir el dinero para levantar el corto, aún es más difícil (y caro) distribuirlo. En España no hay tradición sobre el cortometraje, y con esto quiero decir que el espectador medio no está acostumbrado a que le pongan un aperitivo antes de la película. En algunas salas de Madrid y Barcelona lo hacen: tras los trailers proyectan algún corto. Con el Fotogramas, a veces, regalan dvds que recopilan algunos de estos trabajos. Y deberíamos alegrarnos. Cuando yo era pequeño, el entrante que nos ofrecían era el NO-DO, casi siempre manipulado y casi siempre hecho para loar al régimen. Hoy tenemos los cortos, que son lo contrario: no nos los imponen y simbolizan la libertad y la democracia.
El viernes pasado estuve en Zamora, para asistir al estreno del corto “Sin título”, de LPR Productions. Estuve en el primer pase y la sala grande se petó. Fui, sobre todo, por amistad. No soy de esas personas a las que les da vergüenza apoyar públicamente a sus colegas. A mí no me duelen prendas en reconocer vínculos. Antes del corto vimos, de aderezo, un making of y un trailer. Vi muchas caras conocidas en la pantalla y por la sala. Los hermanos Mario y Pablo Crespo, a la cabeza del equipo en las labores de guión, dirección, producción artística, montaje y postproducción, nos hablaron de lo que íbamos a ver. Me satisfizo reencontrarme con los escenarios exteriores de “Sin título”: todo el entorno de La Marina, porque son los sitios en los que he vivido y me he criado. El corto contiene ecos del cine de Wong Kar-Wai y aúna poesía y reflexión filosófica. Mario se ha dejado la piel en esto y unos cuantos lo sabemos. Ahora toca detenerse y tomar aire. Entre el público había cineastas, artistas, políticos, etcétera. E incluso vinieron colegas de otras ciudades. Luego salimos a celebrarlo.