Tras haber hecho prisionero a su vecino musulmán Osman, de setenta y cinco años, el combatiente serbio Zdravko Spasojević, llamado Zdravko el Serbio, lo paseó como a un oso atado por la ciudad destruida.
El viejo musulmán debía cantar canciones de los chetniks para los serbios borrachos.
Cada vez que se equivocaba, le daban una paliza.
Cuando, por algún milagro, acabaron por liberarlo, el viejo Osman estaba roto, agotado; tenía la voz cascada de tanto cantar.
Su rostro conservó durante mucho tiempo la huella de las botas serbias, pues le golpeaban a patadas.
Modriča, Bosnia-Herzegovina, junio de 1992
Velibor Čolić, Los bosnios