Bill Murray ha sido visto en todo tipo de sitios: desde la línea de banda en una de las semifinales de la Liga Nacional de fútbol americano de 1986 (ocasión en la que lució una gorra de cuero pasada de moda), hasta la isla mediterránea de Yeronisos, donde colaboró como voluntario en las excavaciones arqueológicas que la Universidad de Nueva York llevó a cabo en 2006.
Cuando hablamos de Bill cualquier cosa es posible, hasta el punto de que ha generado un número de leyendas muy superior al habitual. Desde hace varios años, inventarse rumores sobre él ha sido uno de los pasatiempos preferidos de Internet. […] Pero una de las cosas maravillosas de Bill Murray es que le sobran anécdotas verídicas y sorprendentes para llenar un libro. Este, por ejemplo.
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Estás en una esquina de Nueva York, esperando a cruzar la calle. Ensimismado, no le prestas demasiada atención al mundo que te rodea. De pronto, alguien te tapa los ojos con las manos y dice:
-¿Quién soy?
Nadie te hacía ese juego desde que estabas en primaria. Normalmente, esta situación te alarmaría, pero la voz te resulta familiar. No acabas de saber quién habla, pero tienes la certeza de que se trata de un amigo.
Te das la vuelta y es Bill Murray. Sí, la estrella de cine internacional Bill Murray. Es más alto de lo que esperabas y lleva la camisa arrugada. Empiezas a tartamudear, te cuesta encontrar las palabras, tu cabeza no puede procesar lo increíble de la situación. Él esboza una sonrisa, se te acerca y añade en voz baja:
-Nadie te va a creer.
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[Harold] Ramis ha asegurado que Bill es "todos los hermanos Marx en una sola persona: tiene el ingenio de Groucho, la brillantez pantomímica y la lujuria de Harpo, incluso esa cualidad de hombre de la calle de Chico". Lo cual no quiere decir que fuese fácil colaborar con él, según añade. "Si no hay ningún drama, ya lo crea él. Le gusta vivir al límite, y eso significa que es ahí donde arrastra a todos los demás. Tiene dos estados: el sueño y la sobreexcitación".
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Sigourney Weaver describe así la técnica de Bill con las mujeres y los niños: "La forma de ganarse el corazón de una mujer es hacerla reír, y Bill lo logra cuando menos te lo esperas. Aborda a una desconocida, la agarra y, jadeando, le dice: "Quiero saber qué te hace vibrar, cariño". A ellas les sorprende tanto ver que alguien rompe las convenciones que acaban soltando una carcajada, porque lo hace sin ninguna malicia, solo por divertirse. Se comporta igual con los niños, incluso con los bebés. Se acerca a ellos y exclama: "¿Qué tal vas, colega?". Les habla como si fueran adultos. Al principio lo miran horrorizados; luego los desarma y se echan a reír".
[Blackie Books. Traducción de Ismael Attrache]