miércoles, septiembre 23, 2015

El invitado sorpresa, de Grégoire Bouillier


Esto es lo que sucede con los libros que no son best-sellers ni obras de largo recorrido en el mercado (como las de Bukowski: no son superventas pero siempre se mantienen en las librerías): que, apenas unos años después de haberlos publicado, son casi imposibles de encontrar. El invitado sorpresa salió aquí en 2008 y fue uno de esos libros cuya compra fui posponiendo. Y este verano me ha costado bastante encontrarlo, he tenido que rastrear la red hasta conseguir un ejemplar (barato) en una librería de viejo.

El invitado sorpresa fue considerado por algunas publicaciones norteamericanas uno de los mejores libros de 2006, y pese a ello creo que en España pasó sin pena ni gloria.

Se trata de un librito autobiográfico de apenas 130 páginas en el que se cita a menudo la Miss Dalloway de Virginia Woolf y en el que la prosa del autor demuestra ciertos giros a lo Thomas Bernhard (pero en francés y sin ser tan implacable como lo era el maestro). Al principio me desconcertó bastante, no sabía muy bien hacia dónde quería llevarnos el autor, quien empieza contando que una ex novia lo invita a una fiesta de cumpleaños que celebra la famosa artista Sophie Calle, y en esa fiesta se siente forastero y desplazado, y lo único que quiere es regresar con esa antigua pareja que ahora está casada y tiene descendencia. El narrador cree que todo aquello es un presagio porque su ex lo llamó por teléfono para invitarlo a la fiesta justo el día en que había muerto el escritor Michel Leiris.

Pero más o menos hacia la mitad de la narración el hombre abandona la fiesta y empieza a atar cabos entre el azar, su vida y la literatura y luego pasa el tiempo y todo se va colocando, poco a poco, en su sitio. Un día volverá a cruzarse con Sophie Calle y las cosas cobrarán su sentido. El narrador, para entonces, ya se habrá rehecho y tendrá muy presente esta cita de Michel Leiris: la actividad literaria, en lo que tiene de específico en tanto que disciplina del espíritu, no puede tener otra justificación que iluminar ciertas cosas para sí al tiempo que las hace comunicables a los demás, y uno de los fines más altos (…) es restituir por medio de las palabras ciertos estados intensos, concretamente experimentados y hechos significantes, expresarlos en palabras. Y, cuando llegué a las últimas páginas, fui comprendiendo las intenciones de Bouillier, y desde luego que me gustó esta pequeña obra.


[Mondadori. Traducción de Vicenç Tuset Mayoral]