No sabía nada de esta editorial ni he encontrado rastros
en internet: su web está en construcción. Pero vi este libro en La Central y,
con ese título, tenía que comprarlo. Como su título indica, estamos ante la
traducción de las cartas de 45 hombres, de 45 soldados kamikazes que
combatieron (y murieron) en la Segunda Guerra Mundial. Lo que más me ha gustado
es comprobar la lucidez con la que muchachos de apenas 20 años se preparaban
para enfrentarse a su deceso. Lo que más me ha sorprendido es que la mayoría
admite que va a morir porque “le obligan” a ello. Siempre pensé que los
kamikazes japos estaban locos y estas misivas lo desmienten: los reclutaron,
les pusieron el uniforme y les dijeron que servir a su país incluía inmolarse.
Algunos sólo cuentan historias de los barracones. Otros añoran a los seres
queridos. Pero unos cuantos, como digo, se plantean su lugar en la guerra, lo
funesto de su destino y la proximidad de la muerte. Unos ejemplos:
Hiroo Kikuyama:
¿Por qué diablos me
alzo en armas al servicio del Emperador? ¿Lo hago por razones ideológicas
enraizadas en la tierra patria, o esclavo del incondicional amor que siento
hacia mis padres? ¿O acaso por la belleza, pura y natural, de las montañas y
ríos del Japón que siempre han sido mi furusato (tierra natal)? ¿Estoy dispuesto a luchar por todas estas cosas, o
sólo por algunas de ellas? En cualquier caso, no he conseguido, al menos de
momento, responder a la pregunta de por qué debería arriesgar mi vida.
**
Takenori Nakao:
La muerte, no
obstante, no sólo existe en el campo de batalla. Cada hora y cada segundo son
muerte. Si vemos las cosas de esta forma, entonces no hace falta ninguna
determinación extraordinaria para enfrentarse a la muerte.
**
Akio Otsuka:
Te digo abiertamente
que no voy al encuentro de la muerte porque quiera. No moriré despreocupado, ni
con un corazón sosegado, ajeno a las tribulaciones que me acechan. Estoy muy
inquieto por el futuro de la nación. Más me preocupa, sin embargo, lo que pueda
ocurrirles a mi padre, a mi madre, a ti y a nuestras hijas. Padezco tanta
ansiedad que apenas puedo soportarla. Si la noticia de mi muerte quiebra
vuestra paz interior y alguno de vosotros tomara un rumbo equivocado, ¿de qué
habría servido mi sacrificio?
[…]
Todo lo que hoy haga
lo estaré haciendo por última vez en mi vida.
**
Kiyoshi Sekiguchi:
Cuanto más dolorosa
es mi existencia, mayor es mi deseo de vivir. A medida que la fortuna me es más
y más adversa, mi necesidad por aferrarme a la vida se acrecienta.
**
Hisao Kimura:
Queridos padre y
madre, por favor, no lloréis tampoco vosotros. Tan sólo pensad que he sido lo
bastante afortunado como para vivir lo suficiente. Esto es también lo que yo
deseo pensar y cómo quiero afrontar la muerte.
[Traducción de Íñigo Guzmán Gárate]