viernes, octubre 28, 2022

Compasión por el diablo, de Kent Anderson

 

 

La guerra de Vietnam como pocas veces la hemos visto. ¿Hasta qué extremos llega la crueldad humana en un entorno bélico lleno de locuras, atrocidades y violencia? Esta novela es una buena respuesta: no hay límites cuando los pellejos están en juego. Hay pasajes muy crudos que en algún momento me recordaron a Meridiano de sangre (salvando las distancias): ese valor para contarte de qué manera mueren niños, animales, tipos que se desangran en brazos de sus amigos… Compasión por el diablo, libro potente y cruel de Kent Anderson (veterano de Vietnam), data de finales de los 80 y fue alabado por gente del calibre de Harry Crews y Oliver Stone. Aquí van unos fragmentos:

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Y entonces el soldado murió, y fue como si Hanson hubiera tenido que asimilar lo que aquellos ojos le remachaban en lo más hondo para que el soldado pudiese morir. Se le escapó un suspiro casi inaudible al morir, y se quedaron ambos, por un instante, solos en algún sitio: en el espacio, en el desierto, a la deriva en el mar. Hanson se vio contemplando la última luz en los ojos del soldado, sordo a cualquier ruido de la estancia a causa de la algarabía y el castañeteo de sus oídos. Le ardían la nariz y la garganta del polvo, la pólvora, el alcohol de friegas, el explosivo de alta potencia, la orina, la sangre y el sudor. Todo lo que no fuesen los ojos del soldado estaba desenfocado hasta que se le oscurecieron y se le quedaron planos, y entonces Hanson se apartó con el corazón desbocado de instinto asesino y júbilo.

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Estaba vivo y al momento muerto, en un instante, pero a Hanson no le pareció un instante. Era como ver a alguien a quien quieres dándote la espalda y alejándose a pasos largos, deliberados, y saber que nada de lo que hagas o digas podrá hacer que se pare y se gire, pero pensando que tiene que haber algo y que ojalá se te ocurra a tiempo, y entonces ya es demasiado tarde porque se ha ido, porque durante todo ese largo rato que has estado observándolo mientras se marchaba no has hecho lo que fuera que debías hacer, o decir lo que necesitaba oír para poder pararse y volver.



[Sajalín Editores. Traducción de Rubén Martín Giráldez]

Armageddon Time: nuevo cartel

 


Glass Onion: A Knives Out Mystery: 2º cartel

 


Cartel de Bardo: False Chronicle of a Handful of Truths

 


Próximamente: reediciones de Ensalada loca y Se acabó el pastel

 

 De Nora Ephron. En Anagrama.



Bones and All: nuevo cartel

 


Cartel de Weird: The Al Yankovic Story

 


lunes, octubre 24, 2022

David Lynch. El hombre de otro lugar, de Dennis Lim

 

 

La carrera de Lynch es una sucesión de altibajos y está llena de ascensos meteóricos y caídas estrepitosas, giros inesperados y largos periodos de inactividad. Vista de otra manera, es un ejemplo de constancia, un testimonio de determinación que raya en el autismo.

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Sus películas son relatos extraños que dan forma a los traumas y deseos latentes de nuestra época, quizá incluso a preguntas que han perseguido a artistas y pensadores durante siglos: cómo explicar el mal, cómo vivir con el miedo, cómo mantener unido nuestro yo, cómo evitar que la realidad que conocemos se desmorone. Puede parecer que estas cuestiones le vienen anchas a un director de cine, pero comparado con casi cualquier artista popular de hoy en día, él –por decirlo en términos lynchianos– profundiza más y atrapa peces más dorados.



[Alpha Decay. Traducción de Juan Manuel Salmerón Arjona] 

Cartel de A Man Called Otto

 


En Aleteia: Familia al instante

 

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Cartel de Sam & Kate

 


miércoles, octubre 19, 2022

Rodrigo Córdoba (1972 - 2022)

 


Cartel de The Son

 


En Aleteia: Carta a mi madre para mi hijo

 


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Matilda: 3 carteles

 




Robbie Coltrane (1950 - 2022)

 


En Aleteia: Cinco lobitos

 

 

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viernes, octubre 14, 2022

Diario de un escritor burgués, de Francisco Umbral

 

 

A veces, toda la borrosidad de un día se organiza en un rostro. Un rostro de mujer, quizá al pasar. Todo el desorden del tiempo sin cara va tomando las facciones precisas, particulares, de una persona.

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El que va dejando de ser joven, nota que va dejando de ser mirado.

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Busco temas. Aunque los temas andan ya por la cabeza. Hay que esperar a que los lobos de las ideas, que andan por el monte, bajen a la aldea de la prosa. Claro que lo mejor para escribir es ponerse a escribir.

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Uno no se ve nunca a sí mismo. Uno se sorprende a sí mismo de tarde en tarde, casualmente, en unas huellas, en un espejo, en un papel. De ahí la insatisfacción, quizá. De ahí toda la crueldad por imponer el yo. Porque el yo siempre nos falta.

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Te toman en serio antes de que tú hayas dejado de tomarte a broma. Escribo este diario para decir lo más profundo y verdadero que me pasa, pero luego advierto –ya lo he dicho al principio– que la profundidad no existe y que sólo me pasan cosas exteriores.

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Escribo, escribo. Escribir es una manera obsesiva, en mí, de prolongar el hilo de la cotidianidad, de ir desenredando la madeja del tiempo en la hebra de la prosa. Cuanto más inminente es que se corte el hilo, con mayor fiebre escribo. Escribir ya no es en mí un acto vil de afirmación personal (lo cual tampoco me importaría confesar), sino un acto de afirmación del mundo en su costumbre. Publicar también.

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Más que temor o ilusión, la salida de cada nuevo libro mío me produce depresión. Algo así como el cansancio de un esfuerzo inútil.

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Reencuentro con el hogar, con uno mismo. Recupero sin ganas lo poco que tengo, lo poco que soy.

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Si miramos nuestra vida, casi todos los actos decisivos y heroicos han sido huidas hacia adelante. Hemos progresado porque veníamos huyendo de algo. Lo que luego en el recuerdo se capitaliza como grandes decisiones, no fue otra cosa, en su momento, que una huida cobarde.

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El caos de los libros es el caos de la vida. Llegar a la madurez no es llegar al orden, sino instalarse definitivamente en el caos. Definitiva y casi confortablemente. Aceptar el caos. Asumirlo, que dicen los elocuentes.

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Nunca me había imaginado que el éxito fuese eso: el canibalismo. El éxito es antropofagia. Que todos te quieren comer, usar, aprovechar, dirimir, exhibir, concernir, fornicar. Sacar algo de uno: un prólogo o un orgasmo, una amistad, una recomendación o unos duros. Y eso que no soy nadie, nada.

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Soy, eres, somos; me siento inseguro y perdido en esa velocidad de años que va de los cuarenta a los cincuenta, cuando ya nada tiene sentido, pero aún todo tiene atractivo. Y encima hay que estar brillante.

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La gente, cuando celebra algo, no celebra otra cosa que su propia salud. Sin salud no hay celebraciones.

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Leer. Leer en la mañana con sol, en el silencio con sol. Leer como si todos los males y enfermedades se hubieran volado. Leer antes de que despierten en mí, otra vez, los demonios del dolor. Llego a tener ante el libro la única emoción casta que se puede tener en la vida. Un temblor, una impaciencia, una pasión por la página blanca, con su bloque ordenado y racional de tipografía. Leer, leerlo todo.

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El éxito es un desorden, además de un equívoco. El éxito es un desorden y uno se siente hundir en el desorden de los requerimientos, y uno no llega ya a distinguir lo que es admiración de lo que es interés de lo que es cariño de lo que es comprensión de lo que es prostitución. Hay que salir a tiempo de la charca, porque así es como el éxito ha matado a muchos.

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Me fui, hijo, quiero que lo sepas, lleno de ti, y un clavel blanco y pequeño, como uno de tus puños, se ha venido conmigo, no sé cómo, en un bolsillo, y lo he puesto en mi cuarto, cerca de mi cama, en la pared. Cómo lo llenas todo desde la muerte. Cómo puedes, perdido para siempre, salvar un clavel o cualquier cosa que se te acerque.

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Los gatos hacen compañía precisamente por la poca compañía que hacen.

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La muerte no me asusta, sino que me entristece como un anochecido fracaso de la vida. Voy a leer un rato antes de acostarme, para engañar la tristeza. La lectura es el único porro que nunca o casi nunca falla.

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Es inútil: por más que se entienda uno bien con su editor, el editor y el autor son dos seres dispares inclinados sobre una misma criatura, el libro. El autor es la madre de esa criatura y el editor ni siquiera es el padre. Suele quedarse en padrastro.

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Antes, el escritor recibía y contestaba las cartas con ilusión. Ahora las lee con ilusión e interés, pero nunca o casi nunca las contesta, porque el escritor ya no tiene tiempo para escribir más, y el mantener una correspondencia plural con aplaudientes y disidentes sería como obligar al profesor de esgrima, después de sus ocho horas de trabajo, a matar a varios señores a florete en el campo del honor.

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Lo malo de envejecer es que el mundo no envejece con nosotros.

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La primera conclusión que se saca de todo esto, naturalmente, es que no le han leído a uno. Aquí nadie lee a nadie que no sea de su banda. Aparte del gran público, claro, que me ha leído, y mucho, pero que no cuenta en esta cuestión.

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Sé, a esta altura de las cosas, que haga lo que haga –y hecho lo que he hecho–, mi imagen ya no la voy a cambiar. Ya han decidido sobre mí, para bien y para mal. Nos hacen la estatua y la tumba en vida.

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Porque la conclusión última, elemental, cotidiana, desoladora, casi vegetativa, es ésta: no es que uno haya o no haya acertado, no es un que uno escriba así o asá, no es que uno haya fallado por aquí o por allí; es, simplemente, que no le han leído a uno.

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El cansancio es un bien deseable si alcanza su estado elegante: la indiferencia. A estas alturas de la vida me cuesta indignarme, me da pereza. Es más cómodo entender a los demás que destruirles. Se queda uno más relajado.  
 


[Austral]

The Stranger: 2 carteles

 



Cartel de Stars at Noon

 


Poker Face: primer cartel

 


viernes, octubre 07, 2022

El cinéfilo, de Walker Percy

 

 

La verdad es que yo me siento bastante feliz viendo una película, incluso una de las malas.

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¿Qué es una repetición? Llamo repetición a la reconstrucción de una experiencia pasada con el fin de aislar el período de tiempo que ha transcurrido, para que ese tiempo pueda ser saboreado sin la adulteración de los acontecimientos, que con frecuencia rellenamos de otras cosas, como cacahuetes dentro de una chocolatina.

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En qué consiste el malestar, se preguntarán. El malestar es el dolor que conlleva la pérdida. Se te ha perdido el mundo, el mundo y la gente que lo habita, y solo quedáis tú y el mundo, y ya no eres más capaz de estar en el mundo que el fantasma de Banquo.

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Donde existe la posibilidad de ganar, existe también la de perder. Siempre que uno busca la máxima felicidad, se expone al malestar.

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La rutina es el enemigo. Impide la búsqueda. Tal vez hubo un tiempo en el que la rutina no era tan intensa, y uno podía deshacerse de su abrazo mediante la fuerza bruta. Ahora nada puede con ella… salvo el desastre. Tan solo una vez en mi vida me zafé de la rutina: cuando yacía sangrando en una zanja.



[Alfabia. Traducción de Marcos Jávega]


Causeway: primer cartel

 


jueves, octubre 06, 2022

martes, octubre 04, 2022

En El Palomitrón: Deprisa, deprisa

 

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Trailer de Raymond & Ray

 

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The Fabelmans: nuevo cartel

 


En Aleteia: Llenos de Gracia

 

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Bones and All: 2º cartel

 


Cartel de Corsage

 


En Aleteia: Fatherhood

 

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Black Panther: Wakanda Forever: 2 carteles