Me encantaba el poder que demostraba tener el coño. La manera en que los hombres se sentían atraídos por sus misterios, como si estuviesen buscando oro en territorio extranjero. Flor de dulce perversión, instrumento de éxtasis y tortura. Capullo delicado, raíz de decepción. Profundamente oculto en sus pliegues carnosos, con tantos secretos antiguos, una magia que ha confundido a los hombres desde que fue desterrado del Edén, lleno de un vudú cuyo hechizo convierte a los hombres en monstruos.
Lydia Lunch, Paradoxia. Diario de una depredadora