En febrero de este año escribí un artículo para este periódico en el que comentaba el intento de boicot de un grupo de chalados al rodaje del nuevo filme de James Bond porque no les gustaba el actor rubio y de ojos azules seleccionado para el papel. Dije entonces que sospechaba que la elección de los productores iba a ser la correcta: había visto a Daniel Craig, así se llama el actor, en "Camino a la perdición", "The Jacket", "Munich" y "Layer Cake", y en esta última quedaba claro que sería un 007 distinto pero probablemente perfecto. Hace poco también lo vi en "Enduring Love", o sea, "Amor perdurable", que en España se tituló "El intruso", o algo así: estaba basada en la novela de Ian McEwan.
Ahora se ha estrenado "Casino Royale" en muchos países. Se inspira en la primera de las novelas de Ian Fleming. Y por fin todo el mundo respira tranquilo, aliviado: les ha gustado a los fans acérrimos, a quienes no les apasionan las historias de este agente secreto británico, a los críticos y a los productores, que así se embolsarán una millonada a tenor de cuanto está recaudando. Al final de aquel artículo escribí: "Craig, un actor con muchísimo talento por explotar, y que estos días ha perdido dos dientes rodando una escena de acción, será un Bond distinto, pero brutal: más duro, peligroso, vulnerable, enigmático. Acorde, sospecho, con el Bond original, y por supuesto con los filmes de género negro de antaño". Es feo ponerse medallas, y no siempre acierto en mis predicciones (de lo contrario saldría en la tele, de madrugada, echando las cartas junto a las brujas, yo mismo con un ataque de verborrea), pero esta vez no anduve errado, sin que sirva de precedente. A la gente le ha gustado este nuevo James Bond, aunque siempre habrá excepciones. Y ha gustado por dos razones básicas: el filme supera al anterior, "Muere otro día", lo cual era difícil; y supone una vuelta de tuerca al conferirle el peso de la película a un actor con más registros y talento que sus precedentes. Quiero decir: que Craig pasa de ser un gángster repulsivo en "Camino a la perdición" a ser un intelectual con gafas en "Enduring Love" y de ahí a ser un tipo elegante y rudo con licencia para matar. Tiene mucha habilidad para interpretar. Mis actores favoritos en la saga de Bond eran, por este orden, Sean Connery, Pierce Brosnan, Timothy Dalton y Roger Moore (olvidemos a George Lazemby). Craig, después de ver la otra noche la película en versión original, rodeado de ingleses, ha alcanzado ya el segundo puesto. Connery es insuperable.
Daniel Craig ha conferido una nueva dimensión al personaje, en una película rodada casi a la antigua usanza (adviertan la ausencia de "gadgets" y la superioridad de los diálogos que cruzan Bond y la chica, Vesper, frente a las escenas de riesgo). Sigue siendo elegante y magnético para las mujeres y muy peligroso para los enemigos, pero a esas cualidades se suman su destreza física, un cuerpo musculado y un rostro de duro con ojos de hielo y el corazón vulnerable. Como vulnerable es su carne, que en esta ocasión sangra. Es un agente más creíble, más realista, más rompedor. Y posee algo que Dalton, Brosnan y, sobre todo, Moore, no tenían: el carisma del hombre de acción. Los anteriores, aunque eran buenos y no reniego de ellos (disfruté mucho con sus películas), parecían donjuanes con esmoquin y no agentes dispuestos a partirse la cara a la mínima provocación. Brosnan estuvo muy acertado, pero Craig mejora a 007. Para redondearlo, a esa preparación física y a la cara de duro peligroso con sentimientos él ha añadido el toque canallesco y la leve sonrisa de granuja.