miércoles, agosto 12, 2015

Leer como un profesor, de Thomas C. Foster


Ojalá hubiera tenido este libro cuando era estudiante, cuando ciertas enseñanzas de la literatura en el instituto (siempre españolas, casi siempre rancias, nunca acordes con nuestra edad) se me atragantaban. Pero, entonces, este libro aún no había sido escrito. Thomas C. Foster es profesor de literatura, además de escritor y articulista. Es posible que su libro, a un lector con experiencia, no le enseñe nada nuevo. Pero, en mi caso, y aunque llevo muchas lecturas en la memoria, siempre consigo aprender algo. Aquí el autor se propone enseñar (o mostrar, mejor dicho) cómo podemos detectar ciertas cosas en los textos literarios: la huella de los mitos, la resonancia de Shakespeare, los temas comunes, el subtexto, el origen de ciertos libros… Creo que los adolescentes deberían leerlo, si no entero, al menos unas cuantas partes.

Pese a que muchos de los detalles de los análisis que cuenta Foster ya me los sabía, repito que he aprendido: aún hay cosas que no sé, libros que todavía no he leído, clásicos que siempre me da pereza empezar… Me lo he pasado en grande leyendo este libro, que jamás cae en la condescendencia ni en el paternalismo ni en lo rancio. Foster sabe que, como lectores, debemos ser libres y seguir nuestro propio camino, elegir según nuestros gustos, leer lo que creemos que nos motiva. Él sólo sirve de guía, de cicerone. Por si fuera poco, menciona a un montón de autores que jamás citaron mis profesores de literatura: Thomas Pynchon, Robert Coover, Jack Kerouac, Tim O'Brien, Raymond Carver, Djuna Barnes, John Barth, Angela Carter… Esto no significa que se olvide de Homero, Joyce o Faulkner. En los análisis de Foster, todo cabe. Un par de pasajes:

Creo que actuamos así: al leer historias nos gusta lo extraño, pero también necesitamos lo familiar. Queremos que una novela nueva se distinga de todo cuanto hemos leído antes. Al mismo tiempo, precisamos que se parezca lo bastante a otras lecturas como para cobrar sentido. Si un texto consigue las dos cosas al mismo tiempo, extrañeza y familiaridad, se producen vibraciones, armonías que acompañan la melodía de la historia principal. Y dichas armonías provocan una sensación de amplitud, solidez, resonancia. Puede que esas armonías procedan de la Biblia, de Shakespeare, de Dante o de Milton, pero también de textos más humildes y familiares.

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Algunas de mis peores experiencias de lectura han tenido que ver con libros que "todo el mundo" estaba leyendo y elogiando. Una y otra vez, la experiencia me ha demostrado que, aunque yo sea "uno más", definitivamente no soy "todo el mundo". Lo que me gusta, lo que admiro, lo que descarto, solo puedo descubrirlo leyendo por cuenta propia.


[Turner Libros. Traducción de Martín Schifino]