Transcripción del pequeño escándalo nocturno y de naturaleza esperpéntica en la madrugada del miércoles al jueves (nota: se añaden observaciones del narrador, desde su puesto de escucha, para comentar el cotarro y que no todo sea diálogo; dicho diálogo aparece, en lo sucesivo, entrecomillado):
Voz de hombre: “¡Yo a ti te mato, guarra! Eres una puta”. Voz de mujer (con un fuerte acento, probablemente caribeño): “¡No se te ocurra acercarte, no me toques!” Otras dos voces, pertenecientes a hombres diferentes: “Venga, tío, pasa del tema. Venga, quieto”. El narrador se despierta con estos gritos. Se revuelve en la cama, pero aumentan de tono e intensidad: es imposible dormir. Las personas están en la misma calle, quizá bajo su ventana o a unos metros de distancia del portal. Voz de hombre (conciliadora): “Venga, anda, estate quieto, tío”. El narrador asoma la nariz entre las cortinas de la ventana. En efecto: están a unos metros del portal, pero sólo ve, desde su punto de observación, un par de codos y un cogote de añadidura. El hombre que gritaba se da la vuelta y se va, acompañado de otra mujer. Luego se gira, sin dejar de caminar, y, apuntando a la chica del acento, grita: “¡Eres una puta barata!” El tipo no parece peligroso y es joven, y todo queda como muy cinematográfico. Pero, a juicio del narrador, debió añadir a la frase un “Nena”. Ejemplo: “Eres una puta barata, nena” Le hubiese quedado más en consonancia con el cine negro. El narrador, con un sueño brutal agolpándosele bajo los ojos, continúa atisbando. Ya que no puede dormir, al menos quiere disfrutar del espectáculo. Un cantautor famoso y vecino suyo se asoma a su balcón, pero después vuelve adentro. Voz de mujer (la misma de antes, con un fuerte acento y tono de tiradilla, que en lo sucesivo será la única fémina de la transcripción): “Sois muy peligrosos. Mucho. Sí, muy peligrosos. No me toquéis. Sois peligrosos”. Voz de hombre (incrédulo): “¿Nosotros?” Respuesta de ella: “Sí, vosotros. ¡Fuck you, bitch! Yo he leído libros. He leído muchos libros. ¡Fuck you! Sois peligrosos. Sois muy peligrosos. ¡Terroristas! ¡Terroristas árabes!” Voz de hombre (con acento muy español): “Señora... me parece que se está usted confundiendo. No sabe usted lo que dice. Mire: yo soy del norte. Concretamente, de León. Y éste es de Guadalajara”.
El narrador, llegados a este punto, ha abandonado la preocupación inicial y, literalmente, se desternilla. Si no fuera tan tarde, ni tuviera tanto sueño, iría a hacerse unas palomitas en el microondas. Pero decide tumbarse de nuevo. Desde la ventana no se ve gran cosa, y es más cómoda la horizontal. Voz de mujer: “¡Fuck you, bitch! Sois peligrosos. He leído libros. ¿Sabes qué te digo? En Francia, sí, en Francia, prohibieron en la escuela el velo a las mujeres árabes. Y a mí me parece muy bien... ¡yo estoy con Francia! ¡Viva Francia! ¡Viva Francia! ¡Viva Francia! ¡Viva Francia! ¡Fuck you, bitch!” Las voces se oyen ahora lejanas. Voz de mujer: “Dame un cigarro. ¡Que me des un puto cigarro! Te voy a matar, hijo de puta, vuelve a tu país, terrorista árabe. ¡Fuck you!” Voz de hombre (el de León): “¿Pero qué dice?” El otro: “Anda, vámonos”. Ella: “¡Viva Francia! ¡Fuck you! ¡Viva Francia! ¡Viva Francia! ¡Viva Francia! ¡Vuelve a tu país, árabe terrorista! ¡Vete a tu país! ¡Viva Francia! ¡Viva Francia! ¡Viva Francia! ¡Viva Francia! ¡Te voy a matar! ¡Viva Francia!” Los españoles se alejan. El narrador, muerto de risa, hace su reflexión: “Una extranjera caribeña, quizá chiflada o bebida, acusando en la noche a dos españoles de ser terroristas árabes, en suelo español y en una calle en la que viven infinidad de árabes y españoles. ¡Qué gran comedia!”