Me pregunto qué le ocurre al cineasta M. Night Shyamalan. De promesa del séptimo arte, de rompetaquillas y de mago del suspense ha pasado a ser alguien que decepciona al público y a la crítica. Mucho o poco, pero decepciona. Fui con bastantes expectativas a ver “El incidente”, penosa traducción del original, “The Happening”, expresión que se repite durante toda la película (en la versión en inglés) y que equivale a “el suceso” o “lo que está pasando”. Y salí pensando que, bueno, no estaba mal para matar hora y media de una tarde de domingo, pero el resultado final es flojo. La manera más sencilla de definirla es que estamos ante una película de gente que se tira de los tejados mientras otra gente corre para escapar del viento. Y ya está. No hay mucho más. Es una pena, porque su último largometraje contiene un par de momentos buenos, “marca Shyamalan”, como el habitáculo de una vieja medio loca o alguna de esas secuencias mediante las que el director sabe ponernos los pelos de punta.
No he visto las dos primeras obras de Shyamalan ni tengo intención de hacerlo. Empezó haciendo cine blando y luego se dio cuenta que lo suyo era otra cosa, algo a medio camino entre Steven Spielberg y Alfred Hitchcock. De ahí nace su primera maravilla: “El sexto sentido”, a la que sólo le encuentro una pega, y es que a mitad de película hay demasiadas pistas sobre lo que le ocurre de verdad al protagonista, Bruce Willis, de manera que uno se sabe el final una hora antes de que llegue. Un buen director suele conseguir que te den más miedo los actores que los fantasmas. Por eso, en “El sexto sentido” daba más miedo la cara del niño que las apariciones. También ocurre en el cine oriental de terror. Quienes de verdad te erizan el vello de la nuca son los niños de rostro blanco y las muchachas de cabellera negra, larga y espesa; quiero decir: los actores y sus caras y maquillajes, antes que los efectos digitales. Un año después Shyamalan hizo la que, para mí, es su obra maestra. Es una opinión muy personal, que no sé si alguien comparte. Me refiero a “El protegido”, otra traducción ridícula en relación al original, “Unbreakable”, referencia al cuerpo irrompible, inquebrantable, de su protagonista (de nuevo Bruce Willis). “El protegido” es una película perfecta sobre superhéroes. Un filme sobre héroes y villanos de cómic, pero sin disfraces ni mallas. Sólo pequeños apuntes: el chubasquero amarillo del protagonista, o el bastón de Don Cristal (Samuel L. Jackson), el antagonista, reverso tenebroso del bueno, nacido para ser enemigo quebradizo del superhombre. También me gustó “Señales”. Después de su estreno discutí con bastante gente que le negaba sus virtudes a la película. Pero creo que es eficaz. Al igual que “Unbreakable” es una peli de superhéroes sin parecerlo, “Señales” es una cinta de extraterrestres sin parecerlo. Quiere esto decir que el tal Shyamalan busca siempre otro modo de hacer las cosas.
A esas alturas ya sabíamos que el hindú nos ha acostumbrado al cine de trampa y cartón. Es lo que había en “El bosque”. Pero el artificio funcionaba. El batacazo llegó con “La joven del agua”, que a mí me pareció aburrida, un pan sin sal. Aunque tiene seguidores. Con “The Happening”, dice, ha querido orquestar una serie B de suspense y terror. Efectos clásicos y baratos, maquillajes y apenas efectos digitales. El problema es que la película no va más allá de lo que promete y anuncia. Insisto en que tiene sus momentos, y no me parece mala. Me parece floja, sin emoción. Los actores están desaprovechados y el guión contiene tantos huecos que uno no deja de plantearse un montón de preguntas que, por supuesto, no le responden.