martes, febrero 23, 2021

La cronología del agua, de Lidia Yuknavitch

 

 

Pensé en empezar este libro con mi infancia, el comienzo de mi vida. Pero no es así como lo recuerdo. Los recuerdos me vienen en forma de destellos. Desordenados. La vida se sucede sin ningún tipo de orden. Los acontecimientos no tienen la relación causa-efecto que nos gustaría. Todo es un conjunto de fragmentos, repeticiones y patrones. Esto es lo que tienen en común el lenguaje y el agua.

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El chico era guapísimo. Lo comento porque las mujeres viven esperando en secreto que su vida se convierta en una película. Actuamos como si los hombres fueran las únicas personas superficiales que anhelan un desfile infinito de bellezones, pero lo cierto es que, cuando un chico malo, guapo, carismático y narcisista realmente nos desea y nos elige, nos deshacemos. De repente sentimos que por fin estamos en esa película y no en la vida real. Justo lo que siempre quisimos: ser las elegidas del hombre más guapo de la sala. Rhett Butler. Aunque, por supuesto, somos más inteligentes, más maduras y más cabales que todo eso… o eso damos a entender.

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Nos invitaron a los dos porque nuestra forma de escribir era, bueno, rara. Por lo que a mí respecta, aún no he encontrado una palabra que lo defina bien. “Experimental” suena ridículo e “innovador” suena extrañamente altivo. No sé cuál será la palabra que define el acto de coger todo lo que has aprendido sobre crear personajes, tramas y argumentos y hacerlo volar por los aires, como cuando de pequeña metía petardos en la cabeza de las Barbies; pero eso es lo que hacemos. No sé cómo se definirá el hecho de estar más enamorado de las palabras que de las convenciones y normas sobre ellas, pero lo estábamos.

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Como ves, es importante entender que la gente malparada no siempre sabe decir que sí o elegir la mejor opción, ni siquiera teniéndola delante de los ojos. Es nuestra cruz. Sentir vergüenza por sentir cosas buenas. Sentir vergüenza por no creernos merecedores de estar bajo el mismo techo y en las mismas condiciones que la gente a la que admiramos. Con una letra escarlata enorme en el pecho.

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Puedes hacer que tu familia sea como tú quieras. Puedes querer a los hombres sin odiarlos. Hay mil formas de quererlos.

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Pero narrar nuestros recuerdos, contárselos a otras personas, es algo distinto. Cuanto más evocas un recuerdo, más lo modificas. Cambia con cada nueva verbalización. Cuanto más describes un recuerdo, más probable es que adaptes la historia a tu vida, poniendo un punto final al pasado, creando una ficción soportable. Eso es lo que hacen los escritores. En cuanto abres la boca, te alejas de la verdad de las cosas. Eso es lo que dice la neurociencia.


[Carmot Press. Traducción de Rocío Gómez de los Riscos]