Laura está allí, en algún lugar del chalecito suizo, en una de las habitaciones iluminadas. Da media vuelta en el camino de entrada a una casa y pasa otra vez por delante de la de Laura, todavía más despacio que antes. Los árboles se mecen al viento. Él no se parece a Jay Gatsby: Gatsby esperó toda su vida y Daisy se le escapó. Charles sólo ha pasado dos años esperando y la recuperará. Tiene que recuperarla. La recuperará y se la llevará a las Bermudas. “¿Las Bermudas?”, le preguntará Laura. A Laura las cosas que él decía siempre le parecían raras. Será que no es un buen conversador, ¿quién sabe? Y no puede culparla por pensar que era un poco peculiar cuando le dijo que tenía que deshacerse del calendario. Pero en general, Laura nunca lo encontró raro; en general, lo amaba. Si todavía lo ama, la recuperará. Tiene que seguir amándolo. Tiene que amarlo, no queda otra.
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