jueves, enero 09, 2014

La tumba del marinero, de Luna Miguel


LA PERSONA DEPRIMIDA

Cada noche escribo y desescribo una novela de dunas.

Soy el mito,
pienso.
Soy esdrújula y rimo, y nunca mido los versos.

Cada noche mientras tú duermes escribo y desescribo
el ruido de tu mandíbula:

cómo crujes los dientes,
cómo chirrías en sueños y maldices a los ángeles.

Cada noche digo y desdigo.

Crezco y no menguo.

Sufro y no encuentro el sentimiento contrario.

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El mundo no se puede acabar ahora. No se puede acabar. Te he comprado un anillo de plata para que nunca lo pierdas. Tómalo y toma tus ojos. Póntelo y ponte tus ojos. La muerte no puede ser experimentada ni por los vivos ni por los muertos, escribió William T. Vollmann. La extraña claridad de esta ventana solo me recuerda a una gran epidemia.
Y si esto se acaba.
Dime.
¿Qué significa entonces quedarse solo?

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[...]
Me dice: cangrejos.
Me repite: cangrejos.

Me dice:
tú nunca tendrás la enfermedad de tu madre.

Tú nunca besarás a ese animal.
[...]


[La Bella Varsovia]