Tras los trágicos atentados del once de septiembre en
Nueva York, la venganza, siempre presente en sus adorados spaghetti western o
en las cintas wusia de los setenta, consciente o inconscientemente se
transforma en el detonador narrativo de sus piezas. Unas obras que le permiten
ahondar en los subgéneros devorados durante la adolescencia en los cines
grindhouse para reformularlos y acoplarlos a un discurso construido
esencialmente alrededor de la cinefilia.
Cineasta exigente y meticuloso con su obra (en dos
décadas, rodeado por un equipo de fieles colaboradores, Lawrence Bender, los
hermanos Weinstein, Sally Menke, Samuel L. Jackson o David Wasco, sólo ha
rodado siete largometrajes), pero incapaz, en demasiadas ocasiones, de
controlar su abultado ego y su tendencia a la inútil verborrea, filme tras
filme, ha dejado atrás titubeos descriptivos iniciales revelándose como un
admirable ilustrador capaz de organizar en imagen, sin traicionar un ápice de
complejidad, sus enrevesadas creaciones literarias. Enamorado de los thriller
hongkoneses de los ochenta, de Godard o de Fuller y fascinado, de igual forma,
por cutres cintas de kung-fu de mísero presupuesto o exploit a la italiana, su
tarea funciona impulsada por unos contrastes absolutos combinados a la
perfección por un hombre que parece vivir única y exclusivamente para el Cine.
.
[T&B Editores]
.
[T&B Editores]