Mi relación con los libros del maestro del periodismo gonzo, el doctor Hunter S. Thompson, de cuyo suicidio se cumplieron el mes pasado ya dos años, es extraña y resbaladiza. Cuando estudiaba en Salamanca vi alguno de sus libros publicados por Anagrama en la Librería Cervantes y creo que también en la biblioteca de La Casa de las Conchas. Una compañera de clase me recomendó “Los ángeles del infierno”, una alucinada crónica en la que el doctor Thompson había convivido con esta banda de motoristas de Estados Unidos para luego contarlo en un libro. Cuando fui a buscarlo ya no les quedaban ejemplares, y aplacé su compra. Hace unos cuantos meses, por casualidad, buscando un libro de otro autor en la estupenda El Bandido Doblemente Armado, di con “Los ángeles…” en un estante. Es obvio: lo compré. Han transcurrido muchos años, pero esta crónica llegó por fin a mis manos.
Durante el rodaje de “Miedo y asco en Las Vegas”, la adaptación de Terry Gilliam en forma de viaje de ácido con cameos de lujo y el protagonismo de Johnny Depp y Benicio del Toro en sus caracterizaciones más freaks, busqué el libro. Estaba descatalogado y tuve que recurrir a la Sala de Préstamo de la Biblioteca Pública de Zamora, cuyo exhaustivo catálogo de títulos me ha proporcionado innumerables alegrías. Lo leí. Pasarían aún dos o tres años hasta que Anagrama lo reeditara. Hoy se puede encontrar en cualquier librería, en edición de bolsillo. Por cierto, casi todo el mundo cree que la adaptación de Gilliam es la única que existe, pero hay una versión antigua, que data del año ochenta y protagonizan Bill Murray y Peter Boyle. Su título: “Where The Buffalo Roam”. Confieso que dispongo de una copia, pero todavía no la he visto porque está en inglés sin subtítulos en castellano. Hace tiempo anunciaron otro proyecto de Hollywood: la adaptación de su libro “El diario del ron”. En principio, no me interesaba mucho, ya que supuse sería una especie de autoplagio de “Miedo y asco…”, hasta que un amigo poeta me recomendó su lectura. “El diario del ron” lo publicó Anagrama hace cinco años.
Y antes de ayer, leyendo El Blog Ausente, una bitácora imprescindible que compendia algunos de mis gustos (Los Simpsons, Godzilla, el cine de Serie B, las películas de chinos karatekas, el pulp, los cómics, etcétera), su autor señalaba en un post que había conseguido, por fin, un ejemplar de “La gran caza del tiburón”. Este era uno de los libros de Thompson que yo había visto en las bibliotecas. Pero jamás le eché un vistazo porque, a causa de su título, siempre creí que se trataba de un reportaje sobre pescadores, escualos y marineros, y de ese tema sólo me interesaba la película de Steven Spielberg, “Tiburón”. En El Blog Ausente dicen que es una antología de artículos, en los que el doctor en periodismo gonzo se mete en sus habituales líos. Busqué después algo más de información por la red, y Carlos Boyero recomendaba este libro en una de esas entrevistas que le hacen cada semana los internautas. He sentido rubor al saber que se trata de una antología o recopilación que ahora me interesa, pero que nunca me interesó por culpa de la ignorancia o por juzgar el contenido sólo por el título (no debemos juzgar un libro por su portada, pero aún menos por su título). Sin perder tiempo, he encargado esos tres volúmenes que me faltan, el del ron, el de los artículos e incluso el de Las Vegas, para releerlo. Thompson me interesa mucho. Se echaba de cabeza a los tiburones con tal de lograr un reportaje que, por lo general, era justo lo contrario de lo que sus jefes le habían encargado.