lunes, mayo 04, 2009

Aullidos, de Marc Behm


Seguidamente fue a East State Street e interrogó a los camareros de varios locales de jazz. Uno de ellos, un cubano apodado Big Foot conocía a Marz.
-Sí, esnifaba un poco. Aquí todo el mundo esnifa. Da más swing a la música.
-¿Quién le pasaba la coca, Big Foot?
-Veamos, inspector… Aunque lo supiera no se lo iba a decir. en cualquier caso aquí no hay drogas, así que no merece la pena que registre. Sería una pérdida de tiempo.
-¿Con quién venía por lo general?
-Jovencitas. Alumnas, supongo. Nenas enrolladas. Dieciocho, diecinueve años.
-¿Qué más puede decirme de él?
-No mucho. ¿Quiere una cerveza? Invita la casa.
-No, gracias.
-Era como todos: un tipo mal pagado, ya no tan joven, con bolsas en los ojos, continuamente angustiado… angustiado por el futuro, angustiado por el sida, angustiado por los putos impuestos… un tipo que compraba todas las semanas un décimo de lotería y que no ganaba nunca. Un fracasado, vaya.
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