Así funciona mi ciudad: a veces la gente le da la espalda a los negocios (y no es culpa suya: es culpa de quienes manejan las riendas de las empresas) y luego, cuando los negocios cierran, se lamentan. Viene esto a cuento de una noticia: el cierre del negocio familiar que fundó mi bisabuelo. Como no hablo desde hace años con mi padre, sé por segundas que han cerrado. Y encuentro comentarios de la gente que hacía años que no pisaba el local (porque no lo pisaba nadie): les da pena, les parecía mítico, es una lástima. Típica actitud. Yo hace demasiado tiempo que no iba por allí. Por eso, aunque me crié entre aquellas paredes, sólo siento indiferencia. No diré: “Qué pena, qué mítico, qué lástima”. Sólo diré: “Así son las cosas”.
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