Había un buen
carnicero que utilizaba siempre un mismo cuchillo, año tras año, y el cuchillo
no perdía nunca el filo delicado y preciso. Después de servirse de él durante
toda la vida, el cuchillo seguía tan útil y afilado como cuando era nuevo.
Cuando le preguntaron cómo había conseguido conservar el buen filo de su
cuchillo, el carnicero respondió: “Sigo la dirección del hueso duro. No intento
cortarlo, ni romperlo, ni oponerme a él de ningún modo. Así no conseguiría más
que destrozar mi cuchillo”.
En la vida diaria,
debemos seguir el curso del obstáculo. Si intentamos asaltarlo, no conseguimos
más que destrozar la herramienta. Y digan lo que digan algunos, los obstáculos
no son vivencias limitadas a una sola persona ni a un grupo determinado. Son
vivencias universales.
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En las jugueterías
chinas hay unos perros con un contrapeso en la base, como los tentetiesos
occidentales, que llevan escrita una moraleja: “Caerse nueve veces, volver a
levantarse diez”. Ésta es la lección: negarse a dejarse hundir.
[Traducción de Alejandro Pareja]