Wes Anderson es el ejemplo perfecto del cineasta que, siendo
siempre totalmente fiel a sus señas de identidad y a sus obsesiones, es capaz
de reinventarse porque nunca deja de ser creativo (el caso contrario sería el
Tim Burton de los últimos tiempos, de quien esperemos que se recupere con Frankenweenie).
Moonrise Kingdom
es el título de su nueva maravilla: la historia de amor de dos niños que tratan
de escapar del mundo de los adultos,
representado por unos padres grises, un policía triste, una severa
institutriz de Servicios Sociales y los monitores de un campamento de boy scouts. Si
en su anterior película, la excepcional Fantastic
Mr. Fox, el cine de animación se aproximaba al cine de personajes de carne y
hueso, aquí sucede al revés: Moonrise
Kingdom se parece más a una película de animación que el anterior trabajo
del director.
Con un reparto espectacular de estrellas que aportan solidez
al conjunto (Bruce Willis, Bill Murray, Edward Norton, Frances McDormand, Bob
Balaban, Tilda Swinton, Jason Schwartzman y Harvey Keitel), la sorpresa y el
hallazgo provienen, sin embargo, de los dos niños protagonistas, los debutantes Jared Gilman y Kara Hayward. El primero
es una versión primigenia del Jason Schwartzman de Academia Rushmore, y la segunda parece el precedente de la Gwyneth
Paltrow de Los Tenenmabum. En otra de
sus vueltas de tuerca, Anderson nos presenta a niños de comportamiento casi
adulto y responsable (aunque soñador) y a adultos que se comportan como si
fueran críos (y que tal vez lleven una vida de amargura porque han renunciado al
riesgo y a tratar de cumplir sus sueños).
Mientras veía la película, pensaba que ésta es la clase de historia que uno hubiera querido cumplir en la infancia: fugarse con una chica, desafiar a los adultos, saltarse las normas… Luego leí que, en efecto, no se inspira en ningún episodio de la vida de Wes Anderson, sino que es algo que le hubiese gustado hacer de niño. Es la diferencia entre la realidad y el deseo; a menudo el deseo sólo se cumple en los cuentos.
Mientras veía la película, pensaba que ésta es la clase de historia que uno hubiera querido cumplir en la infancia: fugarse con una chica, desafiar a los adultos, saltarse las normas… Luego leí que, en efecto, no se inspira en ningún episodio de la vida de Wes Anderson, sino que es algo que le hubiese gustado hacer de niño. Es la diferencia entre la realidad y el deseo; a menudo el deseo sólo se cumple en los cuentos.
Emotiva, ácida, original, divertidísima, con
obsesión minimalista por los detalles y los objetos, Moonrise Kingdom es la enésima prueba de Wes Anderson es uno de los
grandes directores de nuestro tiempo, quien ha rodado un cuento romántico sobre el amor y el desarraigo.