En el primer ensayo de este libro de autoría colectiva, Susan Sontag dice algo sobre el género que me parece muy acertado:
Las películas de ciencia ficción no tratan de ciencia. Tratan de la catástrofe, que es uno de los temas más antiguos del arte. En las películas de ciencia ficción, la catástrofe rara vez es concebida intensivamente; lo es siempre extensivamente. Es cuestión de cantidad y habilidad. Si se prefiere, es cuestión de escala.
Y, un poco más adelante, añade:
Así, el cine de ciencia ficción (como un género contemporáneo muy diferente, el happening) está relacionado con la estética de la destrucción, con las peculiares bellezas que pueden procurarnos los estragos, la confusión. Y lo más importante de una buena película de ciencia ficción radica precisamente en la imaginería de la destrucción.
Es uno de los mejores textos de un volumen con el que he aprendido y he recordado, y en el que encajan textos traducidos o desgajados de otros libros junto a textos escritos para la ocasión o sacados de antiguos números de revistas. Aunque eso haga parecer al libro una especie de monstruo de Frankenstein, no desmerece: quiero decir que a mí me gustan estos libros en los que se coge de aquí y de allá para ofrecer un mosaico sobre un tema determinado (como el libro sobre True Detective que ha publicado Errata Naturae, del que hablaré otro día). Junto a Susan Sontag hay un texto del maestro J. G. Ballard, que ya había leído porque proviene de Guía del usuario para el nuevo milenio, pero que he releído con placer; hay, también, un texto de John Moffitt, de quien me compré hace poco su ensayo sobre alienígenas en una librería de saldo; no falta Pilar Pedraza, cuyos ensayos suelen ser impecables; y hay firmas de algunos de los mejores críticos y analistas de cine de este país, como Quim Casas o Tonio L. Alarcón. Sin embargo, mis textos favoritos (aparte de los de Sontag y Ballard) son los que firman Jesús Palacios (su ensayo se titula "Imágenes como virus", así que no tengo que explicar por qué me encantó) y Tomás Fernández Valentí en solitario (porque hace una defensa del cine de ciencia ficción de Steven Spielberg con la que estoy totalmente de acuerdo). Sin desmerecer los textos de otros colaboradores, como Jorge Gorostiza o Antonio José Navarro.
Podría colgar un montón de fragmentos, de cualquiera de los textos del libro, pero carezco de tiempo. Así que voy a dejar un párrafo sobre un cineasta del que antaño vi alguna película, pero de quien desconocía su historia. Nos lo sirven Valentí & Navarro en su ensayo conjunto sobre los "Seres de metal":
La noche del 23 de abril de 1996, el actor, guionista y realizador escocés Donald Cammell (Edimburgo, 1934) se voló la cabeza de un disparo. Pero lo hizo con tan extraña fortuna que, durante unos breves minutos antes de morir, tendido en el suelo, lúcido y sin dolor, solicitó a modo de última voluntad ver una foto de su escritor favorito, el argentino Jorge Luis Borges (!). Un final acorde con la enigmática personalidad de Cammell, cuya trayectoria vital y artística es una mezcla de tragedia, horror y onirismo. Amigo del cineasta underground Kenneth Anger y de Bobby Beausoleil –miembro de la familia Manson–, estudioso de Aleister Crowley, de la literatura decadentista de J. K. Huysmans y del surrealismo, Donald Cammell, declarado satanista, impregnó de una densa estética esotérica y perversa su corta filmografía como director: Performance (íd. 1970), codirigida por Nicolas Roeg, Engendro mecánico (Demon Seed, 1977), El blanco del ojo (White of the Eye, 1987), El lado salvaje (Wilde Side, 1995) y The Argument (1971-1999).
[Valdemar. Traducciones de Horacio Vázquez Rial, Rebeca Le Rumeur, Octavio di Leo e Iria Candela]