Llevo años dándole vueltas a ese acontecimiento de mi vida. Cuando leo en una novela el relato de un aborto, me embarga una emoción sin imágenes ni pensamientos, como si las palabras se transformaran instantáneamente en una sensación violenta. De la misma manera, cuando escucho por azar La javanaise, J’ai la mémoire qui flanche, o cualquier otra canción que me acompañó durante ese periodo, siento una gran turbación
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(Es posible que un relato como éste provoque irritación o repulsión, o que sea tachado de mal gusto. El hecho de haber vivido algo, sea lo que sea, da el derecho imprescriptible de escribir sobre ello. No existe una verdad inferior. Y si no cuento esta experiencia hasta el final, contribuiré a oscurecer la realidad de las mujeres y me pondré del lado de la dominación masculina del mundo.)
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Ver con la imaginación o volver a ver por medio de la memoria es el patrimonio de la escritura. Pero “vuelvo a ver” sirve para hacer constar por escrito el momento en el que tengo la sensación de haberme reunido con la otra vida, la vida pasada y perdida; sensación de que la expresión: “es como si todavía estuviera ahí” traduce de una forma muy exacta.
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Regresé a Ruán. Era un mes de febrero frío y soleado. No me parecía volver al mismo mundo. Los rostros de los transeúntes, los coches, las bandejas sobre las mesas del comedor universitario, todo lo que veía me parecía rebosante de significados. Pero, debido a ese mismo exceso, no podía captar ninguno de ellos. Por un lado estaban los seres y las cosas que significaban demasiado, y por otro las palabras, que no significaban nada.
[Tusquets Editores. Traducción de Mercedes y Berta Corral]