Porque Cronenberg
además se centra en el cuerpo como objeto de transformación: «no creo que la
carne tenga que ser necesariamente traicionera, perversa, mala. Es irritable, y
es independiente. La idea de independencia es la clave […] Y pienso para mí:
“Eso es lo que pasa: la independencia del cuerpo, en relación al cerebro, y la
dificultad del cerebro para aceptar lo que esa revolución podría acarrear”»
(Rodley, 2000: 132).
Es evidente que para
Cronenberg el concepto de lo material, del organismo, es importante: «lo que
viene del cuerpo es lo real. Este es el verdadero proceso de la existencia que
es la vida, el resto es diversión, es una distracción de lo que llega a tu
cuerpo, incluidos, seguro, la muerte y el avance hacia la muerte, que es de lo
que buscamos sobre todo escapar de todas las maneras posibles» (Grünberg, 2000:
161), e incluso añadía de forma contundente: «siempre he tenido el sentimiento
de que el cuerpo humano es el hecho mayor de la existencia humana» (Grünberg,
2000: 37).
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[…] «el problema es
saber si la enfermedad es realmente una criatura disminuida, una criatura
enferma, o si es al contrario una criatura reforzada, o además si es otra
criatura. La enfermedad indica habitualmente la presencia de otra forma de
vida. No siempre, pero a menudo. La buena salud de otra forma de vida nos
provoca la enfermedad. Es un arreglo extraño» (Grünberg, 2000: 182).
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La enfermedad de sus
progenitores suele relacionarse con el cine que hizo después; sin embargo,
Cronenberg niega rotundamente su influencia: «si se miran las cosas que escribí
en el colegio, cuando mis padres estaban los dos perfectamente sanos,
encontrarás un conocimiento sustancial de la naturaleza física de la vida y la
muerte», y continúa: «los hechos que desde entonces les han ocurrido a las
personas cercanas a mí sólo lo han confirmado, sí, las cosas suceden, y puedes
entristecerte por ellas. El mundo proporciona algunas cosas malas, lo queramos
o no» (Lucas, 1983: 39). Incluso ha llegado a declarar: «puedo decirte cuándo
murió Gilles Villeneuve pero no puedo decírtelo de mi padre» (Breskin, 1992:
200). En Cronenberg son mucho más importantes la enfermedad y su proceso, que
conllevan un deterioro progresivo del cuerpo, que la propia muerte.
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[…] estamos
básicamente ante una historia de amor que condensa, con ayuda de la premisa
“fantástica” de la fusión molecular, una relación de cuarenta años en unas
pocas semanas. Es lo que ocurre cuando en una pareja de amantes uno de ellos
enferma gradualmente: la “monstruosidad” es una metáfora del cáncer o, si se
prefiere, de la decrepitud física que se nota mucho cuando uno es mucho mayor
que el otro. Por eso aquí era importante que los efectos visuales fueran muy
desagradables, para resaltar el horror físico de la enfermedad y lo doloroso de
la necesidad de separación.
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Su interés por
Burroughs había empezado mucho antes. El director declaraba que el escritor:
«fue una de mis mayores influencias cuando pensé que iba a ser novelista. Hubo
un increíble reconocimiento cuando empecé a leer a Burroughs, “Dios mío, esto
está en mí también”. Pienso que ambos, Burroughs y yo, estamos muy interesados
en la metamorfosis o transformación, y eso naturalmente nos conduce a tener algún
conocimiento de la naturaleza de la enfermedad y la relación entre la condición
humana y la enfermedad (Kermode, 1992: 12).