Un día de estos empezaré a leer el voluminoso libro que
Peter Ackroyd dedica a Londres (son, exactamente, 1.000 páginas), que dicen que
es una joya y que ya está en mi biblioteca; mientras tanto, me he calzado este
breve volumen que el mismo autor consagra al subsuelo de la ciudad: la red de
trenes subterráneos, las obras y excavaciones, el alcantarillado y sus
leyendas, las catacumbas, las aguas que fluyen bajo tierra y los misterios
asociados a la oscuridad. Un extracto sobre el famoso “underground”:
La red de transporte
subterráneo es, en muchos aspectos, un símbolo del esfuerzo colectivo.
Solitario y al alcance de todos, es una representación de la paradoja que
entrañan todas las sociedades y culturas. Facilita el desplazamiento de los
individuos, sin duda, pero es también una fuerza social que adopta sus propios
códigos y convenciones. En este sentido, puede considerarse como un sistema
opresor, que forma parte de la jornada de trabajo del capitalismo tal como hoy
lo conocemos. Es, a un tiempo, un concepto ideológico y sociológico. El viajero
que, por fuerza, ha de sufrir las aglomeraciones matinales de la “hora punta”,
lo verá como una de tantas obligaciones impuestas. “No somos nosotros quienes
elegimos la vía por la que queremos ir –decía Thoreau en los albores del
ferrocarril en Estados Unidos–: el tren lo hace por nosotros”.
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Otro extracto sobre el refugio que buscaban los ciudadanos
durante los bombardeos de 1940, en la Segunda Guerra Mundial:
La gente llegaba
allí con tumbonas, mantas de viaje y parasoles; algunos llevaban comida para
quince días. Habían ido para quedarse. A eso de las seis de la tarde, los
pasajeros habituales tenían que abrirse camino entre personas tumbadas; dos
horas después, los andenes estaban tan abarrotados que era imposible dar un
paso. El ambiente era asfixiante; mucha gente tenía que salir a la superficie
unos minutos para tomar un poco de aire fresco. Para empeorar las cosas, y
debido al inusitado calor que hacía, apareció una plaga de mosquitos. Cuando,
tras el paso del último tren, las luces se apagaban, algunos de los refugiados
invadían las vías. Otros ocupaban los accesos y las escaleras mecánicas.
[Traducción de Gregorio Cantera]