Compré este libro cuando estaba cursando estudios de Ciencias de la Información en Salamanca, en una de esas ediciones de kiosco en tapa dura. Ya ha llovido desde entonces. Como en aquellos tiempos conocía la película (para mí, una de las mejores de Bertolucci), fui aplazando durante años la lectura. Suele ocurrir cuando han rodado una adaptación y tienes muy presentes las imágenes en tu cabeza. Así que por fin me he decidido a leerla.
Me parece una gran novela, aunque en el fondo no me descubre nada que no me hubiera mostrado ya el filme que protagonizaron Debra Winger y John Malkovich, más allá de algunos estupendos pasajes que he releído. La traducción, aunque es la canónica, sin embargo creo que se ha quedado anticuada, con términos obsoletos y expresiones más propias de Latinoamérica, de ésas que aquí nos chirrían un poco. Durante la lectura comprobé que Galaxia Gutenberg publicó hace unos años una traducción nueva, supongo que mejorada. Leyéndola no he podido quitarme de la cabeza la imagen de Debra Winger, una actriz que me apasionaba en los 80 y en los 90. Lo más notable de la historia (algo que ya me sorprendió en la película) es ese giro que da el argumento cuando menos se lo espera uno: me refiero al momento en que ella (Kit) se queda sola (sin Port y sin George) y debe probarse a sí misma que es capaz de sobrevivir y volver a casa. Tiene algo El cielo protector (novela y película) que me gusta mucho y que ya aparecía en Lawrence de Arabia: su respeto por el desierto, como un ente puro que también depara miedo, igual que el océano en las películas y en las novelas con trasfondo marítimo. Aquí van unos fragmentos:
No se consideraba un turista; él era un viajero. Explicaba que la diferencia residía, en parte, en el tiempo. Mientras el turista se apresura por lo general a regresar a su casa al cabo de algunos meses o semanas, el viajero, que no pertenece más a un lugar que al siguiente, se desplaza con lentitud durante años de un punto a otro de la tierra.
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"No se puede enfermar aquí", pensó. "Ninguno de los dos puede". Cuando uno estaba tan lejos del mundo no quedaba otra solución que negarse a estar enfermo.
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Kit se echó a llorar; unas lágrimas cayeron sobre Amar, que la miró con curiosidad, meneando de vez en cuando la cabeza.
-No, no. Llorar un poquitito sí, pero no demasiado. Un poquitito está bien. Demasiado es malo. No hay que pensar en lo que ha terminado –las palabras la reconfortaban, aunque no recordaba qué era lo que había terminado–. Las mujeres pensar siempre en lo que ha terminado, no en lo que empezar. Aquí decimos: la vida es como un acantilado. Cuando subes, nunca mirar atrás, es malo.
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Alguien le había dicho alguna vez que el cielo esconde detrás la noche; que protege al que está debajo del horror de lo que hay arriba.
[RBA Editores. Traducción de Aurora Bernárdez]