Los libros se
multiplican en proporción geométrica. Los lectores, en proporción aritmética.
De no frenarse la pasión de publicar, vamos hacia un mundo con más autores que
lectores.
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Hay una tradición
llorona de la gente de libros (autores y lectores, editores y libreros,
bibliotecarios y maestros). Una tendencia a quejarse hasta del buen tiempo.
Esto hace ver como desgracia lo que es una bendición: la economía del libro, a
diferencia de la economía de los periódicos, el cine y la televisión, es viable
en pequeña escala. El umbral económico, los requisitos mínimos para entrar al
mercado, son muy bajos en el caso del libro, lo cual favorece la proliferación
de títulos y editoriales, la multitud de iniciativas y la riqueza cultural. Si
el umbral fuese tan alto como en los medios masivos, habría tan poca diversidad
en los libros como en esos medios.
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La humanidad escribe
más de lo que puede leer. XLibris, un editor de libros pagados por el autor,
estimó que por cada libro que se publica en los Estados Unidos se quedan nueve
inéditos (Harper’s Magazine, December 2000). Si, por cada libro que se publica
en todo el mundo, se quedan uno o dos inéditos, se escriben dos o tres millones
de libros al año. Pero un lector de tiempo completo no puede leer más de 200 al
año: uno de cada 10,000 o 15,000. Nada.
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El problema del
libro no está en los millones de pobres que apenas saben leer y escribir, sino
en los millones de universitarios que no quieren leer, sino escribir. Lo cual
implica (porque la lectura hace vicio, como fumar) que nunca le han dado el
golpe a la lectura: que nunca han llegado a saber lo que es leer.
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La gran barrera a la
difusión del libro está en las masas de privilegiados que fueron a la
universidad y no aprendieron a leer un libro.
[…]
Los graduados
universitarios tienen más interés en publicar libros que en leerlos.
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La impresión digital
sobre pedido (printing on demand), como los antiguos copistas, puede producir
un ejemplar completo, desde la primera página hasta la última, cuando se pide.
Si son muchos, imprime, compagina y encuaderna uno, luego otro y así
sucesivamente. El costo por ejemplar no varía, si se producen muchos o pocos, y
aunque es mayor que la impresión normal cuando se trata de miles de ejemplares,
es menor cuando se trata de pocos. El impresor ya no tiene argumentos para
decirle al editor: te cobro menos por ejemplar, si imprimes más. Por la
naturaleza misma del proceso, tiene que cobrar lo mismo, aunque el pedido sea
pequeño.