Visita a los muertos
más antiguos y queridos. Háblales con sosiego, sin desvelar los hechos. Tramita
una despedida breve, aunque cordial, que permita la esperanza del regreso.
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Nunca distinguimos
el rostro de los adversarios. Sabemos que embozan sus mejillas con telas negras
y elaboran estrategias incruentas, modificadas por el hastío. Los diarios
explican la extrañeza de su dieta y los principios de su lenguaje. Recitan
salmodias vertebradas en una sola palabra, repetida hasta la consumación de los
signos. No han vencido pero marcarán el trazo de las nuevas avenidas.
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Bajo las tablas he
hallado una camisa de cuello duro, un reloj blanco con manillas de alambre,
pequeñas lámparas y retratos de hombres ausentes. Los días de lluvia me escondo
en los almacenes. Junto a las balizas, en un cuenco de arcilla, bebo caldo de
huesos. Las manillas del reloj bajo su esfera manchada. Pronto soñaré con
tierras baldías.