Como escribió Emily Dickinson: "Flores y libros, consuelo de la pena".
Sí. Leer es mi entretenimiento, mi distracción, mi consolación, mi pequeño suicidio. Cuando no puedo soportar el mundo, me acurruco con un libro y es como si una pequeña nave espacial me llevara lejos de todo. Pero no soy para nada una lectora sistemática. Tengo la suerte de leer rápido, comparado con la mayoría de la gente. soy una lectora veloz, lo que me da la ventaja de poder leer mucho, pero también tiene sus desventajas, porque nunca me detengo en nada. Lo tomo todo y dejo que se cocine en alguna parte. […]
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[…] Quiero decir: vivir es una agresión. Moverse en el mundo es entrar en contacto con la agresión en todos los niveles: ocupas un espacio que otros no pueden ocupar, cuando caminas pisoteas toda clase de flora, fauna y criaturas diminutas. De modo que hay una agresión normal que forma parte del ritmo de vivir. Creo que el uso de la cámara representa la intensificación de cierto tipo de formas modernas de agresividad, como cuando uno va y le dice a alguien: "Quédate quieto", y le toma una fotografía. Son formas de apropiación que a la gente que tiene cámaras le parecen muy normales; ven algo y quieren llevárselo a casa y lo hacen bajo la forma de una fotografía. Coleccionan el mundo. Pero no quiero que se entienda que estoy sugiriendo que fue la fotografía la que introdujo la apropiación y el coleccionismo y la agresividad, o que sin ella no habría ninguna de esas cosas. No estoy diciendo eso, por supuesto, pero a veces tengo la sensación de que se entiende que digo eso.
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[…] lamentaría que la escritura empezara a sufrir una segregación sexual. He estado en esa situación. Supongamos que una película mía es invitada a un festival de cine de mujeres. Muy bien, no me niego a enviar la película, al contrario: me gusta que mis películas se exhiban. Pero a la hora de invitar la película, lo único que cuenta es el accidente de que yo sea mujer. Y no creo que mi obra como cineasta tenga nada que ver con que sea mujer. Tiene que ver conmigo, y una de mis características es que soy mujer.
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Hice una lista con cuatro adjetivos que pensé que podrían definir tu estilo de escritura: austero, medido, sereno, escueto.
De todos, con el que sin duda sintonizo es escueto. Creo que siempre he pensado que era una buena manera de ser. Me parecía que lo perecedero de muchos textos eran precisamente sus adornos, y que el estilo eterno era el estilo escueto. Pero los dos escritores norteamericanos que me fascinan son Elizabeth Hardwick y William Gass, y no puedo imaginar escritores más opuestos a mí, y también entre ellos: los dos usan imágenes constantemente, y desarrollan cosas a partir de las imágenes y luego las vuelven a sumergir en imágenes. […]
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Lo que me cambió fue ese ensayo sobre Vietnam, porque fue la primera vez en mi vida que escribí sobre mí misma, aunque tímidamente, y mientras lo hacía lo sentía como un sacrificio terrible. Pensaba: "Odio esta guerra, y estoy dispuesta a hacer esto para aportar mi pequeño grano de arena". Pero lo hice como un sacrificio consciente. Pensaba: "No quiero escribir sobre mí misma, solo quiero escribir sobre ellos". Pero cuando me di cuenta de que la mejor manera de escribir sobre ellos era incluirme a mí misma, entonces se volvió una especie de sacrificio. Y eso me transformó. Me di cuenta de que como escritora podía tener una cierta libertad que nunca antes había pensado que deseara, y de allí en más empecé a explorar con cautela esa libertad en algunos de mis relatos autobiográficos.
[Alpha Decay. Traducción de Alan Pauls]