viernes, febrero 21, 2014

Madre, in memoriam, de Phil Jourdan


Éste es el primer libro del inglés Phil Jourdan, que además de escritor es músico y editor. Quienes convivimos con una ausencia similar a la suya, lo compramos a ciegas: el título ya es una declaración de intenciones (hay una madre muerta y hay un homenaje a una madre). El autor no es un personaje, sino que sufrió de verdad esa pérdida, y decidió escribir sobre su madre, levantar un altar de palabras en torno a ella, resguardarla en el papel mediante el ejercicio de la memoria. La diferencia con otros libros autobiográficos es que, a medida que nos vamos aproximando al final, el narrador introduce ciertas pinceladas de ficción (algo que él mismo aclara al inicio): empieza a fabular sobre lo que podría haber dicho su madre, empieza a imaginar que ella no ha muerto y que sale viva del hospital y la vida de todos cambia, y así empieza a insertar algunas variaciones en la historia. Jourdan no sólo habla de lo que ha ocurrido, sino de lo que podría haber ocurrido y de lo que cree que quizá ocurrió (por ejemplo: que su madre fuera espía durante un tiempo). En la nota a la edición española, Phil Jourdan califica Madre... de antimemorias. Y añade la clave de esta obra: El empeño de este libro es el de ser verídico, pero no verdad. Como suele ocurrir en los textos que hablan de la pérdida, encontré unos cuantos pasajes memorables, y os dejo aquí con varios de ellos:

A mi madre se la había llevado la gran nada y eso era todo. ¿Qué podía hacer yo sino escribir y garabatear y esperar el puñetero llanto (llora, joder, llora, ingrato, que no sueltas ni una lágrima por tu madre). No, no lloré, y fue un problema bastante recurrente que duró un año o así, la falta de lágrimas, la manera impasible en que me enfrenté a todo (llora, si no lloras no te volverán a tomar en serio). ¿Pero quién? ¿A quién le importa si lloro?, no va a cambiar nada por eso. Y aunque no lloraba, escribía notas, pequeños recuerdos que era importante no olvidar nunca, cosas que consignar en el libro que había decidido escribir sobre mi madre.

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Puedo pasar la página de la vida de mi madre: se ha ido, no tengo otra opción. El problema consiste en entender no sólo el vacío que dejó, sino la naturaleza del vacío, la forma del cráter ahora que la flora ha cubierto los escombros. ¿Por qué pienso en su muerte más ahora que cuando la herida estaba fresca? ¿Por qué ya no me acechan ciertas imágenes que encontraba aterradoras, mientras que han resurgido otras, quizá brotadas de mi imaginación? ¿Y cuándo olvidaré, si es que eso ocurre, cómo era vivir con ella, hasta el punto de que su vida adquiera la irrealidad de un personaje de novela?

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Y aunque no hay consuelo para el horror de vivir en un mundo sin madre, la normalidad se va imponiendo. El duelo se transfigura, pero el sufrimiento no remite –sólo la pena parece lo justo–. La vida me arrastra con sus rutinas diarias y sus nuevos requerimientos, pero el nudo no se desata: el duelo ha dejado de tener una función y se ha convertido en una forma de ser. Estoy en duelo porque me hace sentir bien, porque prolonga el dolor.

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Recuerdo muchas cosas que había olvidado hasta el día en que moriste. Querida madre, es una experiencia por la que todo el mundo ha de pasar y sin embargo a mí me parece única, como si fuera el primero en perder una madre.

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He caído en el vacío que ha dejado mi madre.


[Editorial Carpe Noctem. Traducción de Pilar Cáceres]