jueves, octubre 25, 2007

Antonio Orejudo: Fabulosas narraciones de amor

Me parece muy interesante este texto que apareció hoy en El Cultural. Lo copio entero, dice muchas verdades:
Las relaciones entre los escritores y las editoriales son como las relaciones amorosas: hay flechazos, enamoramiento, pasión, pero también rutina, aburrimiento, incomprensión y muy frecuentemente divorcio. Por ejemplo, mi relación con Tusquets, que ahora publica la que fue mi primera novela, Fabulosas narraciones por historias, es la historia de un chico enamorado de una editorial muy guapa que no le hace ni caso. Aunque este chico tiene relaciones con otras editoriales, nunca olvida a la primera, de la que siempre estuvo enamorado. Y al final de la película la consigue seducir.
Pero empecemos por el principio. Cuando yo terminé mi primera novela todavía vivía en Estados Unidos. No conocía a nadie y pensaba que mi única posibilidad era presentarla a un concurso. Y hubo suerte: a los pocos días de terminarla Tusquets y la Escuela de Letras convocaron el primer Premio de Narrativa Joven. Todo parecía creado para mí, pero el premio se lo llevó Susana Fortes y su Querido Corto Maltés.
De eso hace trece años. Lo recuerdo perfectamente porque fue entonces cuando regresé a España definitivamente. Lo primero que hice nada más llegar, antes incluso de deshacer las maletas, fue enviar mi manuscrito a Planeta. Mi amigo Romero se había ofrecido a hablar con Ymelda Navajo, a quien conocía, para que mi manuscrito no pasara inadvertido. Y sus recomendaciones debieron de surtir efecto, porque al cabo de unas semanas, Romero me llamó excitadísimo. Acababa de hablar con ELLA. Habían recibido unos informes de lectura extraordinarios y querían publicarla. A los pocos días me llamó una Silvia Bastos, que elogió entusiasmada la novela, que me habló de fotos de contracubiera y de promoción. Quedamos en concretar estas pequeñas esclavitudes de la fama después de la Semana Santa que se nos echaba encima. Pero no volví a hablar con ella. Ni volví a tener noticias de Ymelda Navajo. Fue varias semanas después de Semana Santa cuando recibí la llamada de una tercera persona. Me dijo que habían dado a leer mi novela a sus servicios jurídicos, y que habían recibido un informe que desaconsejaba su publicación, así que no iban a editarla. Y colgó.
En aquel momento, con el teléfono todavía en la mano y la mirada fija en una mancha de la pared, me di cuenta de que la publicación de esa novela me iba a costar más trabajo que escribirla.
En aquel punto se inició el vía crucis tradicional: fotocopias del manuscrito y envío a las editoriales que más me gustaban: Alfaguara, Anagrama, Lumen, Destino, Debate y Tusquets. Sí, Tusquets, otra vez Tusquets. No me daba por vencido. Me resistía a admitir que aquella editorial tan guapa no me quisiera. Pero no me quería. Ni esa ni ninguna. Todas me lo fueron diciendo amablemente por escrito.
Y también lo envié al premio Nadal, como todo el mundo. Me recuerdo esperando el fallo, con la radio puesta, dentro de mi coche, y oyendo decepcionado que aquel año el galardón se lo llevaban Ignacio Carrión y el gran Félix Bayón. Lo intenté también con las agentes literarias. Con Carmen Balcells, que me tuvo esperando mucho tiempo y que al final me dijo que no. Y con Antonia Kerrigan, que me propuso la autoedición del manuscrito.Y así pasaron dos años. Hasta que mi amigo Chavi Azpeitia me habló de un joven editor que había decidido fundar una editorial: Lengua de Trapo. Le hice llegar el manuscrito y al poco tiempo me citó en una especie de zulo semiabandonado, en una zona de residuos industriales, donde estaba la sede. No era lo que yo esperaba, aquella no era la editorial con la que yo había soñado, pero el entusiasmo de aquel tipo me convenció y sellamos la publicación de la novela con un apretón de manos. Y lo que son las cosas: esa misma tarde recibí la llamada de Constantino Bértolo, que con palabras muy generosas me ofreció publicar en Debate. Una oferta tentadora, una editorial con prestigio... Pero había dado mi palabra. Y aunque estuve tentado de romperla, finalmente no lo hice, y la novela salió con Pote Huerta en septiembre de 1996.
Han pasado once años, y la novela acaba de editarse de nuevo. Esta vez con las cubiertas negras de Tusquets, aquella editorial tan guapa que me dio calabazas tantas veces, y a la que por fin he podido llevarme al huerto.
Antonio OREJUDO