Escucho estos días una banda sonora impecable, o casi. El disco oficial de la película “Control”, que obtuvo tres premios en la última edición del Festival de Cannes, y los tres fueron a parar a las manos del director, Anton Corbijn, un tipo versado en fotografía y videoclips. Por ahí he leído que este es el mejor soundtrack del año. Bueno, yo no diría tanto. Pero sin duda es uno de los mejores. Ahí va la lista de los principales grupos que el disco recoge: The Velvet Underground, Sex Pistols, Roxy Music, Iggy Pop, Kraftwerk, New Order, David Bowie, y, por supuesto, Joy Division, pues la película gira alrededor del grupo y, en concreto, de su cantante, Ian Curtis.
Admito que no sabía nada de Ian Curtis, y muy poco de Joy Division. Hace unos meses alguien me dijo que quería ver el trailer de este filme, el cual, según parece, había entusiasmado a la crítica y al público de Cannes. “Es una película sobre Ian Curtis”, me contaron. “¿Quién?”, respondí. Al final encontramos el trailer. Corbijn la ha filmado en blanco y negro, lo cual demuestra cierta valentía. Recordemos que, hoy día, rodar una película renunciando al color significa un suicidio comercial. Hasta los Coen cedieron en “El hombre que nunca estuvo allí”: por si no lo saben, aunque la película se estrenó en un sugerente blanco y negro, en la edición en dvd se puede ver, también, otra versión en color. Me gustaron las imágenes de “Control”. Luego me hice con la banda sonora. He leído que su director, Anton Corbijn, es uno de esos individuos capaces de endeudarse y perderlo todo o casi todo con tal de ver cumplido su sueño, esto es, rodar este retrato sobre los últimos días de Ian Curtis. Lo contaron hace meses en El País: “Ha puesto de su bolsillo la mitad del presupuesto, siete millones de euros, vista la renuencia de los productores a invertir en una película en blanco y negro”. El problema que le encuentro a la banda sonora es que, seguramente, sólo recoge algunas de las canciones que sonarán en la película. Lo hemos visto infinidad de veces. Por ejemplo, en “The Doors”. Una gran banda sonora, pero no recogía ni la mitad de los temas que sonaban durante el largometraje. Después de escuchar el disco y de ver el trailer y de leer un par de cosas sobre la producción y los premios, empecé a leer datos sobre Ian Curtis, a quien en el filme encarna el desconocido actor Sam Riley. Esperemos que la película se estrene en España. Como está rodada en blanco y negro, sospecho que padecerá una trayectoria comercial minoritaria.
Ian Curtis era un tipo extraño. Sufría ataques epilépticos, lo que al parecer influyó en sus bailes en el escenario, durante los conciertos de la banda. La gente pensó, al principio, que era una pose de estrella de la música. Diversos problemas marcaron su vida: sentimentales, psicológicos, problemas de salud. Era un hombre sombrío. Tenía buen gusto literario: J. G. Ballard, William Burroughs, Franz Kafka, Joseph Conrad, Nikolai Gogol. Varios temas de su discografía se titulan igual que algunos de los libros de estos escritores, o están influidos por sus universos: “La exhibición de atrocidades”, “Interzona”, “Almas muertas” (que luego versionarían Trent Reznor y los Nine Inch Nails). En su tumba consta un epitafio que dice: “Love Will Tear Us Apart”, que es el título de su canción más conocida. A Curtis le gustaba el cine de Werner Herzog. Le gustaba Iggy Pop. Cuentan que vio una película de Herzog y escuchó un disco de Iggy Pop el día en que decidió suicidarse. Se ahorcó en la cocina. Era de noche. No era la primera vez que lo intentaba. Esta vez logró sus propósitos. Estaba a punto de cumplir veinticuatro años.