viernes, septiembre 25, 2015

Cuentos completos, de E. L. Doctorow


E. L. Doctorow murió cuando se estaba preparando esta edición, que agrupa sus tres libros de cuentos, algo que, por ejemplo, aún no se ha hecho en Estados Unidos. Aunque el prestigio de Doctorow suele provenir de las novelas, que son las que le proporcionaron fama y dinero (Ragtime, Billy Bathgate, La gran marcha, Homer y Langley…), en estos relatos podemos rastrear las huellas de su talento, de sus resoluciones a veces despiadadas para con los personajes, de la psicología que sabe imprimirle a sus creaciones, de su destreza para dejarnos con la sensación de que algo importante nos ha sido vedado y tenemos que descubrirlo imaginando lo que pasará con tal o cual personaje. Eduardo Lago, todo un experto en literatura norteamericana, apunta en el prólogo que el carácter despiadado de los cuentos de Doctorow sirvió para que eminencias como John Gardner y John Updike lo atacaran: hablaron de sadismo narrativo y de rehuir la redención moral. Es por eso que algunos relatos nos dejan un poco hundidos, sobre todo si han muerto niños o si sospechamos que la protagonista va a seguir viviendo pequeños infiernos.

Esta edición contiene 17 cuentos y una novela corta ("Vidas de los poetas", que el propio Doctorow quiso incorporar al final, rompiendo así la cronología de su escritura y publicación). Todos son buenos, pero algunos me parecen extraordinarios.

Por ejemplo, "El escritor de la familia": en este relato acaba de morir el padre del protagonista, pero no le dicen la verdad a su abuela de 90 años y, para mantener el engaño, le piden al narrador que escriba cartas fingiendo ser su padre; de esa manera, la abuela seguirá recibiendo noticias de su hijo, que se ha trasladado a vivir lejos; y esto (Tú eres el escritor de la familia –dijo mi tía) implica afrontar una responsabilidad que le viene enorme, que nos vendría grande a cualquiera de nosotros.

Por ejemplo, "Jolene: una vida", que adaptaron al cine algunos años atrás, con una Jessica Chastain que aún no era conocida. Es la historia de una chica que va dando tumbos por la vida porque se junta con los hombres equivocados, porque su padre ya abusaba de ella, porque su madre le pegaba con motivo o sin él, porque cada elección y cada pareja resultan ser erróneos y así no hay manera de levantar cabeza.

Por ejemplo, "Bebé Wilson", en el que el narrador se encuentra con que su chica, que tiene ciertos trastornos psicológicos, acaba de robar un bebé del hospital.

Por ejemplo, "Walter John Harmon", en la que hay una figura dominante, uno de esos falsos predicadores que engañan a familias enteras para acostarse con las mujeres, ser adorado por los hombres y venerado por todos. Y empieza cuando la mujer del narrador se larga con ese tipo y se supone que él debe aceptarlo.

Por ejemplo, "Wakefield", una actualización o reinterpretación del célebre relato de Nathaniel Hawthorne, con un hombre que un día sale de casa y acaba refugiándose en el desván sin que nadie lo sepa, y se alimenta de restos de basuras y se asea en su propia casa cuando la familia no está y aprende a ser una especie de vagabundo loco que vive al lado de su hogar sin que lo descubran.

Por ejemplo, "Edgemont Drive", escrito en forma de diálogo, el de una pareja que discute porque un extraño ha aparcado el coche delante de su casa y se limita a mirar sin salir del coche durante días.

Y no olvidemos la novela corta, "Vidas de los poetas", cuyo hechizo proviene de su variedad temática, que es más anárquica de lo que uno imaginaba al empezar a leerla.

Para cerrar, un fragmento del cuento "Todo el tiempo del mundo":

¿Doctor Sternlicht?
El mismo.
Vuelvo a tener esa sensación.
Era de esperar.
Es como si viviera en el exilio. Estoy solo. No tengo a nadie.
Era de esperar.
¿Por qué? ¿Por qué era de esperar? Siempre dice lo mismo.
No, digo otras cosas. Digo que está estancado. Digo que cambie de estilo de vida, que amplíe sus horizontes. Tiene toda una ciudad a su disposición: museos, conciertos, el desfile de la vida. Digo, salga y diviértase. Tiene todo el tiempo del mundo.
¿Hasta cuándo?
¿Qué?
Ha dicho que tengo todo el tiempo del mundo. ¿Hasta cuándo?
Hasta que pase algo.
¿Qué puede pasar?
Ay, si lo supiéramos, pero no lo sabemos, dice, y corta la comunicación.


[Malpaso Ediciones. Traducciones de Carlos Milla Soler & Isabel Ferrer Marrades, Jesús Pardo de Santayana y Gabriela Bustelo]