Me interesó este libro gracias a la crítica de Carlos Pardo en Babelia. Llegué a ella de casualidad. Suelo fiarme de Carlos porque nos conocimos en Machado Libros, años atrás, cuando entonces él trabajaba allí y yo iba a menudo a fisgar entre las novedades y a comprar un montón de libros: siempre charlábamos un rato y me recomendaba numerosos títulos, y casi siempre eran recomendaciones acertadas.
Carta a mi mujer está escrito en un tono visceral, como una especie de vomitona, como un torrente de palabras que ni siquiera van a separarse en párrafos distintos porque hay mucho que decir, mucho que contar, y no hay tiempo para detenerse. Al principio de la narración, el autor le confiesa a su mujer que, una vez termine esa carta-libro, no corregirá más que las posibles faltas de ortografía. Quiere que el texto le llegue tal y como salió de su mente. A mí me gusta, de vez en cuando, leer libros así, sin pulir, o que parezca que están sin pulir, y practiqué antaño este estilo, como experimento (véanse mi libro Asco y la antología Viscerales, que coordinamos Mario Crespo y yo). Lo que ocurre con los libros que son como vomitonas es que no gustan a los que van de intelectuales, ellos quieren que todo sea perfecto y pulido. A mí, dado que no soy ningún intelectual, me agradan.
En 120 páginas justas Pentti Saarikoski le cuenta a su mujer lo que hace en Dublín mientras la espera. Son jornadas que se le hacen largas. Él ha elegido estar solo unos días en la ciudad, y aguarda la llegada de ella. Y comprueba que es un pequeño infierno: se dedica a añorarla, a beber muchísimo, a dar vueltas por las calles, a acercarse a Howth. Saarikoski quiere llenar su tiempo con algo, y lo que hace es lo que narra, y lo que escribe y lo que piensa y lo que bebe acaban siendo el meollo de su vida en aquella ciudad, donde siempre tiene presente a Joyce. El libro os gustará aún más si, como yo, habéis estado antes en Dublín y conocéis su ambiente, el jolgorio de sus tabernas, la atmósfera de sus callejones… Aquí van 3 fragmentos:
No soportaría esta soledad si no supiera cómo va a terminar. Y cuando hayamos follado hasta saciarnos, iremos a dar un paseo y te mostraré esta bonita ciudad en decadencia, el Anna Livia, el puerto, la Eccles Street, los angostos lugares donde vive abarrotado el proletariado, las casas de muñecas de la periferia, Sandymount, Sandycoven, el muro contra el cual se masturbó Leopold Bloom, la torre de Joyce, las casas donde he vivido, los pubs donde he empinado el codo, nos sentaremos en la planta superior del autobús y contemplaremos Dublín, que es mi ciudad y que te entrego a ti. A dos mujeres he tratado de dársela, pero ninguna supo aceptarla. La mujer que no sabe amar Dublín no sabe amarme a mí. Sé que tú sabes.
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Si nuestra relación terminara, me hundiría en una soledad tan profunda que tal vez no volviera a tener fuerzas para regresar junto a las personas. O claro que sí. No estoy tratando de escribir un texto hermoso como en Praga. En el libro de Praga hablé un poco mal sobre mis padres, o por lo menos ellos se ofendieron, pero ¿tenían aptitudes para criarme? Estoy orgulloso de mis libros, pero ¿habría escrito algo si hubiese sido una persona equilibrada, contenta? Siempre he soñado con una vida tranquila, pero eso nunca sucederá.
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Contigo soy más sabio, creo que el día de mi muerte se encuentra más cerca que el día en que nací, y cuando una persona siente eso, empieza una nueva vida. No estoy tratando de escribir aforismos, gasto el tiempo escribiendo. Si esto se reconoce como trabajo, estoy contento y de buen humor.
[Nórdica Libros. Traducción de Luisa Gutiérrez]