martes, febrero 11, 2014

Pornografía, de Manuel Arranz


Me interroga sobre mi vida anterior. Quiere saberlo todo. No sólo a cuántas mujeres he conocido antes. Quiere saber cómo eran, qué pensaba yo de ellas, por qué las dejé, por qué me enamoré de ellas. Está a punto de abandonarme por todo lo que hice antes de conocerla. Y yo, que hasta que la conocí no me arrepentía de nada de lo que había hecho, más bien de haber dejado de hacer alguna cosa, me arrepiento de todo lo que hice. Eso es el amor.

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Cuando una mujer se pone la prenda de un hombre es una señal inequívoca de que está enamorada de él.

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Si una mujer se vuelve, no es para comprobar que la estás mirando, eso ella ya lo sabe.

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Me había propuesto contar una historia sencilla, un idilio, un relato de un centenar de páginas. No era esto lo que quería escribir. Lo que quería escribir, ahora me doy cuenta, es lo que escribió ella en su diario: Al amor de la lumbre.

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De pronto, un día, aunque en realidad no sucede de pronto, tampoco te salen esas bolsas debajo de los ojos de pronto, ni tus músculos pierden tono de pronto, piensas que te quedan diez años, doce a lo sumo. Piensas que a esa edad murió tu padre, él tampoco estuvo enfermo en su vida. Hasta el final, claro. Aunque no tendría por qué suceder así. Nunca sucede nada como lo imaginamos.

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En general no sabemos lo que debemos a los demás. ¿Cuántas personas realmente importantes pasan por nuestra vida? ¿De cuántas nos enamoramos? ¿Cuántos libros realmente importantes leemos al cabo de la vida? Muy pocos, seguramente. Pensamos que nos hemos hecho a nosotros mismos, pero no ha sido así. Lo que debemos a los demás casi siempre es lo mejor de nosotros mismos.



[Editorial Periférica]