En la prensa de Estados Unidos hablan de un fenómeno que han bautizado como “el efecto Twitter”. Se supone que las películas que se estrenan allí están sufriéndolo. Dicen que “Brüno” fue un taquillazo el día de su estreno, pero que las recaudaciones descendieron al día siguiente porque los internautas opinaban sobre la película en las redes sociales, principalmente en Twitter, desvelando escenas o recomendando no ir a verla. Al parecer, la recaudación del filme bajó un cuarenta por ciento. Dicen que los chavales incluso ponen mensajes en Twitter o Facebook desde el cine, accediendo desde sus teléfonos móviles. Ha dicho el presidente de una web de noticias: “Si al público no le gusta la película que ve el viernes, puede que el sábado ya esté hundida”.
El fenómeno no es tan nuevo. Dijeron lo mismo cuando se generalizó el uso de los teléfonos móviles y los jóvenes empezaron a mandar mensajes a sus colegas desde el cine, a mitad de proyección, mientras aún estaban sentados en sus butacas. De hecho, esa (mala) costumbre es típica ahora en los cines y estoy cansado de soportarla. El clásico tipo que, cuando ha transcurrido una hora de metraje, saca el móvil y empieza a teclear un mensaje. Y la luz de su pantalla distrae y molesta. El fenómeno, pues, no es nuevo. Lo que ha cambiado es el medio. Pero ese cambio es importante, esencial. Con un par de mensajes de móvil puedes alertar a dos o tres amigos, y éstos, a su vez, pueden mandar algún mensaje a otros colegas, diciéndoles que no vayan a ver tal o cuál película; pero en algún momento la cadena se interrumpirá. Con Facebook y Twitter la cosa cambia. Pongamos que tienes quinientos amigos en tu perfil de Facebook: si envías el mensaje desde un ipod cuando la película aún no ha acabado, es posible que esa crítica negativa sea leída por, al menos, la mitad de ellos. Y ahí se crea la bola de nieve. O “el efecto Twitter”. En Hollywood tienen que ponerse las pilas y lo saben. Antes se charlaba en la barra de un bar y los amigos comentaban: “Me han dicho que esa película es mala, que no vaya a verla”. Hoy el comentario es otro: “He leído en Facebook que esa película es mala, me recomiendan que no vaya a verla”.
Hasta ahora hemos hablado del vaso medio vacío, de cómo afectan las malas críticas a un filme en las redes sociales. Hablemos, en este párrafo, del vaso medio lleno. Porque los magnates del cine es lo que están haciendo: cogen el fenómeno o el efecto, lo analizan, lo estudian con detenimiento y se ponen a actuar. Porque si una mala crítica en Twitter puede cargarse una película, una crítica favorable puede levantar otra. De hecho, los estudios han metido la cuchara con fuerza en las redes sociales. Veamos un ejemplo: para la próxima película de Tim Burton, “Alice in Wonderland”, se han creado varios perfiles de Facebook. Puedes ser admirador del Sombrerero Loco (Johnny Depp), de la Reina Roja (Helena Bonham Carter) o de la Reina Blanca (Anne Hathaway), con todo lo que eso comporta: recibir avisos y boletines de noticias, acceder a las primeras fotos, a los trailers y a los carteles en primicia. De modo que así estás más informado de ese título que con los medios tradicionales. Y yo supongo que, además de lo que vemos por delante, habrán creado ya una picaresca por detrás. Es decir: gente que trabaje al servicio de los estudios de Hollywood y que se encargue, haciéndose pasar por meros espectadores, de difundir las virtudes de una película, previo pago de la empresa. No es raro: lo hicieron con los comentarios favorables a los libros de la web de Amazon. La mayoría estaban amañados. Aquí de lo que se trata es de ganar, de hacer caja. O sea, tonto el último.