“Estudio en escarlata” es el nombre de una librería, próxima a Argüelles, que llevaba meses deseando visitar. Está especializada, según avanzan en su web, en “misterio, novela policíaca, terror, literatura gótica y sus diversos afluentes y múltiples afinidades”. Tomé el metro hasta allí y luego me di una caminata de unos cinco minutos hasta el local. Fui con la excusa de comprar una de esas revistas literarias en las que colaboro, dado que nadie ha tenido la amabilidad de enviarme un ejemplar; así funciona hoy la literatura en este país: a veces te toca incluso pagar por ver algo que has escrito. La había buscado en un par de librerías, sin fortuna: o no les quedaba o no la habían recibido. Esta vez tuve suerte: vi el lomo nada más franquear la puerta. Pero esa fue mi excusa. Porque lo que deseaba era darme una vuelta por el local, que dispone de dos plantas. En la de arriba, la sección de novedades, clásicos, revistas y magazines. En la de abajo, estantes ordenados según los géneros: cómics, literatura juvenil, fantástico, terror, policíaco, etcétera. Quien tenga gustos análogos a los míos ya supondrá que la visita resulta una gozada. Lo malo es que llegué con el tiempo justo, con quince minutos antes de que cerraran las puertas, y un cuarto de hora no da para mucho cuando eres un lector compulsivo y sueles pasar horas en las librerías. Al menos, me dio tiempo a entrar en una pequeña y apartada habitación donde se apilaban, en desorden, según me advirtió uno de los dueños, las ofertas.
En la página de “Estudio en escarlata” leí que habían conseguido traer todos los libros disponibles de la Colección Etiqueta Negra de Ediciones Júcar, y otras colecciones similares, como Etiqueta Rota y Gran Etiqueta. Probablemente, a algunos lectores no les suene de nada. Pero son libros que suelen verse en las librerías de viejo, en las ferias de libros raros y antiguos. Y, sobre todo, en las bibliotecas. Publicaron las novelas negras de estos autores: Jim Thompson, James Ellroy, Donald Westlake, David Goodis, Chester Himes, Ed McBain, W. R. Burnett, Horace McCoy, Jerome Charyn, Rubem Fonseca, Gregory McDonald, Max Allan Collins. Algunos títulos resultan brutales, dignos de la serie b y la pulp fiction: “Los sudarios no tienen bolsillos”, “El hombre que cambió de cara”, “Los timadores”, “La luna de los asesinos”, “Si grita, suéltale” o “Nadie vive eternamente”. Los de Etiqueta Negra poseen cubiertas negras y carecen de solapas, y en su logotipo se ve el dibujo de un revólver. Hasta ahora creí que era imposible encontrar determinadas novelas de esos autores de culto.
Algunas de esas historias las leí gracias al préstamo de adultos de la Biblioteca Pública de Zamora. Allí se cobijan muchos de estos libros y de estos autores que, antaño, no gozaban del prestigio crítico de la actualidad. Hay quien considera la novela negra como un género menor. Allá él. Pocas veces lo pasa uno tan bien como durante la lectura de esas novelas sembradas de diálogos secos y socarrones, tipos heridos bajo la lluvia, balas con nombre, hembras peligrosas que acaban llevándose el botín, policías sin escrúpulos, matones del tres al cuarto y detectives privados en decadencia. Los ejemplares disponibles de Etiqueta Negra costaban seis euros. De momento, compré un título que había leído hace muchos años en la Biblioteca Pública: “El asesino dentro de mí”, de Jim Thompson. Llevaba años buscando mi propio ejemplar, desde que lo leyera en Zamora, gracias al préstamo bibliotecario. Por cierto, el logotipo de “Estudio en escarlata” es el mismo que el de “Blade Runner”: la silueta de Rick Deckard, empuñando la pistola y envuelto en su gabardina.