Como apuntan en la contracubierta de Eterna Cadencia, ésta es una novela construida con la estructura de la fórmula “Él dijo / Ella dijo”, es decir, una historia dialogada en su mayoría. Pero en realidad son dos novelas, como apunta el subtítulo: “Una novela en dos novelas”.
Siempre se me escapan las razones, pero Stephen Dixon (1936 – 2019), un grandísimo escritor norteamericano, no ha sido atendido por las editoriales españolas. De hecho, los libros que tengo de él fueron publicados y traducidos en la argentina Eterna Cadencia. Tal vez el motivo sea porque lo consideran “un escritor para escritores”, es decir, alguien que no vende ejemplares de forma masiva. Si has llegado hasta aquí es porque habrás leído algunos de sus exquisitos relatos. Y, si los has leído, sabes que Gould no te va a decepcionar.
Gould sigue los pasos de un tal Gould Bookbinder, personaje a veces ridículo, siempre abatido por sus escasos ingresos, siempre obsesionado con las mujeres, y al mismo tiempo divertido y entrañable.
El libro se divide en dos partes o dos novelas: en la primera se nos cuentan las relaciones de Gould con varias mujeres a las que acaba dejando embarazadas y ellas deciden abortar. Ésta es la gran tragedia de Bookbinder porque él siempre ha querido tener hijos, esposa, estabilidad, un hogar: en suma, una familia. Cada párrafo (larguísimo, de varias páginas que nunca “pesan”) relata el vínculo y el sexo y el romance y el embarazo con una mujer diferente. Es como un compendio de esas relaciones tras las que nunca consiguió que una chica le aceptara y lo viese como padre. Quizá porque Gould es uno de esos personajes raros y retorcidos de la literatura posmoderna que tan bien se les dan a autores como (además de Dixon) Barth, Gaddis o Foster Wallace.
En la segunda nos cuenta su relación larga, esporádica y llena de altibajos con Evangeline, quien tiene un hijo de otro hombre y es tan rara como él. Gould no intenta atarse a ella porque le guste más o menos, sino porque ha conectado con el niño y se siente como una especie de padre. En algunos pasajes Gould quiere ir a verlos por el crío, no por ella aunque luego acaben teniendo relaciones sexuales, disputas feroces y críticas mutuas.
Gould, en manos de Dixon (que fue un gran admirador de Bolaño y de Berhnard), es divertida y a ratos amarga. Como es habitual en los escritores posmodernos, poseía un talento admirable para pasar del estilo coloquial y cómico a la diatriba intelectual repleta de palabras eruditas. Aquí van unos fragmentos:
[…] y él dijo “De modo que me estás diciendo que debería ser diplomático, indiscreto y galante”, dentro de dos días volvería con su hijo a casa y él dijo “¿Por qué tan pronto?” y ella dijo “Porque ya pasé cinco días aquí”, y él dijo “Oh, caramba, qué lástima, porque no sé, me encantaría volver a verte, tal vez sea eso”, y ella dijo “Disculpa, y con esta pregunta no estoy intentando provocarte ni inducirte a una tosca confesión que más tarde lamentarás, pero ¿para qué? Tú tienes lo tuyo, yo tengo lo mío, hay niños involucrados, dentro de menos de dos días me iré y no volverás a verme nunca salvo que sea por accidente y entonces probablemente no nos reconoceremos el uno al otro ni recordaremos esta fiesta, y solo nos conocimos y conversamos durante un par de minutos”, y miró el reloj y dijo “Mi reloj se debe de haber parado, ¿qué hora es?” y él dijo “No uso reloj” y ella dijo […]
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Ha alcanzado una edad, quiso decirle, en que debería tener sus propios hijos. Usted, un español, sabe de eso. Sus propios hijos y una buena mujer pueden mantener a un hombre alejado de conductas inaceptables como esta. También un empleo como el suyo: tiempo completo, relativamente bien pagado, respetable. Él se ha vuelto una sanguijuela con la gente para un montón de cosas: dinero, emoción, tener un hijo. Algo se quebró y ya no volverá a suceder. Su vida se ha vuelto horrible y tiene que empezar a cambiar eso ahora mismo.
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Solamente tienes que ser consciente de lo que haces y lo que dices y trabajar esmeradamente en aquello que quieres lograr y no hacer reclamos injustos ni esperar que los éxitos o las cosas buenas duren y que las malas no ocurran nunca y es mejor ser lastimado que lastimar a alguien y la gratitud también es buena y la afabilidad y la bondad genuina y vivir solo tiene sus ventajas y desventajas pero las cosas cambian, trata de no tener demasiadas ilusiones y precondiciones y sí-o-sís, tan solo sé alguien… bueno, estaba por decir sé alguien a quien los otros puedan acudir y con quien puedan contar en lugar de protegerte de ellos con esa manera que tiene a menudo de estar exhausto o al borde del derrumbe, aunque mientras tanto lo mejor que puede hacer es cuidarse. Todo esto tomará tiempo; no puedes ser arrasado o destruido en solo un día salvo por alguna droga devastadora.
[Eterna Cadencia. Traducción de Ariel Dilon]