viernes, julio 31, 2009

Harve Presnell (1933 - 2009)


Exactamente un mes después, me entero de la muerte del actor Harve Presnell; lo he leído en el Fotogramas. No sé cómo se me pudo pasar. Presnell estaba fantástico en Fargo (en la foto), dando vida al suegro de William H. Macy, a quien humillaba constantemente.

Michael Winterbottom adapta a Jim Thompson


En este reportaje de Público podemos ver una de las primeras fotografías de la nueva película de Michael Winterbottom, The Killer Inside Me, o sea, la adaptación de esa soberbia novela de Jim Thompson, El asesino dentro de mí. Casey Affleck es el sheriff Lou Ford, a quien ya interpretara Stacey Keach en una adaptación de los 70.

Próximamente: Una mañana radiante


Mondadori publica en septiembre esta novela de James Frey, autor de un libro que no me cansaré de recomendar: En mil pedazos.

Trailer de Fantastic Mr. Fox


Como ya dijimos, Fantastic Mr. Fox es la nueva película de Wes Anderson, esta vez de animación, basada en un libro de Roald Dalh y con George Clooney doblando al protagonista. Trailer: aquí.

Barbie Budista

En el siglo 5 A.C.
el filósofo indio
Gautama* enseña que “Todo es vacío”
y “No hay yo”.
En el siglo 20 D.C.
Barbie está de acuerdo, pero se pregunta cómo un hombre
con esa barriga puede posar,
sonriendo, y sin una camisa.

________
*Buda (Siddhartha Gautama)


Denise Duhamel, La diferencia entre Pepsi y Coca Cola. Antología de Poesía Norteamericana Contemporánea

Phishing

Recibí un correo electrónico, la semana pasada, supuestamente enviado por el Ministerio de Economía y Hacienda. Al abrirlo, durante un segundo casi me engañan al encontrar palabras como “Devolución de impuestos”, “Información fiscal” y “Oficina de Crédito de Impuestos”. En el cuerpo del mensaje, firmado por un tal Jorge de Justo, anunciaban que iban a devolverme 384.23 euros. Grave error que al principio me desorientó del todo, pues en Hacienda suelen devolverme más pasta por las retenciones que sufro cada mes. Junto a la firma aparece un número de teléfono, una dirección de correo electrónico donde reenviar tu mensaje y el nombre de la oficina desde donde supuestamente están gestionando esa presunta devolución. En adjunto aparece una serie de campos que piden que rellenes para cumplimentar el pago. Y te piden que pongas el nombre y los apellidos, la dirección postal, el número de teléfono, el número del carnet de identidad, el nombre de tu banco, el número de tu tarjeta de crédito, la fecha en la que caduca y el número de verificación de la tarjeta. Y se quedan tan anchos. Es lo que se llama “phishing”, o sea, una estafa mediante internet en la que el remitente se hace pasar por otra entidad para colártela y poder timar a quien recibe el e-mail y pica el anzuelo. Lo más característico de estas estafillas de medio pelo es la cantidad de errores y faltas de ortografía que contienen. En el correo electrónico del que hablo viene, por ejemplo, esta frase, que paso a copiar con todos sus errores: “Por favor, envie el reembolso de impuestos y permitir que nos 3ra-9no dias habiles, a fin de proceso” (aviso a las correctoras y teclistas: no cambien una coma del entrecomillado para que se comprueben dichos errores y palabras incomprensibles).
Aparte de esas faltas de ortografía y esos errores de concordancia, no resulta muy creíble que en Hacienda contacten contigo por correo electrónico para que les envíes todos los datos de la tarjeta. No recuerdo que se necesite tampoco el número de la tarjeta: sólo el número de la cuenta bancaria donde quieres que hagan efectivo el ingreso. Este fraude ha sido denunciado ya en varios blogs, en otros foros de internet y en la prensa. Porque el problema es que hay gente capaz de picar, de tragarse el anzuelo y responde al e-mail rellenando la solicitud con sus datos personales y bancarios al completo. A estas alturas, quienes han manejado poco internet aún se tragan algunos bulos y estafas. Tengo un colega (y él se reirá al leer esto) que todavía se cree las trolas que la gente reenvía por correo electrónico y de vez en cuando nos las envía a nosotros, sus amigos, para que estemos alerta.
Esos bulos hacen mucha gracia porque son patéticos, pero la gente se los sigue creyendo. Ya sabes, aquellos e-mails en los que te piden que reenvíes el correo a cincuenta personas, porque de no hacerlo borrarán tu cuenta del Messenger, o una maldición caerá sobre ti, o un niño morirá si no pides ayuda reenviando dicho mensaje. Chorradas. También me comentaba el otro día un amigo que su padre, que empieza a navegar ahora con frecuencia en la red, se creía muchos de estos mensajes. De esa credulidad se aprovechan los timadores. Yo he recibido incluso e-mails en los que incluyen la fotografía de un niño moribundo o de algún crío del Tercer Mundo, y en los que apuntan un número de cuenta en el que deberías ingresar dinero para salvarle la vida. Siempre apuntan que es “el hijo de un conocido” y que es verdad, que no es una estafa, y que poniendo talegos entre todos le salvaremos la vida. No se crean esos correos en los que les piden pasta o datos bancarios.

jueves, julio 30, 2009

Trailer de A Serious Man


La nueva chifladura de los Coen promete.

Rant. La vida de un asesino, de Chuck Palahniuk


Chuck Palahniuk siempre resulta retorcido y provocador. Su imaginación para poner al lector en situaciones que le repugnen o le incomoden no tiene límites. He tardado en ponerme con Rant y tengo por ahí unas cuantas obras pendientes de este autor (entre ellas, Fantasmas). Quieren adaptar al cine varios de sus libros, después de El club de la lucha y Asfixia: Superviviente, Monstruos invisibles y las citadas Rant y Fantasmas; ver: aquí.
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Este libro, fragmentario y futurista y con ecos de la novela Crash (de J.G. Ballard) y de la película eXistenZ (de David Cronenberg), está escrito al estilo de las crónicas orales, un formato que requiere entrevistar a una amplia variedad de testigos y recopilar sus testimonios, como indica al principio el autor. Todos hablan de Buster Casey, alias Rant, del que unos creen que ha muerto y otros piensan que ha resucitado y anda viajando en el tiempo. El mundo se ha dividido entre los Diurnos y los Nocturnos, con toques de queda y choquejuerguistas que se dedican a empotrar sus vehículos contra los de los demás. A Rant le gusta contagiarse de venenos y enfermedades y propaga la rabia entre los ciudadanos. De pequeño mascaba el alquitrán fresco de las obras. Se supone que mató a varias personas sirviéndose de animales: arañas, ratones, murciélagos, etc.
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Leyendo esta novela no se sabe quién está más chiflado: si el autor o el personaje; es broma. He disfrutado del libro, aunque los pasajes en los que hablan de las choquejuergas y las reglas para jugar me aburrieron un poco. Y sobre todo me ha gustado ese análisis que suele hacer Palahniuk de las sociedades enfermas, de las teorías conspiratorias y de las adicciones de los seres humanos. Lo dice uno de los personajes: La enfermedad es la nueva arma de destrucción masiva.

Cartel de Serge Gainsbourg, vie héroïque



Este es el biopic sobre Serge Gainsbourg en el que participaba la joven actriz, Lucy Gordon, quien se suicidó en mayo de este año. Interpretaba a Jane Birkin, por otra parte una mujer insustituible.

Otro domingo

Frente a la certeza
de que tarde o temprano
todo acaba, me salvan
esos largos paseos por el río,

salir a comer por el barrio
a esas horas en las que el silencio
es el refugio de otro domingo.

Y tú –ligeramente bebida–
diciéndome que cualquier
día de estos me llevarás
de viaje a Budapest.


Pablo Casares, Días prestados

Comic Con

La semana pasada uno de mis primos me dijo que tenía que irse a una convención en San Diego, California. Por motivos de trabajo, le toca viajar a menudo a Estados Unidos. Aunque vayas al Caribe, si viajas por trabajo al final el viaje es sólo una tarea, una carga, algo que tienes que asumir con paciencia para sortear los escollos que se te presentan: los largos trayectos en avión, las esperas eternas en los aeropuertos, tal vez la soledad y el aburrimiento si vas solo, el alojamiento en hoteles y moteles, la búsqueda de taxis o el manejo de un idioma que no es el tuyo. Mi primo no tenía ganas de ir allí. Un día o dos antes de marcharse me dijo por teléfono que le esperaba una estancia de una semana en San Diego y que no le apetecía. Le tocaba asistir a una convención de cómic. Y el día de su partida, leyendo las noticias de cine como cada mañana, vi que durante esa semana se celebraba en San Diego la popular Comic Con. Este evento empezó siendo un escaparate de proyectos del cómic y se ha convertido en un foco de atención no sólo para el tebeo, sino también para el cine y los videojuegos. Este año, además, la importancia de la Comic Con se acentuó con la presencia de gente como Johnny Depp, Tim Burton, Terry Gilliam o Peter Jackson, que fueron allí a presentar sus últimas películas.
El día que comenzó la Comic Con de este año le escribí un correo electrónico a mi primo, diciéndole que me daba envidia que se hubiera ido a esta convención porque siempre es una fuente inagotable de noticias y de proyectos y es uno de los lugares donde exhiben por primera vez los carteles y los primeros trailers de muchas películas. Su respuesta no fue nada entusiasta. Dijo que había tanta gente que no se podía ni andar por los pasillos. Que nunca había visto a tanto friki junto en toda su vida. Que la gente iba disfrazada de sus personajes favoritos del cine, del cómic o de la televisión. Que no paraba de encontrarse con un tío que se había puesto el casco de Darth Vader y no se lo quitaba. Que la gente vestía en plan hawaiano.
Pero en San Diego han presentado, por ejemplo, unos minutos de la tan esperada película de James Cameron, “Avatar”, que se supone será revolucionaria en cuanto a los efectos visuales. Y el primer trailer de “Tron Legacy”, la tardía secuela de aquella peli que nos fascinó en los ochenta. Y el teaser de “Alicia en el País de las Maravillas”, adaptada esta vez por Tim Burton, que me parece el tipo más indicado para traducir en imágenes la deslumbrante novela de Lewis Carroll. Leí “Alicia en el País de las Maravillas” y “Alicia a través del espejo” hace poco, y lamenté no haberlo hecho antes; pero siempre nos despistó la película de dibujos animados de Walt Disney: no estaba mal, aunque no capturaba la esencia del clásico. Por la Comic Con se han paseado estos días otras estrellas: Gary Oldman, Megan Fox, Robert Downey Jr., Cameron Díaz o Denzel Washington. Según un reportaje de El País, el año pasado acudieron unas ciento veintiséis mil personas. De ahí su importancia. E incluso “la venta de entradas para su próxima edición ya está abierta” (Rocío Ayuso, El País). La información relativa a los proyectos se ha podido seguir por Twitter. Y es que muchos directores, guionistas, productores e intérpretes anuncian en San Diego sus próximas películas. Admito que a mí me gustaría ir algún año. Lo que no sé es si podría soportar a tanta gente disfrazada. Ese rollo friki no me va. Eso de ir al cine disfrazado de personaje de “Star Trek” o “La guerra de las galaxias” me parece un incordio.

miércoles, julio 29, 2009

Cartel de New York, I Love You


New York, I Love You es la respuesta norteamericana a Paris, je t'aime (película con unos cuantos episodios muy buenos): el amor a una ciudad emblemática mediante 12 historias rodadas por directores de distintas nacionalidades. Uno de ellos, dirigido por la actriz Scarlett Johansson, finalmente queda fuera del montaje. El reparto de este nuevo filme no desmerece nada al del francés. Y así podemos encontrar, por ejemplo, a Natalie Portman, John Hurt, Eli Wallach, Christina Ricci, James Caan, Ethan Hawke, Shu Qi o Andy García. La lista completa puede verse pinchando en el cartel o en este link.

Creatura nº 42


Disección de julio en este post del Kebran.

Jul in the Sky with Diamonds

por tu risa por tu espontaneidad
por tus lunares por tu culo en pompa
porque no te gusten las vísceras
por llenar de luz mi penumbra
por tu hermosura marciana
por las uñas de los dedos de tus pies
por querer tanto a mi perra
por nuestros planes 9
desde el espacio interior
por el sabor de tu sexo
por cómo subes el muslo al sofá
por tus carlotas tus vampiras
por tus fotos tus caderas
por los huesos de tus caderas
por tus piernas robert crumb
y por tus gafas de sol selenitas
por los preparativos del viaje
por cómo me has encontrado
por cómo me has cautivado
por cómo te has entregado
por cómo te ruborizas
por ser tú por existir
por arrebatarme de belleza
por devolverme
la Visión de nuevo
me sabes bien Jul
brilLamos deSDe el cielo



Vicente Muñoz Álvarez, Inédito

El resto es silencio

Deberíamos promocionar Zamora, estos días de verano, como un lugar ideal de relajación y silencio. Una alternativa para quienes estén estresados del caos y del ruido de ciudades como Madrid. Una parada para tomar aire, reflexionar un poco y descansar. El sábado anterior me planteaba esto. Estuve allí, en mi ciudad, y en seguida me entró el anhelo de pasear. Un paseo antes de comer y otro tras la sobremesa. Si en Madrid salgo a la calle en torno a las tres o las cuatro de la tarde de un sábado, siempre encontraré gente en mi camino. Gente que va de compras porque a esas horas hay comercios abiertos, gente que va al curro o que sale del mismo, excursiones de turistas y pedigüeños por todas partes. En Zamora es distinto. Por eso me obstiné en dar una vuelta el sábado, tras la comida. Sé que es la peor hora. Sé que es el momento en que apenas encuentra uno una sombra y que no debería tomar el sol porque el médico me ha dicho que lo evite. Pero necesitaba el silencio de esas horas. Sólo el silencio. Llegar hasta el Parque de San Martín de Abajo y que sólo se oiga el rumor del agua de las fuentes y el canto de algún pájaro. Nada más. “El resto es silencio”, decía Hamlet un segundo antes de morir; en otras traducciones ponen “Lo demás es silencio”. Silencio en los paseos. Para que se relaje la mente.
Caminamos por la ciudad bajo un sol brutal. Pero es el momento, como digo. Más tarde, la calle se llenará de familias que quieren ir hasta La Catedral y ya no será lo mismo: entonces faltará el silencio que busco. Es la hora en la que se ven a dos o tres turistas estudiando los rincones viejos de la ciudad. Haciendo fotos, deteniéndose en los bancos de los parques a descansar de la solana, apuntando algo en sus libretas o consultando mapas arrugados, tras el intervalo de la comida. Tal vez han comido en un mesón o se han conformado con un bocadillo a orillas del río. En algún que otro banco, cerca del Castillo, veo a personas leyendo libros. Me dan envidia. Durante la caminata me revelan que, además de algunos turistas, a esa hora salen a caminar los locos y los perturbados. Al principio no me lo creo y me propongo fijarme y resulta que es cierto: por doquiera que voy, la Avenida de la Feria, el entorno de La Catedral, por Ramos Carrión o Viriato, veo a esos locos. Tipos que hablan solos. Hombres que van dando voces y que te miran desde un abismo que sólo ellos conocen. Fulanos que, a media caminata, fumando un pitillo, se detienen ante las papeleras y miran dentro y rebuscan un poco, quién sabe en busca de qué. Solitarios. Siempre solitarios. Algunos dan miedo. No falta algún yonqui que, venciendo el acoso del sol, pide algo suelto para calmar su ansiedad, aunque él no diga para qué necesita el dinero.
Es cierto cuanto me cuentan. Que a esa hora es frecuente el paseo de los raros. Se me ocurre otra alternativa: quizá ellos estén todo el rato paseando por ahí, pero a media tarde no reparamos en sus siluetas desvencijadas porque se confunden con la gente que sale en manada a la calle. No veo al loco de las muñecas, que es un habitual de esos horarios. El loco de las muñecas (creo que son Barbies lo que siempre lleva en las manos, pegadas al pecho como si se las fueran a quitar) da un poco de miedo. No lo vemos. Nos sentamos a descansar en la terraza de Viriato. Sigo viendo a algún que otro chiflado, pero como ya son las cuatro y media de la tarde también pulula por ahí la gente normal o los que al menos parecen más normales. Allí, a la sombra, tomando una Coca-Cola, se está de lujo. Por las noches, después de la jarana, además, refresca. Y uno vuelve a casa sin calor. Casi con frío. Sintiéndose bien.

martes, julio 28, 2009

Próximamente: Relatos y ensayos inéditos de Bukowski


Los lectores de Charles Bukowski estamos de enhorabuena. Tras la reciente publicación del poemario La gente parece flores al fin (Visor), en Anagrama editarán Fragmentos de un cuaderno manchado de vino. Relatos y ensayos inéditos (1944 - 1990). Por cierto, buen título. Esto es lo que pone en la ficha del libro, en la web de la editorial:
.
A su muerte en 1994, Charles Bukowski dejó abundantes archivos de material inédito o publicado en revistas underground. Aquí se reúnen piezas que, a decir de John Martin, su editor en Black Sparrow Press, constituyen «el eslabón perdido en la obra de Bukowski que de súbito hace que todo adquiera sentido». En efecto, hay ya muestras de su pericia narrativa desde sus primeros cuentos publicados, y de su peculiar forma de narrar, a caballo entre la autobiografía y la ficción. Este libro puede ser una puerta de entrada al universo de Bukowski o también un rotundo colofón para sus lectores. «Una lectura esencial tanto para seguidores de Bukowski (y escépticos) como para cualquiera interesado en el desarrollo de la literatura moderna norteamericana» (Mark Terrill, Small Press Review).

Cartel de Solomon Kane


Película basada en el personaje de Robert E. Howard.

[Sin título]

Gijón,
hotel playa poniente,
habitación 110.

El rollo
de papel higiénico
seca mis lágrimas
mientras
me acuesto
con mis recuerdos.

Hace casi un año
paseaba contigo por estas calles,

hace casi un año
quedaban pocas semanas para separarnos,

hace casi un año,
lo reconozco,
estaba convencido
de que nada cambiaría.



Javier Das, Lo que queda en la mirada (Inédito)

Centenario de Malcolm Lowry

Hoy, veintiocho de julio, se cumple el centenario del nacimiento del escritor Malcolm Lowry. Unas semanas atrás compré en dvd la película de John Huston inspirada en su novela más famosa, “Bajo el volcán”. Me extrañó que un filme tan olvidado (y un poco machacado por la crítica en su estreno) saliera justamente ahora en dvd en España. Lo que no recordaba es que este año se cumple el centenario de su nacimiento. Ahora todo encaja. En Tusquets Editores están haciendo una gran labor de rescate de este literato experto en merodear por un infierno arrasado por el alcohol y la desesperación y muy ducho en retratar esos abismos en las páginas de, por ejemplo, la citada “Bajo el volcán” o “Piedra infernal”. Vi la adaptación de Huston unos meses después de leer la novela. Y creo que Albert Finney está magistral en su retrato del célebre cónsul Firmin. El único actor que podría haber estado a su altura en este personaje hubiera sido el grandísimo Richard Burton. Huston no alcanza la cúspide de la genialidad en esta película, pero tiene escenas memorables: como las últimas, cuando el cónsul llega a una cantina, totalmente ebrio, y los parroquianos con aspecto de tipos peligrosos empiezan a molestarle.
En Tusquets acaban de publicar “Piedra infernal”, una novela corta en la que el lector asiste a los infortunios de un alcohólico metido en un hospital psiquiátrico. En la piel de este personaje se amontonan los delirios, la ansiedad, el dolor, la amnesia y la desorientación propia de quien vive para beber. Y también han publicado una selección de sus poemas, traducidos por Juan Luis Panero, y de largo título: “El trueno más allá del Popocatépetl”. Considero este libro un perfecto complemento a “Bajo el volcán”. Son los poemas que podría escribir el cónsul en una de esas sucias y húmedas cantinas mexicanas en las que se refugia para empinar el codo y añorar a su mujer. En cuanto a esta novela mítica y tan celebrada, ya escribí sobre las impresiones que me dejó su lectura, en noviembre del año pasado, y no voy a extenderme más. Aunque me gustaría apuntarlo: si eres lector habitual de cosas como “Millennium” o “El código DaVinci” o “La catedral del mar”, mejor no lo intentes con “Bajo el volcán”; te tiene que gustar mucho la literatura para conseguir que termines el libro. Mi primera edición de este título la conseguí hace unos cuantos años en uno de mis viajes a Madrid; si no recuerdo mal, aquel día vi el “Hamlet” de cuatro horas de Kenneth Branagh, versión extendida que a Zamora jamás llegó. Encontré el libro, editado por Bruguera, en un local de la Calle de los Libreros. Nunca leí esa edición: la letra me parecía demasiado pequeña y las páginas estaban demasiado viejas y amarillas como para que me apeteciera abrir el volumen. Tuve que esperar a una de las reediciones de Tusquets.
Estos días se pueden encontrar en las librerías, que yo sepa, tres biografías traducidas sobre el autor: “El viaje que nunca termina. La narrativa de Malcolm Lowry”, de Sherrill E. Grace; “Perseguido por los demonios. Vida de Malcolm Lowry”, de Gordon Bowker; y la célebre “Malcolm Lowry: una biografía”, de Douglas Day. Las tres han sido editadas por el Fondo de Cultura Económica de México. Lo malo es que la segunda cuesta treinta y seis euros, un precio bastante alto para estos tiempos. A los mencionados títulos habría que añadir “Desde la barraca: Malcolm Lowry y México”, el estudio de Francisco Rebolledo. Se pueden encontrar ejemplares en La Central del Reina Sofía de Madrid. Supongo que algún día las compraré. Me interesa la vida de Lowry casi tanto como su escritura.

lunes, julio 27, 2009

Días prestados, de Pablo Casares


AHÍ FUERA


Ten en cuenta que en esta noche,
a medida que vas construyendo algún verso,
intentando
dar con la palabra justa, ésa
que capture con sentido el trance del tiempo,
ahí fuera,
no lo olvides,
están jugando a vivir.

Teaser de Dorian Gray


Otra adaptación de El retrato de Dorian Gray, ese libro imprescindible de Oscar Wilde. Parece que, de momento, no tiene mala pinta. Primer trailer: aquí.

Primer cartel de The Losers


Basada en el cómic del mismo título y con un interesante reparto que incluye a Óscar Jaenada. Pinchando en el cartel se pueden ver los nombres principales.

David Cronenberg y Cosmópolis


Lo han anunciado estos días: David Cronenberg adaptará Cosmópolis, una de las mejores novelas de Don DeLillo, publicada aquí por Seix Barral. La leí hace años y quizá sea el momento de releerla. Aún se desconoce el reparto, pero se espera que el rodaje empiece el próximo año. La unión DeLillo y Cronenberg puede ser explosiva.

Ikea

Por fin pude visitar con calma Ikea, que es algo así como la Disneylandia del mueble para numerosas personas. Que es “la república independiente de tu casa”. A pesar de ser un día laborable, en torno a las ocho de la tarde, vi mucha gente en aquellos grandes almacenes de Alcorcón. ¿La crisis llega hasta Ikea? Probablemente. Pero igual se nota menos. Todo el mundo necesita mobiliario para el piso, y en Ikea es barato y fácil de montar por uno mismo, de manera que van implantando esta marca sueca en algunas ciudades y la gran superficie acaba destrozando a la pequeña superficie, porque el pez grande siempre se come al pez chico, etcétera. Sitios como éste hacen polvo a los pequeños comercios. Igual que las cadenas extranjeras de comida rápida afectaron a los modestos bares con restaurante de menú al fondo, igual que las salas de minicines acabaron con los cines de antaño, igual que los hipermercados usurparon la clientela de la pequeña tienda de ultramarinos del barrio de toda la vida. Y en ese plan. Estos días he leído algunas noticias sobre la posible implantación de Ikea en otros puntos de la península: Alicante, Valladolid o La Coruña.
Me llamaron la atención ciertas cosas. Por ejemplo, en el aparcamiento vi varias furgonetas, con las puertas laterales abiertas y los conductores gitanos dentro, charlando, o fuera, fumando un pitillo. En las lunas delanteras o en los mismos laterales de esas furgonetas, junto a las puertas, había carteles escritos a mano con letras mayúsculas que decían: “Portes y mudanzas”, “Portes” o “Libre”. Quiere decirse que esa gente alquila su furgoneta para llevarte los muebles a casa, si no tienes espacio en tu vehículo o si no tienes coche y has venido en autobús; es como un taxi pirata (como los que hay en Ibiza, por ejemplo, para las noches de farra al salir de las discotecas), pero con servicio de mudanza incluido. En Ikea tienen carteles que anuncian el alquiler oficial del servicio de transportes, con el precio respecto a la zona a la que quiera uno llevarlos. Y, obviamente, será más barato pillarse un vehículo pirata. Para quien no haya entrado en Ikea, se lo explico. Es como atravesar una planta de El Corte Inglés con muebles, pero a lo bestia. A mí me pareció un laberinto. Hay dormitorios completos, cocinas, estanterías para los libros y los discos, sofás y cómodas, armarios, espejos, cuartos de baño, sillas y mesas, plantas, cestas, herramientas, accesorios y mobiliario de oficina… Entiendo que la gente que ama la decoración de hogar se vuelva loca en este lugar y disfrute de tanto adorno y tanto invento.
Admito que el sitio no está mal, aunque yo prefiero Fnac: mi territorio es el de los libros y las películas. En las estanterías de Ikea tienen decenas de libros, de adorno, para que veamos cómo lucen. Mientras la gente estudiaba los muebles, yo me puse a mirar los títulos de los lomos. Gran decepción porque, aunque había algunos buenos autores, los ejemplares estaban en sueco. Supongo que sería una de esas partidas de libros destinados a la trituradora o a los cajones de saldo de las librerías de viejo, pero acabaron aquí. Los clientes recorren esas salas donde se expone el mobiliario y van apuntando las referencias. Después, tras el recorrido, llegan a un almacén que recuerda un poco al de la última escena de “En busca del arca perdida”, cuando meten el arca en una caja y la colocan junto a cientos de cajas idénticas. Allí se sirve uno mismo. Recorre los pasillos, mira las secciones que ha apuntado y va colocando los paquetes planos en los carros. A la salida, una tienda de productos de alimentación suecos y una barra de fast food. Luego, lo duro es meter los paquetones en el coche.

domingo, julio 26, 2009

En agosto: Música y poesía


Cartel de Jonah Hex


Adaptación del cómic del mismo título. Con Josh Brolin, Megan Fox, John Malkovich, Michael Fassbender y Michael Shannon.

Efecto Twitter

En la prensa de Estados Unidos hablan de un fenómeno que han bautizado como “el efecto Twitter”. Se supone que las películas que se estrenan allí están sufriéndolo. Dicen que “Brüno” fue un taquillazo el día de su estreno, pero que las recaudaciones descendieron al día siguiente porque los internautas opinaban sobre la película en las redes sociales, principalmente en Twitter, desvelando escenas o recomendando no ir a verla. Al parecer, la recaudación del filme bajó un cuarenta por ciento. Dicen que los chavales incluso ponen mensajes en Twitter o Facebook desde el cine, accediendo desde sus teléfonos móviles. Ha dicho el presidente de una web de noticias: “Si al público no le gusta la película que ve el viernes, puede que el sábado ya esté hundida”.
El fenómeno no es tan nuevo. Dijeron lo mismo cuando se generalizó el uso de los teléfonos móviles y los jóvenes empezaron a mandar mensajes a sus colegas desde el cine, a mitad de proyección, mientras aún estaban sentados en sus butacas. De hecho, esa (mala) costumbre es típica ahora en los cines y estoy cansado de soportarla. El clásico tipo que, cuando ha transcurrido una hora de metraje, saca el móvil y empieza a teclear un mensaje. Y la luz de su pantalla distrae y molesta. El fenómeno, pues, no es nuevo. Lo que ha cambiado es el medio. Pero ese cambio es importante, esencial. Con un par de mensajes de móvil puedes alertar a dos o tres amigos, y éstos, a su vez, pueden mandar algún mensaje a otros colegas, diciéndoles que no vayan a ver tal o cuál película; pero en algún momento la cadena se interrumpirá. Con Facebook y Twitter la cosa cambia. Pongamos que tienes quinientos amigos en tu perfil de Facebook: si envías el mensaje desde un ipod cuando la película aún no ha acabado, es posible que esa crítica negativa sea leída por, al menos, la mitad de ellos. Y ahí se crea la bola de nieve. O “el efecto Twitter”. En Hollywood tienen que ponerse las pilas y lo saben. Antes se charlaba en la barra de un bar y los amigos comentaban: “Me han dicho que esa película es mala, que no vaya a verla”. Hoy el comentario es otro: “He leído en Facebook que esa película es mala, me recomiendan que no vaya a verla”.
Hasta ahora hemos hablado del vaso medio vacío, de cómo afectan las malas críticas a un filme en las redes sociales. Hablemos, en este párrafo, del vaso medio lleno. Porque los magnates del cine es lo que están haciendo: cogen el fenómeno o el efecto, lo analizan, lo estudian con detenimiento y se ponen a actuar. Porque si una mala crítica en Twitter puede cargarse una película, una crítica favorable puede levantar otra. De hecho, los estudios han metido la cuchara con fuerza en las redes sociales. Veamos un ejemplo: para la próxima película de Tim Burton, “Alice in Wonderland”, se han creado varios perfiles de Facebook. Puedes ser admirador del Sombrerero Loco (Johnny Depp), de la Reina Roja (Helena Bonham Carter) o de la Reina Blanca (Anne Hathaway), con todo lo que eso comporta: recibir avisos y boletines de noticias, acceder a las primeras fotos, a los trailers y a los carteles en primicia. De modo que así estás más informado de ese título que con los medios tradicionales. Y yo supongo que, además de lo que vemos por delante, habrán creado ya una picaresca por detrás. Es decir: gente que trabaje al servicio de los estudios de Hollywood y que se encargue, haciéndose pasar por meros espectadores, de difundir las virtudes de una película, previo pago de la empresa. No es raro: lo hicieron con los comentarios favorables a los libros de la web de Amazon. La mayoría estaban amañados. Aquí de lo que se trata es de ganar, de hacer caja. O sea, tonto el último.

sábado, julio 25, 2009

Dos carteles de Carriers




Película sobre virus, de próximo estreno. Ejem, muy adecuada para estos tiempos... En España la titulan Infectados. Dirigen, por cierto, dos catalanes.

Citas. 105



Cuando eres un ganador, perder te duele en el alma. Pero tu alma puede soportar el dolor.

Walter Tevis, El buscavidas

Puerta bloqueada

Demasiados conductores tienen la costumbre de aparcar el coche bloqueando la puerta del garaje que hay debajo de nuestra ventana. Circulan por esta calle, siempre atiborrada de vehículos y, como no encuentran sitio para dejar su coche, lo aparcan delante del garaje. Con un par; suelen ser hombres, nunca mujeres. Ni siquiera dejan encendidos los intermitentes. Plantan el vehículo allí y se largan. Y esto ocasiona una cadena de problemas. Ocasiona problemas a quienes quieren meter su vehículo en el garaje y no pueden entrar, y entonces tienen que esperar con el carro parado en mitad de la calzada (mientras los de atrás pitan) o tienen que irse a dar una vuelta o dejarlo en algún sitio cercano. Lo peor es que la calle es estrecha y es imposible ponerlo en doble fila hasta que el dueño que bloquea la entrada aparezca. Ocasiona problemas a quienes van a salir del garaje porque quedan atrapados ahí mismo, a un paso de la salida, con el coche en la puerta y cerca de la rampa; en esa situación uno queda inmovilizado porque no puede salir ni retroceder; ni para adelante ni para atrás. Y es posible que, además, esa gente tenga que ir al trabajo, o salga de viaje. O adonde sea: es su coche, es su plaza de garaje y es el dinero que paga por ella, así que no debería esperar ni un segundo. Me ocasiona problemas a mí, porque no puedo concentrarme en la escritura con estos ruidos añadidos: el pitido constante del claxon del conductor que no puede entrar o salir, la llegada de la policía en coche o en moto y sus llamadas a la central o a la grúa, las conversaciones de quienes se paran allí y opinan, etcétera. El claxon también molesta a los demás vecinos, que se asoman a ver qué ocurre.
Este incidente, a veces, se convierte en un auténtico circo. Si el conductor culpable de bloquear el garaje está por allí cerca, en cuanto oye los toques de la bocina sale corriendo, pide disculpas y retira el coche. Pero no siempre es tan fácil. Yo he visto desde mi balcón a una mujer a punto de llorar y luego cabrearse mucho porque el fulano que obstaculizaba la salida tardó un montón en aparecer y ella llegaba muy tarde al trabajo. La cuestión es: ¿tu jefe se creerá que has llegado dos horas tarde al curro porque un idiota bloqueaba la salida de tu garaje? Lo dudo. En este circo, al final se juntan los curiosos, la policía, algún vecino y, por fin, el tipo de la grúa. Lo malo es que quienes están atrapados en el garaje no consiguen que la poli llegue hasta que ha transcurrido media hora, como mínimo. Y aún resulta más difícil lograr que aparezca el de la grúa y se lleve el otro coche. Hablo de Madrid, del centro de Madrid: supongo que en Zamora, por ejemplo, tardan poco en aparecer.
Ayer fue la última vez, por ahora, que esta situación se produjo debajo de casa. Mujer que salía del garaje en torno a las nueve de la mañana, más o menos. Un coche blanco bloqueaba la salida y ocurrió lo de siempre: pitidos, llamadas por el móvil, aparición de dos policías en motocicleta. Transcurrida una hora, no era normal que un tío dejase el vehículo en un sitio en el que está prohibido aparcar y se ausentara durante tanto tiempo. Entonces uno empieza a hacerse preguntas. ¿Y si fuera un coche robado y el ladrón hubiera decidido dejarlo allí mismo después de darse una vuelta? ¿Y si al conductor le ha pasado algo, por ejemplo romperse una pierna a una manzana de allí? ¿Podría ser un auto utilizado por terroristas? En Lavapiés puede suceder cualquier cosa. En el barrio, además, se necesita tarjeta de residente para circular con el coche. De lo contrario, pueden multarte. Y hay cámaras de vigilancia. Casi una hora y media después vino la grúa y se llevó el vehículo. El conductor no apareció.

viernes, julio 24, 2009

El poder del perro, de Don Winslow


Esta novela es brutal en todos los sentidos. Ha sido publicada en la colección Roja&Negra de Mondadori auspiciada por Rodrigo Fresán, autor del prólogo. Imaginen una especie de Traffic literario, con unas gotas de Los Soprano, unas pinceladas de Sleepers y un toque de cualquier película de Sam Peckinpah. Retrata los esfuerzos de un policía de la frontera entre México y Estados Unidos, Art Keller, un tipo de origen hispano, para detener el narcotráfico entre ambos países. La novela abarca tres décadas de esta lucha en la que van muriendo quienes le rodean: los 70, los 80 y los 90. Y los personajes se mueven por distintas zonas: Nueva York, Tijuana, Baja California, Sinaloa, La Jolla, San Diego, Hong Kong, Putumayo, Tegucigalpa, Ciudad de México... Keller pronto descubre las ramificaciones del narcotráfico, que afectan al gobierno de EE.UU., capaz de decir que emplea millones en la lucha contra las drogas para, en realidad, destinarlos a frenar el comunismo.
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Winslow tiene una habilidad sorprendente para coreografiar los actos de tantos personajes e hilar tantas tramas. Es directo en los diálogos, eficaz cuando describe los tiroteos y las palizas y las persecuciones y esclarecedor cuando habla de política y de historia. Me recuerda un poco a James Ellroy. Es ese tipo de novela. No hay concesiones y no faltan toques duros y salvajes del estilo a Ellroy o Cormac McCarthy: las torturas a que someten a hombres a los que despellejan vivos o a los que meten una barra de acero al rojo vivo por el ano o a quienes cortan la cabeza para enviarla a su familia en una caja (a la manera de Seven). En algunos pasajes se nos hace un nudo en el estómago porque aquí casi no se salva ni el apuntador. Dicen que la HBO planea rodar una miniserie sobre el libro. No se puede hacer una película porque tiene 720 páginas y te dejan un poco exhausto (esa extensión es lo único que le reprocho al autor). Se pueden leer unas páginas en este link (en el apartado de Extras: ofrecen casi 40 páginas del libro).

Teaser de Alice in Wonderland en otros formatos


Ya se puede ver con mejor calidad y en distintos formatos. Aquí.

[Sin título]

quizá no te quiera tanto
como quiero quererte
siendo sinceros
y siendo sinceros, también
quizá tú tampoco me quieras
tanto como dices
o siendo sinceros también
podemos hablar
de tod@s aquell@s a los que ponemos ojitos,
o de lo de follar
o de las decepciones
o de la oscuridá
y los secretos
y los abismos
el frío
el silencio

pero siendo sinceros, ocurre
que cuando te veo llegar
de pronto está todo en su sitio



Isabel García Mellado, Tic tac, Toc toc

Cartel y trailer de Celda 211


Es la película rodada en la vieja cárcel de Zamora, hoy cerrada, y estoy deseando que se estrene. Y sé que habrá muchas caras conocidas entre los extras y secundarios (gente de mi tierra). Trailer y web: aquí.

Vales, ofertas y descuentos

Ahora, cada vez que compras en lugares grandes, en almacenes o en cadenas de firmas conocidas, te dan vales de descuento. Vas a comprar algún producto en la sección de informática de Fnac y, tras la compra, te dan un vale de unos cinco euros para otras secciones. De modo que te compras, por ejemplo, una webcam o una impresora y con cinco euros vas al piso de los libros o de las películas y te descuentan esa cantidad. Creo que esto es para los socios. En El Corte Inglés, tras cada compra, los vendedores o las cajeras te entregan un recibo y te indican que tienes cinco euros para canjear en cualquier sucursal de OpenCor. Da lo mismo que compres una caja de galletas, una novela o algo de ropa: en todas las secciones te dan ese vale. El teléfono sigue sonando con frecuencia para que las empresas te atosiguen con sus ofertas en telefonía e internet. Cuando es un número desconocido, ya no lo cojo. Cuando llaman de la compañía que me sirve la línea, no me queda otro remedio y respondo, pero es más de lo mismo: una larga perorata para ponerme al corriente de los descuentos, las ofertas, los paquetes más económicos y demás historias. Siempre digo lo mismo: que me lo pensaré. Es mentira, ya que lo olvido un segundo después de colgar. En algunos cines de la capital hay otras ofertas: los martes, las películas cuestan sólo un euro para los mayores de sesenta años. Me pregunto si acuden. En las entradas de cine, al dorso, continúa habiendo vales de descuento para pizzerías y otros locales de fast food. En el supermercado te sacas la tarjeta especial con la que obtener descuentos. Pero no sirve de mucho. La cajera te explica, después de pagar y cuando te va a dar el cambio y el recibo de la compra: “Esto es para un descuento en los botes de alubias”. Ah, pues muy bien. Pero tal vez no necesites alubias.
En época de crisis, hay que hacer lo que posible para que el consumidor no sólo compre, sino que repita la compra otro día en ese sitio porque la última vez le dieron un vale de descuento. Hace poco hubo una extraña promoción en Facebook: si eliminabas a unos cuantos “amigos”, te regalaban una hamburguesa. No es difícil eliminarlos. Basta con elegir el perfil y darle a “Eliminar”. Me llega al buzón un folleto de Telepizza. Cuando empezaron, vendían pizzas y poco más. Ahora no parece una pizzería con envíos a domicilio, sino un restaurante con muchas posibilidades: en el folleto pone que ya sirven platos de pasta al horno, hamburguesas con sus raciones de patatas fritas, croquetas e incluso kebabs. El kebab es el presente y el futuro de la comida rápida, lo que triunfa a nuestro alrededor. Y de ahí que ya lo preparen en las cadenas de pizza, en las hamburgueserías y en los locales que antes sólo servían bocadillos de calamares y de jamón serrano (es un decir). Fíjate en McDonald’s. Hace años que no voy a comer allí, pero suelo mirar los panfletos de publicidad. Ya no es el territorio exclusivo de la hamburguesa. Ahora tienen gazpacho, patatas asadas, filetes de pescado, ensaladas de distintas clases. Te ofrecen, en muchas de estas cadenas, el “pack ahorro”. Se copian unos a otros y ya no hay mucha distinción entre esos locales.
Todo esto se traduce en que la crisis prosigue su camino. Continúa machacando a las empresas, a los trabajadores y a la gente de la clase media y baja. Luego lees un titular donde dice que los ricos también notan la crisis y sólo puedes pensar: “¡Y un cuerno! ¿Qué sabrán ellos lo que significa padecer una crisis en las carnes?” Los ricos sólo saben del hambre, la miseria o lo duro que es llegar con algo de calderilla a fin de mes porque lo habrán visto en alguna serie de la tele.

jueves, julio 23, 2009

Cartel de Shutter Island


Primer trailer de Alice in Wonderland


Se puede ver ya un breve trailer o teaser de lo que Tim Burton ha hecho con Alicia en el País de las Maravillas, aunque de momento la calidad de imagen no es muy buena: aquí. (La fotografía pertenece a The Disloyal Subjects of the Mad Hatter, perfil creado en Facebook).

Vuelve Freddy Krueger



Parece que, finalmente, Jackie Earle Haley (Juegos secretos, Watchmen) será Freddy Kruger en una nueva versión de Pesadilla en Elm Street, qu se estrenará el año que viene. Abajo, la primera foto de la película:


Tenlo en cuenta

El mundo nunca
se hundirá
-ni se rendirá-
a tus pies.
Así que
esta noche
sal a bailar,
que no sea otro
el que te cuente
cómo suenan las olas
al romper en las rocas.



Javier Das, No hay camino al paraíso

Cartel de Road of No Return


Probablemente esta película sea mala y puede que nunca se estrene en salas comerciales de España. Pero pongo el cartel porque es el último filme en el que trabajaron juntos Michael Madsen y David Carradine, a la manera de Kill Bill. También porque merece la pena ver la pose chulesca de ambos. Es una de las 12 o 13 películas que rodó Carradine este año, antes de morir. Era más prolífico que Nicolas Cage. Se puede comprobar aquí.

Billar americano

Todos tenemos obsesiones temporales. Durante un tiempo nos da, es un ejemplo, por las máquinas tragaperras y nos pasamos el día jugando partidas; éste, por fortuna, nunca fue mi caso. O nos da por The Doors y nos compramos cualquier producto relacionado con la banda y nos aprendemos la letra de las canciones y nos vemos los vídeos y escuchamos cientos de veces cada disco; éste, por fortuna, fue alguna vez mi caso. La semana pasada, leyendo “El buscavidas”, de Walter Tevis, que adaptó al cine Robert Rossen con Paul Newman de protagonista, volví a disfrutar del billar, aunque sólo fuera a través de las breves descripciones que hace el autor de este juego. La historia de “El buscavidas” está ambientada en salones de billar, en cafeterías de estaciones y en tugurios donde el personal apuesta unos dólares y les parte los pulgares a los tipos que van de listos e intentan timar al contrario.
Y digo que volví a disfrutar del billar porque hubo un tiempo en que estuve obsesionado por este juego. No sé cómo empezó: no sé si fue gracias al estreno de “El color del dinero” o a que, entonces, también vi en vídeo o en televisión su predecesora, la citada “El buscavidas”. O quizá fuera por el billar que instalaron mis padres junto al bar de La Marina, en Zamora, que a veces menciono en este espacio. El bar era pequeño. Casi era más grande la mesa de billar que el local, así que se hizo lo único que se podía haber hecho: poner la mesa fuera, junto a la puerta, bajo techo, en esa especie de soportal que ahora, me parece, está en desuso. Los tacos y las tizas se guardaban dentro. Jugué mucho al billar, entonces. A mí y a tres o cuatro colegas nos gustaba emular a Eddie Felson (el personaje de Newman en ambas películas); es decir, que tratábamos de hacer sus jugadas con el taco de billar. Por supuesto, sin lograrlo jamás. Lo de Felson era un arte, como se ve en los dos filmes y en las dos novelas en las que se inspiraron. Nos dio por ahí, sin conseguir buenos resultados. Aunque perfeccionamos nuestros tiros. Numerosas tardes teníamos los dedos manchados de tiza azul. Cuando la gente dejaba de jugar a este billar y se emborrachaba, no era raro que colocaran las copas al borde de la mesa. Y luego alguien tiraba esas copas sin querer y el tapete verde iba acumulando manchas de alcohol y refresco, como si fueran las medallas conseguidas tras una guerra. Walter Tevis, en algún pasaje del primer libro, describe el agradable sonido de las bolas al chocar entre sí y el ruido que hacen cuando Felson las emboca en las troneras. Aquel sonido, en esa época de la que hablo, era la gloria. Aunque no siempre: yo cometía a menudo la inutilidad de meter la bola blanca en las troneras, que es lo que no debe hacerse. En los libros y en las películas citadas juegan en ocasiones a “bola nueve”, que consiste en utilizar sólo las nueve primeras bolas, si mal no recuerdo. También imitamos esa variante del juego.
Pero una mañana nos levantamos, fuimos al bar y la mesa había desaparecido. La habían robado. De madrugada. Se necesitan, creo yo, al menos dos personas para levantarla y puede que más para moverla y llevarla hasta una furgoneta o un camión. Hubiera pagado por ver la escena. También lo hubiera hecho si algún testigo pudiera contarme la historia. O si me la desvelara uno de los protagonistas, de los ladrones. Porque tuvo que ser digna de una comedia. En mi casa, claro, el robo no hizo ninguna gracia. Pienso en aquella mesa de billar, que tantos buenos ratos nos proporcionó, e imagino a cuatro personas, de noche, levantándola y acarreándola hasta el furgón o la furgoneta o donde quiera que se la llevaran.

miércoles, julio 22, 2009

Mañana, en Madrid


Recital en Tapas y Fotos
Jueves, 23 julio. 21:30 h.

Javier Das
Escandar Algeet
José Angel Barrueco
&
Isabel García Mellado
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Próximamente: Dos libros de Rodrigo Fresán


En breve, en Mondadori saldrá su nueva novela, El fondo del cielo; y en Anagrama se rescata otro de sus libros, Historia argentina, en edición corregida y aumentada.

SDCC (San Diego Comic-Con)


Estos días, en San Diego, se celebra la Comic-Con, un verdadero festín para los amantes del cómic, el cine, los cortos, los videojuegos... Se proyectan películas y trailers, se anuncian próximos proyectos, se dan conferencias, hay encuentros con gente del mundo del espectáculo y se presentan nuevos cómics y novelas gráficas. Una pasada. Y por allí está mi primo. Me dijo que se iba a un evento en San Diego. Pero no me dijo que era la Comic-Con y acabo de darme cuenta. Le mando abrazos desde aquí.

Lluvia

Me desperté esta mañana con
unas ganas tremendas de quedarme todo el día en la cama
leyendo. Luché contra ello durante un rato.

Me asomé entonces a la ventana y estaba lloviendo.
Y me rendí. Me dediqué por entero
al cuidado de esta mañana lluviosa.

¿Viviría mi vida otra vez?
¿Con los mismos errores imperdonables?
Sí, a la mínima posibilidad que tuviera. Sí.




Raymond Carver, Todos nosotros

El enlace

Es una boda en la que no conozco a nadie, salvo a una persona. Ni siquiera conozco a quienes se casan, no los he visto en mi vida. En otras ocasiones me ha pasado algo parecido, pero al menos conocía a dos o tres invitados. Esta vez no es así. Y eso hace que me sienta, al principio, como un intruso. Igual que los protagonistas de la película “De boda en boda”, que se colaban en bodas a las que no les habían invitado, haciéndose pasar por colegas del novio o de la novia para divertirse un rato y tratar de ligar con las solteras de cada celebración. Pero enseguida consigo sentirme cómodo. Me presentan a gente maja, agradable, y hacemos migas muy rápido. Entramos en uno de los autobuses aparcados junto al hotel del Valle del Jerte donde nos alojamos y nos llevan a un pueblo donde se celebra la misa. A ambos lados de las puertas de la iglesia hay un montón de mujeres que se han acercado a curiosear. En los pueblos, una boda es poco menos que un acontecimiento social. Los vecinos se reúnen en corrillos y se comenta la jugada: “Se casa la hija de…” (póngase el apellido o el mote que corresponda). El trayecto en bus dura unos cuarenta y cinco minutos. Recuérdese que estoy metido dentro de un traje y que hace mucho calor para soportarlo. Hubiera querido pasar la ceremonia metido en el bar del pueblo, pero todo el mundo entra en la iglesia y no es plan de irme solo a la tasca, con traje y corbata y unos zapatos que me aprietan demasiado porque el calor me ha hinchado los pies.
El cura está mayor y, por eso, se confunde un par de veces con el nombre de la novia. Cachondeo general. Cuando va a guardar la copa con las hostias consagradas, se le caen algunas. Por suerte, no al suelo. Hay una habitación, cerca de la puerta, que ofrece una estampa sabrosísima de batiburrillo y surrealismo: la efigie de una Virgen, un par de estufas, una bombona de butano, dos cajas de Mahou sin cervezas, un ventilador de pie y otros objetos que se arrumban cerca de la escultura. En una esquina de ese cuarto, además, está el confesionario. Yo creo que cosas así sólo se ven en los pueblos, esto de mezclar las imágenes piadosas con los trastos arrumbados y de hacer de una misma sala sitio de culto, de confesión y de almacén. Incluso por ver esto, el viaje ya merece la pena. En la iglesia hay ventiladores encendidos.
Cuando el enlace termina, regresamos al autobús. De vuelta al hotel balneario. El cóctel se ofrece en el exterior, en los jardines, mientras las ranas del estanque croan con una brutalidad asombrosa, igual que si vinieran de cantar en la ópera. Se está a gusto allí, ya digo. La novia es muy guapa. La gente sonríe. La cena, el baile y la barra libre se celebran en una carpa cercana. Para ir hasta allí hay que cruzar dos puentecitos pequeños, de madera, en curva, como esos que se ven en las películas de japoneses. El conjunto me recuerda a la novela “La Montaña del Alma”: supongo que debido a la mezcla de puentes, estanques, valles y rincones en paz. Cenamos platos muy sabrosos. Empiezo a mezclar las bebidas: que si vino blanco, que si tinto, que si champán. ¿Qué te voy a contar que no sepas? Ya sabes cómo funciona esto, y de ti depende pasarlo bien o no. Yo lo paso bien. Procuro no desmadrarme. Lo cumplo y nos retiramos a una hora prudente para ser una boda: las cuatro y media de la mañana. Lo mejor es el paseo hasta el hotel, casi a oscuras. Sólo son unos metros de caminata, no hay que coger el coche ni llamar a un taxi ni subirse a un autobús. El camino sólo está iluminado por unos focos pequeños, a ambos lados del sendero. Veo lo justo para saber dónde colocar los pies. Las ranas siguen a lo suyo. El don de la ebriedad ayuda a dormir.

martes, julio 21, 2009

Foto y primer cartel de The Road



Próximamente: Malditos bastardos


Mondadori publicará en septiembre el guión de la última película de Quentin Tarantino: Inglourious Basterds.

Portadas exquisitas


Ulysses and Us: The Art of Everyday Living, de Declan Kiberd. Inédito en España.

Estigma (variante)

2 médicas.
2 endocrinas.
se interesan por mis tatuajes.

¿dónde te hiciste eso?

en la cárcel

¿y por qué fuiste allí?

por un atraco a mano armada, cuando tenía 17 años

¿y estuviste mucho tiempo?

3 años

¿tienes el VIH?



David González, Sparrings

Valle del Jerte

Invitado de rebote a una boda. Tenemos que subir al coche y viajar por Extremadura. En concreto, cerca de Plasencia. Es sábado y estoy en el Valle del Jerte, al que no recuerdo haber venido antes. Esta región es famosa, sobre todo, por las cerezas y las picotas. En un folleto leo algo sobre las propiedades de la cerezoterapia. La boda se celebrará en el sitio en el que estamos, por eso nos hemos alojado aquí. Es un hotel balneario, pero no podré aprovechar sus rutas y tratamientos. No hay tiempo. Bajamos a la terraza del jardín, a comer algo rápido y barato. Me pido un bocadillo de jamón serrano con tomate, que en este tiempo de bochorno se agradece mucho. Nos sentamos a la sombra. No hay ruidos, que es lo que a mí más me importa. Salvo el rumor de las charlas de quienes pueblan otras mesas mientras comen. Es un sitio tranquilo, la clase de lugar que necesito en verano. Es una lástima que sólo vaya a pasar unas horas aquí. Sentado en una terraza del Valle del Jerte, observando las laderas verdes, las casas de un pueblecito que se divisa a lo lejos, el cielo claro y el agua de las fuentes y del pequeño estanque. Un paisaje de lujo. Un rincón para escaparse unos días y relajar el cuerpo y la mente. El domingo, sin embargo, debemos regresar a Madrid.
No todo podía ser perfecto: nuestra habitación es la defectuosa. La tarjeta con la que se abre la puerta está medio estropeada, y uno tiene que pasarse unos minutos moviéndola de arriba abajo hasta que aparece la luz verde y se puede mover la manija y entrar. Dichos movimientos logran que yo parezca un tipo que está forzando la cerradura con una tarjeta de crédito. Cuando llego a la ducha, no funciona. En algún punto se corta la circulación del agua y apenas sale un chorro débil, un hilillo fino con el que uno no podría ni quitarse las legañas, si las tuviera. Es como una paradoja: en un lugar en el que el agua es el centro y origen de todo, gracias a las fuentes, el spa, la piscina, el jacuzzi y otros servicios, la ducha no funciona. Desde las ventanas del cuarto se obtienen las mismas vistas que desde la terraza antes mencionada. El valle verde, las casitas a lo lejos y la gente llegando en coches y sacando de los maleteros algún bolso y los trajes de hombre para la ceremonia.
Por los pasillos del hotel, si exceptuamos a quienes vienen con el traje al hombro, sólo van personas envueltas en albornoz. Van o vienen para calmar sus cuerpos en las aguas y siento un poco de envidia. No me disgustaría meterme un rato allí y dejar que las burbujas me masajeen los riñones y la espalda. Hace un calor espantoso y tengo que ponerme un traje. Con la corbata y demás. Siempre me ocurre igual. Después de vestirme de etiqueta, cuando me miro al espejo pienso: “¿Quién demonios es ese tipo?” No me reconozco. Nunca me siento cómodo. Lo mío es el sport. Es la primera vez en mi vida que me hecho el nudo de la corbata. Sí, sí, ya sé que es patético y lamentable. Por lo general me echa un cable algún amigo, algún familiar. En esta ocasión no tenía a nadie a mano, así que me tocó entrar en YouTube y ver un vídeo donde mostraban cómo hacerse el nudo de la corbata en cuatro pasos. Menos mal que en YouTube siempre cuelgan documentos de esta clase. Nos viene de perlas a los torpes. Al salir al exterior, y pese a permanecer en la sombra, noto cómo empiezo a cocerme. Con este calor de julio la clave no es meterse dentro de un traje. Compadezco a quienes, en medio de este bochorno, tienen que ir a trabajar de esta guisa. Un par de autobuses están aparcados junto al hotel. Sus conductores esperan a los invitados. Para llevarnos al pueblo donde se celebra la misa. Un detallazo de los novios.

lunes, julio 20, 2009

Frank McCourt (1930 - 2009)


Fotografía de Heather Conley.

El buscavidas, de Walter Tevis


Por fin se ha traducido la novela de Walter Tevis, El buscavidas, autor también de su continuación, El color del dinero. Y lo ha hecho Rafael Marín para Alamut Ediciones. Y os aseguro que ambas son muy recomendables (la segunda la compré y la leí en los 80).
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The Hustler es una de mis películas favoritas de Paul Newman y por eso he disfrutado de la novela, que cuenta la historia de Fast Eddie Felson (Eddie Felson el Rápido), quien trata de ganarse la vida jugando y apostando en las partidas de billar. Su máxima ambición es ganar a Minnesota Fats (El Gordo de Minnesota), un jugador de Chicago que se ha convertido en leyenda.
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La adaptación de Robert Rossen era muy fiel, aunque existen pequeñas diferencias: el libro es más duro, más despiadado en el retrato de la pareja que forman Felson y Sarah. Walter Tevis nos da los detalles justos para que comprendamos las jugadas de billar sin aburrirnos. Porque lo que importa en este libro es saber si Felson es un ganador o un perdedor; si podrá dominar su carácter autodestructivo y con tendencia a la autocompasión para derrotar a los otros jugadores; lo que importan son los diálogos, las enseñanzas que recibe Felson, el ambiente cargado de humo de los salones de billar y su olor a tiza y a whisky. El buscavidas es una de esas novelas norteamericanas que uno empieza y no puede soltar. Este es un fragmento de la conversación entre Eddie y Bert, el hombre que se convertirá en su socio; Felson ha perdido tras enfrentarse a Minnesota y Bert le aclara sus errores:
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-Perdiste la cabeza y buscaste la salida fácil. Apuesto a que te divertiste, perdiendo la cabeza. Siempre es agradable sentir que los riesgos van cayendo de tu espalda. Y ganar: eso puede pesarte también a la espalda, como un mono. Dejaste caer también esa carga cuando encontraste una excusa. Luego, después, todo lo que hay que hacer es sentir lástima de ti mismo… y montones de gente aprenden a encontrar satisfacción de ese modo. Es uno de los mejores deportes de interior, la autocompasión. -El rostro de Bert mostró una amplia sonrisa-. Un deporte que le gusta a todo el mundo. Especialmente a los perdedores.
No tenía mucho sentido, pero sí el suficiente para hacer que Eddie volviera a sentirse enfadado, aunque el whisky se filtraba ahora por su estómago vacío, aplacándolo, resolviendo sus problemas: los antiguos y los que estaban todavía por venir.
-Cometí un error. Me emborraché.
-Hiciste más que emborracharte. Perdiste la cabeza -Bert empujaba ahora, de una forma delicada y controlada-. Hay gente que pierde la cabeza cuando está sobria. Las cartas, los dados, el billar; no hay ninguna diferencia. Si quieres ganarte la vida con eso, si quieres ser un ganador, hay que conservar la cabeza. Y hay que recordar que hay un perdedor en tu interior, gimiendo, y tienes que aprender a cortarle las alas. Si no, búscate un trabajo estable.
-Muy bien -dijo Eddie-. Muy bien. Usted gana. Me lo pensaré.

Cartel de Bright Star


Nueva película de Jane Campion, quien no rodaba un largometraje desde aquel bodrio titulado En carne viva (con Meg Ryan).

Summer Festival


Pagafantas

En el número de Fotogramas de este mes, el director Borja Cobeaga conversa con el actor Gorka Otxoa y explica lo que es “el parabrisas”: “(…) vas a besar a alguien en la boca, se gira y te pone el papo. Es el momento más bajo moralmente de una persona”. Esa actitud de defensa no aparece en su película, “Pagafantas”, pero sus variantes suponen una de las claves del éxito de la misma: “el koala”, “la cobra”, “el lémur” o la que da título al filme sí aparecen y logran que el público las reconozca. Simbolizan el rechazo y la falta de correspondencia. Normalmente es la mujer quien rechaza al hombre y le da calabazas, aunque también sucede al revés. Quiero decir que es más típico el primer caso (lo aviso para que no se me tiren las feministas al cuello, siempre tan susceptibles). Vale, a la mujer la rechazan; pero menos.
Decía que es una de las claves del éxito de esta película porque el público reconoce esas estrategias de rechazo: o bien las han vivido en carne propia, sufriendo las calabazas; o bien han sido él o ella quienes hicieron “la cobra” una vez; o bien conocen a alguien que estuvo en alguna de esas situaciones. Lo más triste del “pagafantas”, a mi entender, no es que no se coma un rosco, sino que es incapaz de ver la realidad, esto es: que la chica sólo lo quiere como amigo. Eso sí lo ven quienes le rodean: amigos, familiares. Él no; él aún tiene esperanza. Otro asunto es que alguien sea capaz de decírselo, de plantarle la verdad en la cara. En la jerga actual entre hombres y mujeres, lo peor que puede suceder es que la persona que te gusta te diga que eres su mejor amigo/a. Ahí la has jodido. Cuando una pareja se separa, el broche definitivo es la frase: “Quedamos como amigos, ¿vale?” La traducción simultánea de dicha sentencia es que jamás volverá a haber roce entre ellos, ni un beso de consuelo y mucho menos lo de llegar juntos a la cama. Como las madres saben mucho y son más sabias que nosotros, en el filme de Borja Cobeaga es la madre (Kiti Manver) quien ofrece la respuesta definitiva y esclarecedora; cuando su hijo (Gorka Otxoa) le pregunta si alguna vez dos amigos pueden llegar a liarse, ella le dice que, cuando una mujer ve a un hombre como amigo, eso no cambia jamás. Demoledor y cierto.
“Pagafantas” demuestra, dentro del cine español, que detrás hay un director que sabe conectar con el público. Que nos ofrece situaciones de comedia en las que nos vemos reconocidos o vemos reconocidos a nuestros colegas. Que sabemos, en suma, de lo que nos está hablando. Los espectadores del cine son jóvenes, por eso reaccionan bien ante esta película o ante la exitosa “Mentiras y gordas”. Esperemos que, de una vez por todas, se lo planteen: basta de largometrajes sobre la guerra civil y la posguerra. Quienes vivieron la guerra están muertos o, si viven, ya no van al cine, o sólo acuden una vez cada cinco años. El público, que es fundamentalmente joven, quiere que, al menos en el cine español, le hablen del presente. Con humor o con drama. Pero que le hablen de lo que es capaz de reconocer. O con lo que es capaz de reír (por ejemplo “Torrente” y sus secuelas; no nos podemos identificar con el poli casposo, pero sí reconocemos las huellas de la España profunda y de tono fachilla). Cobeaga, además, inserta en “Pagafantas” guiños reconocibles: a “Napoleon Dynamite”, “El resplandor” o “Virgen a los 40” (la escena en la que a Steve Carell lo torturaban depilándole el pecho no está muy lejos de los horribles peinados que Sabrina Garciarena le hace a Gorka Otxoa en “Pagafantas”). En mi grupo, cuando vemos a un “pagafantas” decimos que “está palmando”. O que es un “loser” y un “palmero”.

domingo, julio 19, 2009

Trailer y primer cartel de Zombieland


Comedia con zombies, en la línea de la divertida Shaun of the Dead (Zombies Party, la llamaron en España). En el reparto: Woody Harrelson, Jesse Eisenberg, Emma Stone, Abigail Breslin y Bill Murray haciendo un cameo. Trailer: aquí.

Otro cartel de The Box


Infravalorado

El otro día hablaba con mis amigos de Robert Redford: a pesar de ser un gran actor, está infravalorado, me temo. Quizá por comparación con Paul Newman, con quien sólo hizo dos películas. Newman era visceral y Redford es comedido. No se pueden comparar. No se deben comparar. Es como comparar los estilos de interpretación de, por ejemplo, Marlon Brando (visceral en su juventud, repleto de nervio) y Robert Mitchum (siempre comedido, con interpretaciones llenas de sutileza). Cada cual es grande en su estilo. Robert Redford, por cierto, ha vuelto a casarse. Con setenta y dos años. Y lo ha hecho sin demasiado ruido, en Hamburgo. Una pena que su colega Paul Newman no esté vivo para verlo.
La conversación de la otra noche arrancó con la película “Las aventuras de Jeremiah Johnson”, que he vuelto a ver después de unos años sin revisarla. Compruebo que su estilo y el modo en que está rodada inspiró a muchos otros filmes: “El fuera de la ley”, “Bailando con lobos”, incluso “Brokeback Mountain” o “Hacia rutas salvajes”. Amén de las nociones de libertad, comunión del hombre con la naturaleza y refugio en los bosques y las montañas. El mejor Redford está en ese largometraje dirigido por Sidney Pollack: tenaz, atlético, en forma, perfecto en la piel de un tipo de quien no sabemos exactamente de qué está huyendo, pero sí lo que quiere. Entre los sesenta y los setenta, este actor plagó su filmografía de peliculones, algo que la gente parece olvidar: “La jauría humana”, “Descalzos por el parque”, “Dos hombres y un destino”, “El candidato”, “El golpe”, “Los tres días del cóndor” o “Todos los hombres del presidente”, etapa gloriosa que culminaba entrando en los 80 con la magnífica “Brubaker”. En la siguiente década prácticamente se apartó del cine, pero destacan “Memorias de África” (como actor) y “Un lugar llamado Milagro” (como director). Apunto estos títulos porque las generaciones posteriores a la mía no han visto estas películas y es una pena. De hecho, si le preguntas a un chaval quién es Redford, tal vez sólo sepa decirte que es el que sale con Brad Pitt en “Spy Game”, o el de “El golpe” y “El hombre que susurraba a los caballos” porque las pasan de vez en cuando en la televisión. También es cierto que no se prodiga mucho en el cine y que en este siglo no ha hecho nada rompedor, aparte de su papel en “Spy Game”, que es una puesta al día de las obras de espionaje que protagonizó antaño. Para mí, su última gran película (me refiero a grande de verdad, no sólo entretenida) es “Quiz Show”. Y nos quedamos sin el proyecto en el que estuvieron a punto de participar, otra vez, él y Newman.
Señalo todo esto porque nunca ha ganado el Oscar al mejor actor, aunque tiene uno como director de “Gente corriente”. Con los años, o sea no tardando mucho, Hollywood se sacará de la manga algún premio honorífico, o uno de esos Oscars que dan al final de la carrera de los intérpretes injustamente olvidados. Recordemos que a Newman se lo dieron por “El color del dinero”, en la que está muy bien, pero hizo papeles superiores. En fin, insisto en que es un actor infravalorado, y hay unos cuantos cinéfilos que, me consta, piensan igual. Ya sabemos lo que va a ocurrir. Que el público seguirá olvidándolo hasta el día en que se muera. Como siempre. Entonces sí. Entonces en la tele dirán que “ha muerto el último clásico de Hollywood”, que es el epitafio que añaden a los actores americanos de la tercera edad; y de la noche a la mañana sacarán su filmografía completa en dvd; y en los periódicos harán reportajes especiales. Y todo eso que suele suceder en estos casos.

sábado, julio 18, 2009

Puntos de venta


Algunas personas me han preguntado dónde se puede conseguir No hay camino al paraíso, así que lo repetiré. Puede pedirse a la editorial, a este mail: editorial@yalodijocasimiroparker.es; o puede encontrarse en alguno de los siguientes puntos de venta:
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Arrebato libros.
Calle Palma 21. Madrid

Asociación Cultural PiPo.
Travesía de la Primavera, 6. Madrid

El Bandido Doblemente Armado.
Calle Apodaca 3. Madrid

Librería Blanco.
C/Conde de Peñalver 76. Madrid

La buena vida.
Calle Vergara 10. Madrid

Bukowski Club.
Calle San Vicente Ferrer 25. Madrid

Librería Clandestina.
Calle Palma 49. Madrid

Fuentetaja.
C/ San Bernardo 35. Madrid

Madriz.
Calle Amaniel 12. Madrid

Reno.
Calle Monteleón 14. Madrid

La Tarde Libros.
Calle Ruiz 15. Madrid

Traficantes de Sueños.
Calle Embajadores 35, local 6. Madrid

Tres Rosas Amarillas.
Calle San Vicente Ferrer 34. Madrid

Librería Liberarte.
Plaza irlandeses 14.
Alcalá de Henares (Madrid).

Café Ávalon.
Calle San Ándrés 17. Zamora

Librería Semuret.
Calle Ramos Carrión 21. Zamora

Librería Miguel Núñez.
Calle Amargura 11. Zamora

Librería Primado.
Avda. Primado Reig 102. Valencia

El pequeño teatro de los libros.
Calle Silvestre Pérez 21 (Las Fuentes). Zaragoza

Librería Tramontana.
Calle Santiago Rusiñol 5. Sitges

Librería Paradiso.
Calle Merced 28. Gijón

Nuevo cartel de Inglourious Basterds


Montando escenarios

El techo del escenario que estaban montando para el concierto de Madonna en Marsella se desplomó el otro día, causando unos cuantos muertos y heridos. Los muertos y heridos fueron, como siempre, personas anónimas, quiero decir no famosas. Obreros, empleados que se encargaban del ensamblaje de piezas. No es la primera vez que esto ocurre, ni por desgracia será la última. Bien, los músicos aportan el talento, el arte, son los que hacen que los engranajes funcionen y la gente acuda a los conciertos y todos salgamos ganando si tocan bien, pero nada de eso sería posible sin los técnicos ni el resto del personal que trabaja en la sombra, entre bambalinas. El bailarín de claquet no danzaría igual sin el calzado hecho por el zapatero, el director de cine no podría rodar sin la banda de especialistas en luz, sonido, vestuario o efectos especiales que tiene detrás, los libros que se publican no serían los mismos sin los correctores que se dejan las pestañas analizando con lupa los posibles fallos y erratas, en los periódicos es necesario el trabajo constante de las teclistas… Y podríamos seguir, llenando páginas y páginas. Quiere decirse que el arte es, para mí, lo más importante. Pero sin quienes curran en la sombra, quienes levantan los cimientos y los sostienen para que todo gire a la perfección, no habría arte o no sería lo mismo. Siempre se les pagará menos y nunca se harán famosos, pero como digo son necesarios.
Es el caso de quienes montan los escenarios para que los músicos toquen en distintas ciudades y pueblos. Cuando voy a los conciertos, en el rato de la espera, allí, mientras aguardo en pie delante del escenario, los veo aún moverse y trabajar. Algunos se encaraman arriba del todo, sujetos por un cable, para supervisar los últimos retoques o para manejar los focos, y se juegan la vida. Algunos la han palmado al caerse desde allí. No es raro que se les caiga encima del pie un bafle o que se tricen los dedos con las barras de acero que sacan de los camiones.
Cuando vivía en Zamora y aún no colaboraba con este periódico, un colega y yo nos apuntamos a una empresa de trabajo temporal. A él lo llamaron más veces, quizá porque se dieron cuenta de mis nulas capacidades para cualquier cosa que me aleje de un teclado. Y en algunas de esas ocasiones trabajó montando los escenarios para los conciertos que se celebraban en la ciudad, en fiestas. Quedábamos después de su jornada y el tío volvía literalmente reventado. Es un trabajo duro, muy duro, con pocas compensaciones, me parece a mí. Vuelves a casa, a diario, como un personaje torturado de Raymond Carver o Charles Bukowski: con cortes y pequeñas heridas en las manos, a pesar de los guantes; con dolor de riñones; tal vez con el cogote quemado por currar al sol; con el cuerpo molido. Mi colega acababa destrozado, ya digo. Solía pasar muchas horas sacando hierros, ensamblándolos y acarreando peso de aquí para allá. Eso, sin contar lo de estar por las alturas (recordemos, a este respecto, a quienes murieron en el Vicente Calderón hace un par de años: desmontaban el escenario donde habían tocado The Rolling Stones y cayeron desde una altura de diez metros). Una casa no sirve de nada sin los cimientos, sin la base que soporta el peso, y los escenarios necesitan a estos trabajadores, que son quienes ponen esos mismos cimientos, quienes en definitiva hacen el trabajo sucio para que nosotros disfrutemos de la música y los cantantes cobren su parte. En aquel caso, el de los Stones, se acusó a “la maraña de empresas subcontratadas” (El Diario Montañés). Algo huele a podrido en Dinamarca cuando estos accidentes siguen ocurriendo.