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lunes, noviembre 27, 2023

El dulce sabor del éxito

 

El 15 de noviembre, por fin, pude asistir al estreno (en la sala de proyecciones del Círculo de Bellas Artes de Madrid) del maravilloso documental dirigido y escrito y montado por Emanuele Giusto y Carlos Tejeda. Todos salimos conmovidos de la proyección y el debate posterior (doy fe porque hablé a la salida con varias personas), en el que, además de Giusto y Tejeda, participaba Valerio Rocco, filósofo y director del CBA: los tres ofrecieron una charla a la vez amena, reveladora y profunda.

El dulce sabor del éxito es un documental; un documental creativo, a mi entender, que no se queda en la mera exposición de bustos parlantes, sino que incluye dibujos, rastros cotidianos de la vida de una mujer de barrio madrileño, referencias cinematográficas, música compuesta para la ocasión y un conglomerado de palabras e imágenes que os harán reflexionar.

Han pasado años desde las primeras filmaciones, los diversos montajes de prueba, la interrupción del proyecto a causa del covid, la búsqueda de distribución... Me conozco el paño de cerca porque tengo amistad con sus directores y he estado al tanto de los pros y los contras. Es un proyecto que les ha hecho emplear tanto tiempo y esfuerzos que yo, lo juro, pensé que nunca “vería la luz”.

No quiero desvelar demasiado porque es mejor sorprenderse, pero me gustaría dar unas pinceladas para que el espectador tenga una idea aproximada de lo que va a ver:

Carlos y Emanuele filmaron durante años la vida diaria de una viuda de 80 años del barrio de Lavapiés que afrontaba la soledad y el anonimato tras haber sido una auténtica estrella de la zarzuela en Madrid: María Teresa Paniagua. Esto plantea un montón de preguntas, para ella y para nosotros mismos. Por ejemplo: ¿El éxito es ser célebre y millonario o es tener la vida tranquila que necesitas? Para reforzar los planteamientos, se incluyen entrevistas con varios famosos que nos hablan de qué es para ellos el éxito y el fracaso: Rossy de Palma, Alberto García-Alix, Plácido Domingo, Javier Sádaba, JPelirrojo, etc. Todos sueltan perlas. Todos tienen algo interesante que aportar.

Además hay un recorrido visual por Lavapiés que me ha parecido emocionante, y una idea de lo que significa el barrio, donde cultivar lo humano y las relaciones sociales para darle un sentido a nuestras rutinas. El documental, con una música exquisita compuesta por Antonio Lo Riso, es una lección de vida a cargo de una señora de carácter espontáneo y un ejemplo de cómo ser creativos y proyectar en la obra tus influencias cinematográficas: es un caramelo, lo prometo; os tocará la patata.

El próximo 7 de diciembre también se proyectará en el Matadero. Además, hay posibilidad de estreno on line y algunas cuantas cosas más. Todo esto viene en la web, junto a numerosos materiales disponibles: aquí.

[Nota: por suerte sólo se me ve 1 segundo, pero si estáis atentos me encontraréis en la película como extra en un par de planos fugaces. Mi gratitud infinita hacia Carlos y Emanuele]


jueves, junio 26, 2014

Sólo los amantes sobreviven


La última película de Jim Jarmusch es una de sus obras más logradas y será, con el tiempo, una de las más recordadas e imitadas. Jarmusch suele coger un género (el western, el cine de samuráis o el drama carcelario) y darle la vuelta, mostrándonos sus costuras y proporcionando otra visión del asunto, radicalmente distinta. Aquí realiza la misma operación, consistente en contarnos una historia de amor y vampiros sin apenas dejar huellas del cine de vampiros ni caramelo de las comedias románticas: los vampiros del siglo XXI ya no suelen atacar a los humanos (que ellos califican de "zombies"), tampoco son perseguidos ni acosados con ajos, cruces y estacas y viven una existencia que conecta con la de los yonquis, comprando sangre en el mercado negro, viviendo en lugares remotos o apartados, utilizando nombres falsos en sus desplazamientos, sintiendo cierta nostalgia de otras épocas donde todo era más auténtico o menos deshumanizado (el filme es, también, una especie de lamento por el tiempo que se fue, principalmente el Romanticismo que encarnaron Keats, Byron, Shelley y compañía).

En Only Lovers Left Alive encontramos a cuatro vampiros. Adam (Tom Hildeston) vive en Detroit, recluido en un caserón mientras compone música underground; sus temas han adquirido el rango de culto, pero él se obstina en pasar desapercibido, en ocultarse, en utilizar disfraces. Sus héroes (Yo no tengo héroes, dice, sin embargo) o sus ídolos están en la pared: Mark Twain, William Burroughs, Oscar Wilde, Edgar Allan Poe, Iggy Pop, Charles Baudelaire, Buster Keaton… (es, por así decirlo, una declaración de intenciones del propio Jarmusch, como si nos dijera: "Aquí está casi todo lo que amo"). Eve (Tilda Swinton) vive en Tánger, ciudad que siempre identificamos con la literatura de Genet, Bowles, Burroughs, Chukri, Corso… Allí está en contacto con otro vampiro, Christopher Marlowe (John Hurt), que no es un pseudónimo, sino que es el auténtico dramaturgo, que ha sobrevivido durante siglos como vampiro, siempre a la sombra de William Shakespeare. Y aún queda un cuarto miembro: Ava (Mia Wasikowska), la joven y peligrosa hermana de Eve, que viaja de un lado a otro y siempre depara problemas. Pronto nos enteramos de que Adam y Eve están casados, y que forman una pareja desde hace siglos. Pero tienen todo el tiempo del mundo, y tal vez por eso pasan días separados, en continentes distintos, cada uno sometido a sus pasiones. Jarmusch, mediante esta historia de amor, nos habla de la eternidad, pero también de lo que significa estar enamorado "de verdad". Frente a lo que solemos decir de: "El tiempo lo destruye todo", Jarmusch coloca a sus personajes en la tesitura contraria: "El tiempo no lo ha destruido todo". Esto conecta con una frase de Vasilis Vasilicós, de su novela Lo poco que sé de Glafcos Zrasakis: Solo cuando uno no puede estar sin el otro se puede producir una unión para toda la vida. Adam y Eve se necesitan uno al otro. Podríamos aventurar que ésa es la semilla de la película.

Con estos elementos Jarmusch construye una película que te va envolviendo, que posee cierta "textura onírica", como si estuviéramos dentro de un sueño, algo a lo que contribuyen la música y los planos, algo del estilo a la adaptación de Las vírgenes suicidas. Pero además hay una pasión por la música y la literatura que a muchos nos ha subyugado. El filme está lleno de guiños y referencias. Por ejemplo, el equipaje de Eve, que conforman dos maletas repletas de libros, donde caben Cervantes, Beckett o Foster Wallace. Por ejemplo, los pseudónimos que utilizan a veces, o los nombres de algunos personajes. O esa mencionada pared. O todos los diálogos en los que hablan de escritores, de músicos y de científicos. Quien espere encontrar algo del estilo a Blade (y, ojo, soy defensor de este filme), que no vaya; quien, por el contrario, quiera ver una de las historias de amor de vampiros más finas y sutiles del cine, que no se la pierda.


domingo, junio 22, 2014

Breve repaso a algunas películas


Cada vez me es más difícil encontrar huecos para ir al cine, tras tantos actos, eventos, firmas y presentaciones (sean de mis libros o de libros de amigos y conocidos). Y ya no digamos sacar tiempo para comentar en profundidad lo poco que veo. Por eso se me han ido pasando muchas de las recomendaciones de estos últimos meses. Si a alguien le sirviera de algo mi opinión (aunque a la hora de ver una película o de leer un libro es mejor que confíes sólo en tu propio criterio, sin contaminar por juicios ajenos), aquí la dejo:


DALLAS BUYER CLUB

Filme construido sobre el inmenso talento de Matthew McConaughey. Es lo que yo llamo películas-personaje, como las ya citadas aquí Bronson o Dom Hemingway. Películas a las que, si les quitas al actor sobre el que recae toda la responsabilidad, probablemente se caigan, valgan poco. Esto no se puede aplicar, por ejemplo, a obras como El padrino o Pulp Fiction: si quitas a uno de los protagonistas, el filme aún valdrá oro. ¿Qué más podemos decir? El trabajo de McCounaghey está soberbio, pero también le podrían haber dado el Oscar por cualquier otro de los papeles de los últimos años, donde no deja de sorprendernos. Y Jared Leto estaba muy bien, sí, aunque sigo pensando que ese Oscar lo merecía Michael Fassbender.

 
 


GODZILLA

Me negué a ver la versión anterior de Godzilla porque, por lo general, Emmerich se me atraganta. Pero Gareth Edwards es otra cosa. Esta nueva versión no está mal. Hay algunas personas que le han dado palos… ¿y qué esperaban de una película de monstruos que destrozan ciudades: diálogos de Shakespeare? Yo me lo pasé en grande, especialmente en la segunda mitad, que es cuando empiezan las hostias. Edwards logra planos bellísimos de las luchas entre las criaturas o de las apariciones apocalípticas de Godzilla entre los edificios. Sin olvidar ese momento en el que los paracaidistas se lanzan sobre la ciudad. Es un blockbuster que depara sorpresas atípicas, como que el protagonismo pase de un actor a otro, y que algunas de las estrellas palmen antes de llegar a la mitad de la peli. La pena es que Aaron Johnson (que suele gustarme) está tan flojo que he tenido que comprobar quién era el héroe porque lo había olvidado. 





LABOR DAY (UNA VIDA EN TRES DÍAS)

Entretenido giro hacia el drama de Jason Reitman (considero que sus anteriores películas eran comedias, pese a todo lo que pasa en Up in the Air), del que me entusiasmó la pareja protagonista (Josh Brolin y Kate Winslet siempre molan, y aquí logran química) y del que detesté esa formulación del hombre perfecto (se nota que el personaje de Brolin es una idealización de la autora del libro en el que se basa, lo cual resta cierta credibilidad al resultado final).



X-MEN: DÍAS DEL FUTURO PASADO

Quizá sea el segundo mejor título o episodio de esta saga. Porque, para mí, la más lograda sigue siendo la anterior, la que rodó Matthew Vaughn. Tenemos un ritmo envidiable, algunas escenas memorables y un reparto para quitarse el sombrero, en el que destaca Michael Fassbender, que brilla por encima del resto. Y además sale Peter Dinklage, ¿qué más queremos? Sin embargo, ciertos momentos no están tan bien aprovechados como en la entrega previa; tal vez sea porque salen más actores que en las películas de catástrofes de los 70, y eso es difícil de controlar. A pesar de ello, insisto: está bastante bien; a mí X-Men me gusta más desde que incorporan a McAvoy y a Fassbender.





LA MUJER INVISIBLE

Ralph Fiennes, al que vi hace años en un teatro de Madrid con la obra Julio César, es para mí algo así como un dios. Ésta es su segundo filme como director, tras Coriolanus, y en ella ha captado la esencia de Charles Dickens (y su interpretación es ejemplar) al milímetro. Técnicamente es impecable, una de esas películas refinadas al máximo, con un montón de pistas y de alusiones a muchas de sus grandes obras. Sin embargo, creo que le falta un poco de corazón. Está más próxima al tedio que a la emoción, y la historia (pese a que es desgarradora y muy interesante) no logra sacudirnos al final. ¿Quizá por culpa de la actriz?


[Dejo para otro día Sólo los amantes sobreviven, a la que quiero dedicar un post entero]

jueves, junio 05, 2014

Al filo del mañana


A estas alturas, creo que las películas de Tom Cruise que más me divierten y satisfacen son las que se mueven entre el fantástico y la ciencia ficción (Minority Report, La guerra de los mundos, Oblivion, Entrevista con el vampiro, Legend…), esto, claro, con el permiso de peliculones del estilo de Magnolia, Collateral o Eyes Wide Shut.

Al filo del mañana está basada en un cómic manga, dato que me parece importante porque en un tebeo suele predominar lo visual (salvo que hablemos de Alan Moore, donde prevalece siempre el guión y supera al dibujo, en mi opinión). Está dirigida por Doug Liman, quien ya demostró lo que vale en los filmes de acción y ritmo explosivo como El caso Bourne. Y es una especie de cruce entre Atrapado en el tiempo y Starship Troopers, con cierta inspiración en los videojuegos: cuenta cómo un oficial del ejército degradado a soldado entra en combate a la fuerza, y cómo tiene la capacidad de reiniciar el día, viviendo una y otra vez las mismas situaciones bélicas, que suelen depararle la muerte. Cage muere todos los días y así va aprendiendo de sus errores y perfeccionando sus estrategias de combate, sus planes y sus ansias de sobrevivir. Es decir: como en Atrapado en el tiempo, con los esfuerzos de Bill Murray para conquistar a la chica. Esta clase de películas, en las que el protagonista vive una y otra vez el mismo día (también estaría Código Fuente), me interesan porque, en realidad, son una metáfora de la vida y de nuestras rutinas. ¿No repetimos a diario los mismos gestos, seguimos las mismas costumbres, tratamos de mejorar y de enmedar los errores de la víspera? La única diferencia es que, como en los videojuegos, en estas películas se muere para reiniciar la partida.

Hay algo que queda en un segundo plano, como entre líneas, y que a mí me ha gustado mucho, y es la tensión sexual que se establece entre Cage (Tom Cruise) y Rita (Emily Blunt), esa especie de enamoramiento o atracción sin palabras de la que ninguno habla y que está latente. De hecho, al salir del cine dijo uno de mis amigos que, en el fondo, la película trataba de un hombre intentando follarse a una mujer (aunque en el camino deba convertirse en héroe para lograrlo); si lo consigue o no, es algo que no desvelaré.

Sin alcanzar la maestría de las dos cintas de ciencia ficción que rodó con Spielberg, Al filo del mañana es un producto digno, con las suficientes dosis de emoción y escenas trepidantes como para que se convierta en un filme de culto. A mí me gustó bastante, y además tiene sentido del humor, algo que no siempre es frecuente en el género.

viernes, mayo 30, 2014

Dom Hemingway


La primera escena de esta película (del director de las notables The Matador y La sombra del cazador y del excepcional documental Descubriendo a John Cazale) es reveladora, y ya nos deja claro quién es el personaje del título y cómo se comporta y hasta qué extremos de provocación puede llegar. Domingo Hemingway, al que todos llaman Dom, es un ladrón a punto de salir de la cárcel. Lo vemos de cintura para arriba, desnudo, y alguien se la está chupando, intuimos. Dom empieza a hablar de su rabo, alabando sus virtudes, diciendo que se merece honores y cantares. Vemos que es un tío malhablado, con mal genio, un fulano excesivo y dotado de una verborrea que será la marca de la casa de su personaje.

Dom sale en seguida de prisión y se reencuentra con el pasado, donde, como es habitual, todo ha cambiado para peor (y es normal que cambiara todo: ha estado doce años a la sombra): su mujer se casó con otro y murió de cáncer, su hija no quiere saber nada de él, su mejor amigo perdió una mano no sabemos cómo, en los pubs ya no se permite fumar (y Dom es un experto en beber y fumar), hay tipos que aún le guardan rencor y aún le queda visitar a un mafioso ruso al que no delató, cumpliendo condena a cambio de su silencio. Dom Hemingway posee ese toque de los cineastas británicos que han seguido los pasos de Tarantino, o que han adaptado a sus costumbres y a sus formas la locura que vemos siempre en los personajes de QT. La película, pues, estaría en principio en la estela de Snatch, Layer Cake o RocknRolla. Pero, en vez de ser un festín de varios personajes bomba, en Dom Hemingway se construye todo el filme alrededor del encanto canallesco de Jude Law: es, en ese sentido, una película-personaje, como lo era por ejemplo Bronson. Y Jude Law, que engordó bastante y se puso algunos postizos y que en algunas escenas consigue acojonar al espectador, está a la vez excesivo y espectacular. En varios momentos se le va la olla, pero ahí radica (en ese exceso) el atractivo de su Hemingway, que acaba siendo a veces como el Jack Nicholson más histriónico (y admitamos que ese Nicholson también mola, y mucho).

Dom Hemingway, como digo, se sostiene sobre el personaje, que posee el don de la palabra (no creo que sea casual que comparta apellido con Ernest). Dom habla y habla e insulta y blasfema y acusa y suelta gracejos y no es capaz de callarse aunque esté delante de los gángsters más peligrosos de la ciudad. Y ahí también radica su encanto. Es cierto que la peli, en ocasiones, parece un poco deslavazada en el montaje (como me comentaba mi compadre Javier Vayá, a quien no le gustó la película), pero quizá porque es su función principal: presentar una trama episódica que, es obvio, no está a la altura de Tarantino, pero que funciona porque el conjunto es divertidísimo. A pesar de sus múltiples excesos, yo me lo pasé en grande; es la clase de filme del que, de verlo con 20 años, me hubiera aprendido los diálogos (como hacía con Arma letal o El sargento de hierro).

lunes, mayo 12, 2014

Snowpiercer


Incluso cuando se embarcan en proyectos a priori comerciales y con presupuesto norteamericano, hay una diferencia entre los cineastas asiáticos y los anglosajones: los primeros ruedan (y coreografían) las escenas de acción como si pertenecieran a un ballet y son poco dados a las complacencias, de modo que en sus películas siempre hay dos o tres transgresiones que no se permitiría el cine de Hollywood. Ésa es una de las razones para adorar Snowpiercer (aka Rompenieves, inspirada en un cómic francés), pero no la única: la primera es que su director, Bong Joon-ho, es un maestro colocando la cámara y planificando secuencias llenas de tensión dramática, como ya demostrara en Memories of Murder o The Host; la segunda, que construye una de las películas de ciencia-ficción más sugestivas y emocionantes del año; la tercera, que su distopía apuesta por un universo cerrado y pequeño (todo el filme sucede a bordo de un tren que nunca se detiene y atraviesa a mucha velocidad una Tierra asolada por la nieve y el hielo) que acaba siendo un modelo de la sociedad actual, con los pobres en un extremo (en la cola del tren), maltratados y hambrientos y alejados del lujo, y los ricos en el otro (en los primeros vagones del convoy), aprovechándose de la mano de obra y los recursos que les facilitan los primeros para lograr un equilibrio natural entre el orden y el caos.

La trama es sencilla: no se puede sobrevivir en el exterior porque las bajas temperaturas congelan a los seres humanos, y dentro del tren (en el que viajan los únicos humanos del planeta) un hombre llamado Curtis, perteneciente a la zona de los pobres, encabeza una revolución para alcanzar el otro extremo del transporte, donde cobijan la comida, el agua, la luz y los lujos. Su meta es llegar hasta Wilford, el tirano que controla los recursos y gobierna con mano de hierro a los pasajeros; a Wilford lo interpreta un gran actor que no desvelaré, pues para mí supuso una sorpresa. Como en Juego con la muerte (recordemos los pisos que subía el héroe), cada nuevo vagón al que logran acceder es una caja de sorpresas, donde esperan las trampas y los enemigos, las huellas del ecosistema y los últimos resquicios de una tierra extinguida. He citado una película de artes marciales, pero en realidad Snowpiercer tiene más en común con Rascacielos, la extraordinaria novela de J. G. Ballard. Digamos que Rompenieves es una especie de Rascacielos en horizontal. Aunque también he detectado guiños u homenajes y referencias a otros títulos, sean literarios o cinematográficos: 1984, Soylent Green (Cuando el destino nos alcance), El tren del infierno, El show de Truman… Snowpiercer, dirigida con excepcional habilidad por Bong Joon-ho, contiene además detalles del fantástico y del terror a veces sólo sugeridos que engrandecen su propuesta: el momento en que se revela el origen de las proteínas que comen los pobres, el vagón donde espera una legión de verdugos, el castigo al que someten a uno de los miserables de cola, la narración de Curtis (Chris Evans en su mejor papel hasta ahora) desvelando un pasado en el que no faltan las atrocidades, los breves vistazos a un exterior donde la nieve aún no ha cubierto del todo los restos de máquinas y humanos… Una película grandiosa, de culto inmediato


lunes, abril 28, 2014

Los profesionales: extracto de diálogo



JACK PALANCE:
-Todos ellos murieron por un ideal.

BURT LANCASTER:
-¿La revolución? Ja.
Cuando el tiroteo termina,
los muertos se entierran
y los políticos entran en acción
y el resultado es siempre igual:
una causa perdida.


JACK PALANCE:
-Así que...
...tú quieres
la perfección o nada.
Oh, eres demasiado romántico,
amigo.
La Revolución es como
la más bella historia de amor.
Al principio,
ella es una diosa,
una causa pura.
Pero todos los amores
tienen un terrible enemigo.


BURT LANCASTER:
-El tiempo.

JACK PALANCE:
-Tú la ves tal como es.
La Revolución no es una diosa,
sino una mujerzuela.
Nunca ha sido pura,
ni virtuosa, ni perfecta.
Así que huimos y encontramos
otro amor, otra causa.
Pero sólo son
asuntos mezquinos.
Lujuria, pero no amor.
Pasión, pero sin compasión.
Y sin un amor...
...sin una causa,
¡no somos nada!
Nos quedamos
porque tenemos fe.
Nos marchamos
porque nos desengañamos.
Volvemos porque
nos sentimos perdidos.
Morimos porque es inevitable.





[Escena doblada. Guión de Richard Brooks. Novela de Frank O’Rourke]

jueves, abril 24, 2014

The Amazing Spider-Man 2: El poder de Electro


Durante años me ha costado elegir a mi superhéroe favorito entre Batman, Superman y Spiderman. Tal vez esté relacionado con la edad y con el momento en que uno los descubre. Supongo que primero me fascinó Superman por la película de Richard Donner de finales de los 70. Luego llegaron algunos capítulos de la serie de tv de Spiderman de aquella época, reconvertidos en películas (me refiero a la serie protagonizada por Nicholas Hammond) y los episodios del Spiderman animado, cuya emisión solía coincidir con mi entrada en la (maldita) catequesis cada viernes. Tal vez por el mismo tiempo vi el reestreno del Batman de la tele, el de Adam West; pero mi fascinación por Batman no llegaría hasta ver los estrenos de los filmes de Tim Burton y, especialmente, Christopher Nolan. Pero creo que en los primeros años de vida, es Spiderman el personaje que más embruja a un niño. Lo veo en mi hijo, que no ha cumplido aún 3 años y ya está fascinado por los tres personajes, pero su favorito es Spiderman, imagino que por los colores del traje (el rojo y el azul, más potentes que en la ropa de Superman) y por esa máscara de insecto.

Sé que la revisión (“reboot” lo llaman ahora) del personaje a cargo de Marc Webber cuenta con unos cuantos detractores. Pero también seguidores. Yo suelo situarme en un punto intermedio. Creo que este Spiderman tiene algunas virtudes y algunas taras. Y creo que el mejor tratamiento de este superhéroe sigue siendo el Spiderman 2 de Sam Raimi. Esas taras y esas virtudes de la primera entrega de Webber se repiten aquí, en mayor o menor medida.

Elementos que aplaudo: el enfoque juvenil del personaje, el humor que está muy presente en los tebeos y en las series de animación televisivas, los momentos puramente fantásticos (más aprovechados en esta secuela que en su precedente: la aparición de un enfermo y fantasmal Norman Osborn que recuerda un poco al Gary Oldman de Hannibal, la transformación de Max Dillon en Electro, el extravagante Doctor Kafka de la cárcel psiquiátrica, las heridas y la mirada perversa de Harry Osborn), el desfile de cameos (mención especial para Sarah Gadon, presente en Enemy y en Cosmópolis y sólo por eso ya figura de culto inmediata) y de actores secundarios, el guiño que dedica Webber al Green Goblin de Willem Dafoe (hay un plano que es calcado: cuando vemos por primera vez al personaje de espaldas, poniéndose el traje) y las interpretaciones de Jamie Foxx y del gran Dane DeHaan.

Elementos que detesto: la duración (le sobran 20 minutos o más), todas esas escenas en las que la tía de Peter Parker está a punto de descubrir la identidad de Spiderman y que poco aportan a la historia, los momentos de azúcar (que acaban siendo cansinos y tampoco logran que la historia avance, aunque Garfield y Stone están muy bien y se compenetran), el tratamiento casi teenager de todo el asunto, algunas de las peleas que parecen más cercanas al videojuego, algunos momentos en los que casi dejé de prestar atención a lo que contaban y me enredé en mis pensamientos, algunas canciones metidas con calzador. 

En fin, es un blockbuster, espectáculo puro, cine para chavales con algunos buenos momentos, en los que no falta esa sensación de carpe diem que funciona como motor de la película desde el momento del discurso inicial de Gwen Stacy. Sigo quedándome con Raimi.     

viernes, abril 11, 2014

Noé


Soy uno de esos (escasos) fanáticos del cine de Darren Aronofsky. Puede que sus filmes más logrados sean Réquiem por un sueño y Cisne negro, pero yo siento debilidad especial por El luchador y, sobre todo, por La fuente de la vida (su peli más denostada e incomprendida, que para mí es un disfrute visual y un ensayo rotundo sobre lo que significan la enfermedad, la pérdida y la incertidumbre). Noé, su nueva película, parte de un cómic escrito por él mismo. De modo que no debe verse como un filme bíblico y profundamente religioso, sino como una versión, una interpretación libre del asunto del diluvio. Tan libre que, en su primera mitad, está más próxima a los paisajes apocalípticos y a las vestimentas de La carretera y a las criaturas y batallas de El Señor de los Anillos que al "Génesis". En su segunda mitad me gusta mucho más (pero es una peli irregular, plagada de altibajos) porque el Noé que encarna con pericia Russell Crowe se convierte en un fanático, un hombre loco obsesionado con servir a Dios (o al mensaje que él ha tratado de entender) cueste lo que cueste. Ese retrato le sirve, entre líneas, para criticar los fundamentalismos religiosos, y cinematográficamente a mí me ha recordado al Allie Fox de La Costa de los Mosquitos que interpretaba Harrison Ford (otra peli rara que venero): una especie de loco empujado hacia sus propios límites para obedecer a una idea, hasta el punto de ser odiado por sus propios hijos (lo mismo sucede en Noé).

Aronofsky no es tonto, sabe que la religión está a la baja en Occidente, y por eso no encontramos en su película “La Voz de Dios” ni la mención a los 400 o 500 años que vivían aquellos hombres. Todo queda relegado a lo onírico, a lo simbólico, a la interpretación… Aunque a veces hay escenas más propias de un blockbuster en 3D que de un cineasta tan personal como Aronofsky, la película contiene ideas visuales muy potentes, y planos arrebatadores (los seres humanos que tratan de sobrevivir al diluvio, el sueño en el que Noé ve el mundo anegado por el agua y lleno de cadáveres, las siluetas de los personajes recortadas sobre fondos de color a la manera del Drácula de Coppola…). Lejos de ser redonda o perfecta, es una película interesante que no debería pasarse por alto (al menos si uno es seguidor del cineasta).

jueves, abril 10, 2014

Los canallas


Es la primera película que veo de la prestigiosa cineasta Claire Denis, porque es la segunda que se estrena en salas comerciales en España (la otra no me dio tiempo a verla). El caso es que ya tenía ganas y pretendo ver toda o casi toda su obra. Claire Denis ha hecho cine negro con elementos cotidianos y dramáticos (un marinero que regresa a tierra porque su cuñado se ha suicidado, su sobrina está en el hospital y la empresa familiar se va a pique) que acaban desvelando, poco a poco, que tras esas tragedias se oculta un mundo de sordidez, depravaciones y secretos inconfesables. Una de sus mejores bazas reside en contar como protagonista con Vincent Lindon, un actor que aporta solidez, que simboliza lo que significa ser un hombre con cojones y voluntad de venganza. Su personaje, este marinero que regresa con un único objetivo (velar por los suyos), acaba descubriendo que la verdad siempre resulta más dolorosa que un puñado de mentiras. Negra, áspera, misteriosa… Los canallas me parece una gran película.