El mundo es cada vez más impensable: un mundo de desastres planetarios, de pandemias emergentes, de movimientos tectónicos y extrañas variaciones climáticas, de paisajes marinos inundados por el petróleo, y sobre el que asoma la furtiva pero creciente amenaza de la extinción. A pesar de nuestros deseos, necesidades y preocupaciones cotidianas, es cada vez más difícil comprender el mundo en el que vivimos y del que formamos parte. Enfrentarse a esta idea es enfrentarse a un límite absoluto de nuestra capacidad de entender el mundo, una idea que de hecho ha sido el tema central del género de horror durante mucho tiempo.
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El objetivo de este libro es explorar la relación entre la filosofía y el horror, a través de este tema del "mundo impensable". Más concretamente, exploraremos la relación entre la filosofía en sus fronteras con varios campos adyacentes (demonología, ocultismo, y misticismo) y el género del terror sobrenatural, en tanto se manifiesta en la ficción, los cómics, la música y otros medios.
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Si el demonio se toma en este sentido antropológico como la relación de lo humano con lo no-humano (en todas las formas posibles de lo no-humano) entonces podemos ver cómo el demonio ha atravesado históricamente varias fases: primero, el demonio clásico, elemental, ayuda y obstáculo al mismo tiempo (el demonio está junto a mí); luego, el demonio medieval, un ser sobrenatural e intermediario cuya función es tentar al humano (los demonios me rodean); en tercer lugar tenemos el demonio moderno, convertido en un hecho natural y científico por el psicoanálisis, e internalizado como una de las muchas maquinaciones del inconsciente (soy un demonio para mí mismo); y finalmente, el demonio contemporáneo, en el que los aspectos sociales y políticos del antagonismo se atribuyen al Otro como relaciones de enemistad (el demonio son los otros).
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No es sorprendente que el género de terror esté también repleto de excreciones, una materia que parece indefectiblemente ligada al monstruo, fluyendo de su ser y haciéndolo más abyecto y repulsivo todavía. La excreción es también la amenazante cuasi-presencia del monstruo, su pisada, su huella digital o tentacular.
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Sin embargo, los ejemplos más instructivos provienen del cine clásico de terror, y en particular del "cine de monstruos" de estudios de Hollywood como la Universal o la RKO. La proliferación de contradicciones vivientes en las películas de terror constituye nuestro bestiario moderno. Por ello, vamos a aventurar una hagiografía de la vida en la relación entre teología y horror; el muerto viviente, el no-muerto, el demonio, y el fantasma. Para cada caso hay, respectivamente: una figura ejemplar, un modo alegórico, un modo de manifestación, y un principio metafísico que será el vínculo entre filosofía y horror.
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En un contexto contemporáneo en el que constantemente se nos recuerda la fragilidad planetaria (y cósmica) de los seres humanos, y además en formas que parecen absolutamente indiferentes a la "historia de la humanidad" (inundaciones, terremotos, incendios descontrolados y huracanes, sequías y temperaturas extremas), quizás algo llamado misticismo cobre un significado inesperado.
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No hay ser-a-favor del mundo y mucho menos de la naturaleza o el clima. A lo sumo, la aparente prevalencia de desastres naturales y pandemias globales indica que no estamos a favor del mundo, sino que el mundo está contra nosotros. Pero incluso esto es un punto de vista demasiado antropocéntrico, como si el mundo albergara un sentimiento de venganza contra la humanidad. Sería más preciso –y más horrible, en cierto sentido–decir que el mundo es indiferente a nosotros en tanto seres humanos.
[Materia Oscura Editorial. Traducción de Hugo Castignani]