viernes, marzo 30, 2012

Harry Crews (1935 - 2012)


He entrado en Facebook y una de las primeras noticias que he visto, vía Acuarela Libros, es la de la muerte del gran escritor Harry Crews. A Crews sólo le tradujeron un libro en España, la hilarante novela Cuerpo (también gracias a Acuarela, que pronto editará otro libro del autor: The Gospel Singer). Ya mucho antes de haber leído nada suyo, sentía fascinación por Harry Crews: por su imagen, por sus apariciones en programas que pueden verse en YouTube (con bigote, afeitado, con el pelo a lo mohicano...), por el impacto que había tenido en muchos autores norteamericanos... Para quien crea que me lo invento, copio y pego una de las historias de mi novela Vivir y morir en Lavapiés, escrita mucho antes de que en España conociéramos Cuerpo

HARRY CROSS
Es norteamericano. Lleva varios años instalado en Lavapiés. Está en paro. Es un tipo duro, con bigote gris, pelo corto y muchas arrugas que le hacen parecerse a Chet Baker en su declive. Sentado en la cama, en camiseta de tirantes, da unos tientos al vino. En su mesilla, un libro de Harry Crews; en inglés. Tal vez le gusta porque casi se llaman igual. A Crews no lo han publicado en España. Harry mira el cuarto, sucio y apestoso y con hedor a vómito, y masculla:
—¡Motherfucker!

[De Vivir y morir en Lavapiés]

Redención (Tyrannosaur)



La primera película del actor Paddy Considine tras las cámaras no hace concesiones a nadie: es brutal, durísima, no apta para todos los públicos. No por la violencia que ejercen sus personajes, sino por los efectos de esa violencia; por las víctimas. Considine retrata un mundo de hombres violentos, y en ese mundo desalmado quienes primero pagan las consecuencias son los niños, las mujeres y los animales. El filme recuerda un poco a la ópera prima de Gary Oldman como director (y, por cierto, Considine le da las gracias en los créditos finales), Los golpes de la vida. Va en esa línea: ingleses alcoholizados, tipos rudos que estallan, esposas apalizadas, pisos infectos en barrios pobres…

El protagonista, Joseph, arrastra un pasado que le consume y le está empujando a la locura: una de las claves está en el título original y la historia que apareja esa palabra. Y Joseph conoce a Hannah, una mujer a la que su marido suele pegar. Es decir: el director nos muestra a dos personajes heridos. La gran baza del filme es, por supuesto, Peter Mullan, quizá en su mejor papel hasta la fecha. Su trabajo es extraordinario. Olivia Colman también ofrece una gran interpretación, que le ha valido un montón de premios. Pero quien me ha sorprendido es Eddie Marsan, en la piel del marido maltratador. Quien haya visto los dos largometrajes de Guy Ritchie sobre Sherlock Holmes recordará, sin duda, al Inspector Lestrade, un agente loser que, sin embargo, siempre acaba recompensado por los casos que resuelve Holmes. Pues bien: si en esas dos películas Marsan era el hazmerreír, en Redención se come la pantalla; mete miedo e inspira asco. Redención es una gran película; pero ya advierto que golpea, su análisis del dolor y de la desesperación te dejan molido.  

El síndrome del emigrante

Diez de la noche.
44 grados Celsius en Madrid.
Este pueblo casi vacío en pleno agosto.
No quisiera salir
de este vagón del metro.
Con el aire acondicionado bien alto.
Todos se ignoran.
Juegan, como siempre,
a “voy solo en este vagón
y no existe nada más”.
Miran a un punto en el infinito.
Nunca encuentro ese punto
pero existe
porque todos lo miran
con insistencia.
Yo, con mi gorra y mis gafas oscuras,
me siento mejor.
Como un ciego.
Nadie me ve los ojos.
Miro de soslayo a una señorita
despeinada,
 y sucia por el calor.
 Escucha música
con los auriculares
embutidos en los tímpanos.
Hay asientos pero sigue de pie
concentrada en la música.
Tiene los brazos alzados para agarrarse.
Se pasa la punta de los dedos
por la axila izquierda.
Restriega bien la yema de los dedos
en el sudor
y se huele.
Después hace lo mismo
con la axila derecha
y la mano izquierda.
Sigue con la mirada perdida
en un cabrón punto del infinito.
Y yo tengo una leve erección
mientras me concentro en sus axilas.
Y supongo el olor a sudor que tiene.
Puedo hacerme una paja
cuando llegue a casa
Lo mejor del día.
Esa chica
Y el aire acondicionado.
Lo demás es mierda. 


Pedro Juan Gutiérrez, extraído de su web oficial

Pequeñas historias de la calle Saint-Nicolas, de Line Amselem



Line Amselem ha escrito un libro autobiográfico estructurado en estampas o postales de infancia, donde todo cabe: los juegos, la familia, las recetas de cocina, los vecinos… Sus padres emigraron de Marruecos a París, donde ella nació. Sus ascendientes eran judíos y españoles, y ella creció en Francia, con lo cual la mezcla de culturas sin fronteras ha dejado huella en la autora: entre otras señas de identidad, se nota que conoce ciertas claves de la España de los 60, y conoce la cultura francesa, y las costumbres judías, y la historia marroquí. En algunos pasajes, por la mixtura de humor y ternura, me ha recordado un poco a las películas de Jeunet y Caro.


[Traducción de Line Amselem]

Cartel de Total Recall

Trailer de Womb


Adrienne Rich (1929 - 2012)

jueves, marzo 29, 2012

Gente que nunca existió, de Miguel Sanfeliu



HERMANOS

Nuestros padres se habían perdido y yo no me separaba del lado de mi hermano, que era dos años mayor que yo. Me sujetaba la mano con fuerza, y eso me hacía sentir bien. Me pegaba a su brazo y, de vez en cuando, miraba su cara; pero él siempre estaba con la cabeza muy recta, mirando hacia delante. Había mucha gente y nos empujábamos unos a otros. Alguien gritaba y sus gritos me daban miedo. Parecía que avanzábamos en fila, arrastrando los pies, todos muy juntos, hasta que llegamos hasta un hombre que nos miró y le dijo a mi hermano que me soltara y que se fuera por otro lado. Yo sujeté su brazo con fuerza, pero él apartó mi mano y obedeció al hombre. Grité y lloré. Me agarraron de la chaqueta y tiraron de mí mientras mi hermano me decía adiós con la mano. Escuché a alguien decir que iban a darnos una ducha. 

Dark Shadows: otra remesa de carteles (y 3)



Próximamente: Gente imaginaria y sus destinos


De Brigitte Reimann y Hermann Henselmann. En Errata Naturae.

Dark Shadows: otra remesa de carteles (2)



Trailer de Rise of the Guardians


Dark Shadows: otra remesa de carteles (1)




miércoles, marzo 28, 2012

Memphis Underground, de Stewart Home



Aunque en España se han publicado dos de los ensayos de Stewart Home (El asalto a la cultura y Acelerados al máximo), son sus novelas las que me interesan. Por fin se ha publicado una de ellas, Memphis Underground, que además viene avalada por tres gurús de la cultura contemporánea: Kiko Amat (que escribe el prólogo), Javier Calvo (de quien incorporan un elogio hacia Home) y Antonio J.Rodríguez (que ha traducido el texto original); sin olvidar, después de la publicación, el artículo/post que José Luis Amores le dedicó al autor. Home sostiene, lo dice en el libro, que no se puede escribir novela tradicional después de Joyce. Por eso, en su novela, rompe los esquemas, mezcla autobiografía, ficción y álter egos, es capaz de introducir hacia la mitad una entrevista con él mismo en la que le hacen preguntas sobre religión y él responde con sus obsesiones literarias. Home habla de música, de literatura, de autores y cineastas reales (y, además, famosos y amigos suyos, o enemigos), de calles de Londres, de viajes por el mundo… Y, como por ejemplo hizo John Hawkes en El caníbal (la menciono porque tengo fresca su lectura), salta hacia atrás en el tiempo para hilar pasado y presente. El resultado es una obra explosiva, que nunca aburre a pesar de su extensión y de sus derivas mentales o descriptivas (de vez en cuando hay una buena ración de ambas), una anti-novela que fractura las tramas tradicionales y nos acerca a un autor muy actual, muy en conexión con lo que estamos viviendo, políticamente incorrecto y tan revulsivo como Chuck Palahniuk (algo que no sé si a él le gustará). Uno de los mejores fragmentos:

Entre otras cosas, no puedo evitar integrar en mis libros lo que ocurre en y alrededor de mi escritura, pues mi ficción surge de ahí. Mucha gente piensa que los escritores se sientan en casa y escriben, pero como cualquier otra persona, pasan la mayor parte de su tiempo metiéndose prisa. Como siempre, y ahora también, escribo sobre escribir, no creo que tenga mucha importancia dar una descripción detallada incluyendo que estoy en una silla de oficina azul y negra, vestido con unos pantalones Levi’s y una camisa Ben Sherman de cuello abotonado, frente a mi Powerbook aporreando las teclas. Las palabras parecen fluir de mis dedos. Este fetiche me ha acompañado desde que empecé mi primera novela, Pure Mania, una preocupación por la investigación que indicaba que la memoria se encuentra dispersa en todo el cuerpo y no queda restringida sólo al cerebro. Mi escritura fluye de mis dedos y no de ningún lugar profundo, cosa bastante improbable ya que el interior y el exterior interactúan y se contrarrestan entre sí. Esto es lo que hago, lo que hacemos, tan simple y misterioso como respirar. Pura superficie. Tanto el lector como el escritor ESTÁN “implicados”.


[Traducción de Antonio J. Rodríguez]

Teaser de Total Recall


Remake de Desafío total o nueva adaptación del relato de Philip K. Dick: aquí.

Próximamente: Mi isla & Mi Nueva York


De Brendan Behan. En Marbot Ediciones.



De Brendan Behan. En Marbot Ediciones. 2ª edición.

Cartel de The Samaritan


Con Samuel L. Jackson.

martes, marzo 27, 2012

Habitación 804, de Marcus Versus



Antes de irme de viaje siempre pasaba por Fuentetaja a que ese dicharacharachero librero, que siempre vestía de negro, me recomendara algunos, siempre acertados, libros.

Me acababa de terminar uno de un crucero en el que el escritor pone en su sitio a todo aquel que decide embarcar en una ciudad móvil durante sus vacaciones. Me gustó. También me gustó que en las últimas páginas pusiera una lista con todos los libros a los que hacía referencia a lo largo de la lectura. Utilicé esa lista para completar mi compra. El librero me comentó que “el autor tiene la mirada más tierna del mundo”. Le miré con
admiración por tener la capacidad de mirar a los ojos de las personas y entender su idioma.

Me contó que estaba feliz, muy feliz, porque había conocido a Ana María Matute y se había tenido que reprimir las ganas de abrazarla muy fuerte para no desmontarla. Aunque estaba de acuerdo conmigo en que lo importante es la obra y no el obrador, para él la literatura era ELLA “por la forma que tiene de hacer música con las palabras, como si estuviera tocando el piano, siempre apretando la tecla/palabra exacta”.

Después de un rato de conversación, me fui con mucha poesía. Todo era poesía en mi vida esos días, demasiada poesía, se me había olvidado que la vida VIVIR era más importante que cualquier verso POESÍA.
Me recomendó uno con unas bragas en la portada del que me aseguraba que la autora “poseía una voz pequeñita pero gigante”. Me pareció un libro fascinante que me acariciaba y me arrancaba las tripas sin que me fuera dando cuenta.

Entre otros, también me llevé Fantasmas, del que había oído que el autor era un tipo raro y oscuro con mucho talento, aunque me insistía que ese libro no merecía la pena. Cuando salí de la librería pensaba que no quería que me lo llevara por las peleas literarias de las que siempre me mantuve alejada porque todas tienen el origen en el ego y la envidia; aunque poco después, buscando por internet, pude ver una foto del poeta y descubrí que era el mismo librero que nunca volví a ver en Fuentetaja, por eso dejé de ir.

Hoy, en Barcelona: Dan Fante

Intocable



Lo que han hecho los directores Olivier Nakache y Eric Toledano es casi una proeza: convertir una historia que a priori acumula tópicos (inmigrante negro y delincuente que ayuda a tetrapléjico blanco y millonario) en una notable película que, además, es muy divertida. Basada en una historia real, el eje de la misma es el reparto: ya conocíamos el talento del francés François Cluzet, pero Omar Sy es la gran revelación del filme, la llave para que todo funcione. 

Los directores llenan los diálogos de chistes políticamente incorrectos. Bromean con los tabúes: la parálisis, las sillas de ruedas, el arte como negocio, la ignorancia, la pobreza, la belleza física o la seguridad económica como métodos de conquista… Cada vez que Omar Sy toma el pelo a François Cluzet, por su inmovilidad, sus inseguridades, su elitismo cultural… respiramos aliviados porque el tema (un hombre inmóvil en silla de ruedas) siempre nos deja un nudo en la garganta (recordemos lo mal que uno lo pasa con Mar adentro o Mi pie izquierdo). Sy y Cluzet, así, devienen en una pareja cómica y singular que remite al humor y a la suma de contrarios de Don Quijote y Sancho Panza. 

Pero, además de esa vertiente cómica, hay espacio para promover las ganas de vivir y ofrecernos una entrañable historia de amistad. Intocable (o Intocables, en plural, en su versión original) tendrá admiradores y detractores, pero no se puede negar su capacidad de seducción gracias al humor que aporta este intérprete: Omar Sy, un crack. Se acusa a la película de fomentar “el buen rollo”; en fin, ¿y qué? ¿Qué hay de malo en ello? La vida ya nos jode bastante a diario como para estar siempre serios. 



Próximamente: Tatuajes de criminales y prostitutas


De Lacassagne, Le Blond & Lucas. En Errata Naturae.

Pierre Schoendoerffer (1928 - 2012)


Hace un par de semanas falleció este escritor y cineasta (pero yo me enteré anoche), de quien conservo una novela que, en su día, me gustó mucho: Adiós al rey, que luego adaptaron al cine con Nick Nolte como protagonista.

lunes, marzo 26, 2012

El caníbal, de John Hawkes



Hablábamos aquí, la semana pasada, de La pata del escarabajo. El caníbal fue la primera novela que John Hawkes escribió. Si aquella no lo era, tampoco ésta es una novela que siga las tradiciones. Para que el lector se haga una idea del argumento (que no es tal, pues en los libros de Hawkes suceden cosas, pero no hay una trama en sí), le emplazo a la contracubierta, que figura más abajo. El autor nos coloca en un territorio devastado tras la Segunda Guerra Mundial. Una ciudad ficticia de contornos apocalípticos, propios de una pesadilla, con un extraño motorista norteamericano que de vez en cuando cruza las calles (y que a mí me recuerda al misterioso tipo de la moto de Amarcord), con uno de los protagonistas que quiere asesinarlo y que, además, es el narrador de algunas de las partes de la novela. Estos son, sólo, algunos de los personajes que el autor baraja.

El porqué del título del libro y la identidad de ese caníbal no los sabremos hasta los últimos pasajes. John Hawkes te sorprende en cada página, y te desconcierta continuamente con saltos hacia atrás y hacia adelante en el tiempo, alternando 1914 y 1945, mezclando géneros e introduciendo al lector en una paranoia escrita con una prosa densa y poética y de gran calidad. Le da a uno la impresión, después de leer el libro, de que Hawkes, en realidad, está describiendo las sensaciones perturbadoras y subjetivas de lo que, en su mente, simboliza la guerra, y que las expresa mediante un puzle algo complicado para el lector, un puzle de estructura compleja y oraciones cargadas de músculo y poesía. Un libro muy difícil, pero muy recomendable; traducido, también, por Jon Bilbao, que ha he hecho un trabajo espléndido. Un extracto:    

El americano de la moto no sabía de nuestro país más que sus coroneles, los de las mangas adornadas con águilas, y los sargentos de uniforme verde. Recorría carreteras que se prolongaban más allá del límite de la guerra. Tomaba cerveza en cada parada. El jinete de las llanuras desconocía la desesperación. Esquivaba baches en carreteras que una vez fueron interminables, con las alforjas repletas de ininteligibles garabatos militares, columnas de números, informes personales. No, la desesperación no existía para aquel inconsciente viajero, cuya forma de comunicarse con los tristes lugareños se reducía al silencio, y con sus aburridos compañeros de armas, a un simple “Hola, Mac”. Desde los campos cubiertos de basura y las ramas de los árboles, desde la calcinada biblioteca de la ciudad y las lanchas neumáticas pinchadas que obstruían el canal, hasta las bocas famélicas, hasta los colores del enemigo, hasta las minas sin estallar, hasta los oficiales borrachos y la sífilis, persistía una desesperación no reconocida ni nombrada que nos daba ánimos, permitiéndonos olvidarnos de las prostitutas, de las noticias sobre el enemigo, de las casas en ruinas y de los puestos de vigilancia americanos. Nos infundía ánimo a nosotros, los centinelas emboscados, sobre quienes en el futuro escribirían los historiadores. Atacaríamos al enemigo, aunque solo se trataba de un acto desesperado y aislado.


[Traducción de Jon Bilbao]



Cartel de Apartment 143

Próximamente: Aquí todo es mejor


De Justin Taylor. En Alpha Decay.

Segundo cartel de The Iceman

domingo, marzo 25, 2012

viernes, marzo 23, 2012

Hoy, en Madrid



Presentación de los nuevos libros de
Adriana Bañares
David González
Pepe Pereza
Jorge Barco
Diego Ojeda
Antonio Huerta
Marwan
José Angel Barrueco

A las 20:00 horas.



Cartel y teaser de Cosmopolis


El arte de desgranar alubias, de Wiesław Myśliwski



Otra de las reseñas que escribí para El Cuaderno es la de esta novela. Aún espera su turno de publicación. Mientras tanto, os dejo con la cubierta y dos fragmentos del libro:

En la guerra se puede olvidar cómo se lee, cómo se escribe y mucho más. Se puede uno olvidar de sí mismo. Y hubo quien se olvidó. No sabían de dónde venían, cómo se llamaban, dónde habían nacido, cuándo. Un grupo muy dispar de alumnos de posguerra, ya le digo, sin casa, sin padres, sin madres y más de uno con la conciencia poco limpia. Encima éramos de edades distintas, más mayores, más jóvenes, algunos unos niños aún. Bueno, la verdad es que ya ninguno era un niño. No era posible ser niño, ni aunque alguno lo echara de menos.

**

A pesar de que ahora en otoño el día pueda parecer cada vez más y más corto, a mí me resulta cada vez más largo. A menudo, cuando me despierto por la mañana y pienso que tengo que vivir hasta la noche, tengo la sensación de que es como si fuera de nuevo desde el nacimiento hasta la muerte. No sé si usted ha sentido lo mismo en algún momento, es como si cada vez fuera más difícil sobrevivir hasta el final del día. No, no se trata de que sea largo. Cómo se lo diría. Mire, hoy por ejemplo. Un día como los demás, pero es toda una vida.


[Traducción de Francisco Javier Villaverde]

Tonino Guerra (1920 - 2012)


Anoche me enteré de la muerte de Tonino Guerra, exquisito poeta y magistral guionista de películas de Federico Fellini, Michelangelo Antonioni, los hermanos Taviani, Francesco Rosi, Vittorio De Sica y Theo Angelopoulos, entre otros. Supe de su faceta poética hace muchos años. Gracias a David González, primero, y luego a Ana Pérez Cañamares, que me descubrieron sus poemas, como cuento en la reseña que escribí sobre su Poesía completa. Casualmente, en aquel post puse un poema suyo sobre la muerte, y es que el que vuelvo a copiar aquí, como despedida al autor del poemario La miel:


LA MUERTE

Yo si pienso en la muerte
me muero de miedo
porque al morir se dejan demasiadas cosas
que después ya no vuelves a ver nunca más:
los amigos, los parientes, los árboles
del paseo que tienen ese olor
y toda la gente que has visto
aunque sea una sola vez.

Yo quisiera morirme en el invierno
mientras llueve
en uno de esos días que se hace de noche pronto
y por la calle los zapatos se te llenan de barro
y la gente se encierra en los cafés
alrededor de la estufa.

Tonino Guerra, Poesía completa

Próximamente: Reportajes


De Joe Sacco. En Mondadori.

Trailer de What to Expect When You're Expecting


jueves, marzo 22, 2012

La pata del escarabajo, de John Hawkes



A finales de los 80 y principios de los 90 Alfaguara, cuando entonces se arriesgaba, publicó algunos libros de John Hawkes, uno de los autores claves del postmodernismo. Hawkes, después de años de olvido editorial en España, regresa gracias a dos editoriales y a un mismo traductor: Meettok, Libros del Silencio y Jon Bilbao (con sendas traducciones precisas y magníficas).

Al parecer, Hawkes no era amigo de ciertas características de la novela tradicional como el argumento o la trama. Y por eso sus novelas resultan tan extrañas como hipnóticas, tan seductoras como atípicas. Desde luego, a un lector al uso, amante sólo de la presentación, el nudo y el desenlace, no le entusiasmarán.

La pata del escarabajo es un western. Pero un western moderno, con pueblos anclados en otros tiempos, con el clásico sheriff, con personajes polvorientos que van a caballo, pero también con bandas de motoristas (Los Diablos Rojos) que juraría que son un antecedente claro de las hordas de moteros de Mad Max, pues el autor escribió este texto en los años 50. Por el libro pululan personajes que aún siguen pendientes del pasado. Da igual lo que os cuente acerca de la casi inexistente trama, que describe acciones y personajes; lo que importa, en Hawkes, es que sus libros garantizan una prosa exquisita, muy trabajada, que a veces recuerda a algunas novelas de Cormac McCarthy (La pata del escarabajo, en algunas descripciones, me hizo evocar Meridiano de sangre, la obra maestra de McCarthy). Son novelas que se leen por puro placer, recreándose en los mundos que describe el autor: a medio camino entre la prosa poética y la pesadilla apocalíptica.

Hawkes toma los géneros clásicos y los pervierte, les da la vuelta, los convierte en otra cosa. Y los parodia. En este libro, la hipérbole es el método para ejercer la parodia. Véase la historia y descripción de la cazuela de Ma, que lleva años hirviendo, al fuego, sin que la mujer permita que se apague, y en cuyas paredes se han incrustado “estratos y estratos de grasa carbonizada, mineralizada”… Volviendo a los motoristas y a su conexión con las pandas de Mad Max y sus secuelas, baste esta descripción de una criatura de pesadilla, en este libro perturbador e inclasificable:

La criatura la miró. Estaba hecha de cuero. Correas, hebillas negras y algo parecido a un tubo de respiración cubrían un rostro desprovisto de pelo, enfundado en piel de aligator, tan pequeño como el de Lou. Poseía la misma estructura que una pelota de béisbol: capas sucesivas sobre un pequeño núcleo de goma. Las gafas de motorista habían sido reemplazadas por unos lentes ahumados que, junto con el atuendo de cuero, lo dotaban de una apariencia malévola y excesiva.


[Traducción de Jon Bilbao]

Próximamente: Yoga para los que pasan del yoga


De Geoff Dyer. En Mondadori.

En breve, un nuevo libro de Dan Fante

Cartel de Lovely Molly

Trailer de Hit So Hard


miércoles, marzo 21, 2012

Una comedia canalla, de Iván Répila



Este es el sueño de cualquier empleado: llegar al trabajo un lunes, con la cabeza todavía recostada en el fin de semana, madrugado por los pelos a costa de unas ojeras gordas como ciruelas y unas legañas resecas que no pudieron arrancar ni la ducha ni el café, sentarte en la silla, lamentarte, y después esperar: esperar a que el jefe diga o haga algo que te moleste, una orden con el tono excesivamente imperativo, una petición que sobrecargue tus tareas, algo que te hinche las pelotas, y en ese momento levantarte, mandarle a la mierda pronunciando correctamente cada sílaba y salir por la puerta sin mirar atrás.

**

Antes, en algunos pueblos pequeños del entorno de la gran ciudad, no había grúas: esas máquinas costaban un huevo. Así que cuando un coche se quedaba tieso en mitad de la calle, o cuando había que mover una cajonera de escombros municipales, llamaban al Porlan. Y el Porlan venía desde la ciudad con el coche patrulla, se quitaba la camisa y movía lo que hiciera falta. En aquella época, si uno nacía tocho, con pocas ganas de estudiar y un exceso clínico de testosterona, se metía a poli. Y el Porlan, que era una mala bestia en el sentido estrictamente académico y también en el otro, estuvo pegando hostias y moviendo coches hasta que llegaron la democracia y las grúas, y luego solamente pegando hostias.