En 2007, Anagrama nos sorprendió a unos cuantos lectores con la publicación del primer volumen de memorias del escritor norteamericano Nick Flynn, Otra noche de mierda en esta puta ciudad (y digo "nos sorprendió" porque el libro era magnífico). La historia de Flynn atraviesa varias etapas de dolor: su padre se larga de casa cuando él es un bebé, y un tiempo después entra en prisión; años más tarde, Nick se lo encuentra en la calle, convertido en un indigente alcohólico; su madre se suicida cuando él tiene veintipico años; empieza un periplo de viajes, malestar y desorientación; cuando lo contratan para trabajar en un albergue para mendigos y vagabundos, se topa con que su padre es uno de ellos, ya desahuciado y obstinado en escribir una obra grandiosa que nunca termina; Nick trata de ayudarle, y mientras tanto tiene relaciones con mujeres, se autodestruye, y al final se convierte él mismo en escritor.
El año pasado se estrenó una película basada en aquel libro, de título Being Flynn (La vida de Flynn, en castellano), con un reparto encabezado por Paul Dano, Robert De Niro y Julianne Moore. A pesar de esos actores, y aunque en conjunto el filme no está mal, carecía de la potencia narrativa y del tono poético de sus memorias.
Esas memorias se dividen en tres tomos. Parecía que nadie se acordaba en España, ya, de Nick Flynn. Hasta que el otro día topé en la mesa de novedades de una librería con el segundo tomo, que ha publicado otra editorial: El tictac de la bomba. Para mí fue una sorpresa porque no esperaba que tradujeran los siguientes tomos. En este volumen, Flynn retoma algunos de los temas del anterior libro (la decadencia del padre, el suicidio de la madre, las relaciones con varias mujeres, su trayectoria como poeta y escritor), pero los amplía con dos nuevas preocupaciones: el próximo nacimiento de su hija y las fotografías y revelaciones de los prisioneros torturados en Abu Ghraib. El dolor vuelve a manifestarse en estas páginas. La estructura dota de agilidad al libro: está escrito como una especie de (falso) diario que salta de un año a otro, que avanza y retrocede en el tiempo para hablarnos del amor, la tortura, el alcoholismo o la guerra. Algo que en seguida me gustó fue que, en la apertura de ambos tomos, hay una cita del Fin de partida de Samuel Beckett, lo que ya denota buen gusto. Sólo le reprocho a la editorial la abundancia de erratas del texto, aunque en el fondo lo perdonamos porque, como quien dice, acaban de empezar. Varios extractos:
Espero poder contarle algún día a mi hija la historia de estos tiempos de oscuridad, la historia de los días sombríos que precedieron a su nacimiento. Y contarle que su llegada significó un rayo de luz. “Estábamos perdidos”, así empezaré mi relato, “pero encontramos nuestro camino”. Al menos es lo que me gustaría poder contarle.
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Os contaré un secreto. Cualquiera que alcanza a vivir lo suficiente pierde su camino en la vida en algún momento. Sí, tú también. Una buena mañana te despertarás y te sentirás perdido. Es la verdad pura y dura. Y si nunca has tenido esa sensación entonces considérate alguien con suerte. Cuando eso ocurre, cuando llega ese día en el que miras a tu alrededor y nada te resulta familiar, cuando te encuentras solo en la profundidad de un oscuro bosque y te das cuenta de que estás perdido, lo más fácil es echarle la culpa a los demás –puede que a un amante inconstante, un padre ausente, una mala infancia. También es normal echarle la culpa al mapa que te dieron: demasiadas veces doblado, anticuado, con su letra diminuta. Levantas el puño hacia el cielo y maldices tu destino, tu karma, tu mala suerte… Puede que tengas razón, aunque si eres sincero, admitirás que el único culpable eres tú. Puede ser que la vida te haya cegado y te haya hecho perder el norte, pero recuerda que la mitad de las veces somos nosotros los que elegimos ponernos una venda.
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Ha sido un año muy largo para mi padre. Su casera me ha estado llamando para advertirme de que su casa se ha convertido en un foco de peligro de incendio, algo que no le puedo discutir. […] Si le echan de allí no sobrevivirá, es muy mayor, demasiado frágil, para pasar otro invierno en la calle. Y yo también me siento demasiado viejo para hacerme cargo, para vivir sin saber dónde está, pensando qué hará esa noche para poder dormir, mirando al cielo para saber si nevará. Esperaba, no sé por qué extraña razón, que sería posible razonar con él, que se tomaría en serio el ultimátum de desahucio, pero ni por esas. Amenazó con suicidarse, amenazó con matar a su casera, amenazó con matarme.
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En mitad de la transición de mi padre hacia su nueva vida, Inés y yo decidimos tener un hijo juntos. O al menos intentarlo. Es un salto con las manos vacías, para los dos, hacia lo desconocido. En mi caso, puede que haber pasado tanto tiempo con mi padre en los últimos años, puede que haber estado un montón de días en las últimas semanas limpiando su apartamento, de rodillas, limpiando el detrito, puede que todo eso me hiciese ver cómo todas las cosas que uno acumula a lo largo de la vida al final terminan siendo pasto del tiempo, terminan convirtiéndose en polvo. Incluso ese libro en el que has invertido toda tu vida acabará, si tienes suerte, en una caja (si no la tienes, terminará en un contenedor).
[Léeme Libros. Traducción de Mara Vázquez]