Sería una lástima que este libro pasara desapercibido. Contiene relatos que a veces parecen ensayos y ensayos que cobran la forma de relatos. Tradición y vanguardias. Internet y Borges encerrados en sus páginas, por citar sólo un par de referencias. Ya lo advierte la nota inicial: "La estructura de este libro es carcelar; de cárceles circulares". Todos los personajes viven encerrados, asfixiados, con poco espacio para moverse: están en ciudades bajo tierra, o en prisiones, o en hoteles llenos de gente a la que nunca se ve por los pasillos, o aislados en su propia cabeza, o perdidos en un laberinto de hielo, o dentro de la red, en un sistema digital. Este es uno de esos libros que suponen aire fresco, pero que los críticos con abrigo que huele a alcanfor desterrarían de su biblioteca. Allá ellos.
El autor rompe los géneros, apuesta por relatos extraños (sirva de ejemplo ese breve cuento en el que sólo figuran los archivos de descarga del KaZaA, pero cuyos gustos retratan al personaje y elaboran el perfil del mismo), introduce recuadros a modo de post-it. Asomarse a estas historias encierra algo tenebroso. No son relatos de miedo, pero sí son muy inquietantes. Como escudriñar el fondo de una gruta sujetando sólo una cerilla.