La continua derrota de los días
se dibuja en mi frente y pesa
sobre mi corazón hundido. Todo son espinas.
Y eso que procuro vivir como quien
en todo momento volviera de un alba limpia,
esparcir aire entre lo oscuro, respirar
debajo del mundo como un niño,
guardar aún entre mis pasos algún calor,
recuerdo o pan antiguo y vivo
que la infancia o el vivir más dulce
recordara. Pero no lo consigo. Me pierdo,
me hundo, me disgrego. Todo son espinas
y este lodo que sepulta
los posibles sentidos de los días,
la continua derrota, la sombra hosca,
la fiera agazapada que nos asalta en cualquier calle
mientras la vida que pudiera ser y no se logra
dice su adiós último. Nada se cumple
o, según se mire, todo se ha cumplido. No sé
por qué lo escribo. Acabo de escribir otro poema
diciendo lo mismo. Borges esperaba que se le permitiera
plagiarse a sí mismo. Pero no se trata de esto
sino que poco hay que decir o es todo
siempre sobre las sombras de igual modo
repetido. Adiós, sombra y olvido. Pero
es verdad: no sé por qué lo digo.
Al decirlo o al callarme
de igual modo me despido.
Santiago Montobbio, Los soles por las noches esparcidos
Hace 15 horas